–¿Qué piensa respecto de la última moción? Usted fue la única que votó en disidencia. 

–La división entre ciencias libres y estratégicas es una falacia. No existe una epistemología que respalde esa clasificación. Es el mismo tipo de debate que debemos superar entre ciencias básicas y aplicadas. Son argumentos del siglo XIX que hoy no tienen ningún valor ni sustento. Con esta nueva disputa se quiere hacer creer que el antojo de los investigadores debe ser superado por algo más normativo, que tampoco es verdadero.

–¿Por qué?

–Porque implica ignorar que la ciencia y la tecnología se desarrollan en un marco de presiones, en contextos que son decisivos en la orientación de las investigaciones. No representa ninguna novedad señalar que la ciencia tiene un componente de mercado, de modo que plantear la libertad de los científicos es falso. 

–¿Esto quiere decir que la ciencia renuncia a su autonomía en favor del mercado?

–Por supuesto que no. Pero tampoco se puede eludir el rol del mercado y la política en el ámbito científico. No se puede ignorar el modo en que se generan las presiones sobre el conocimiento. Es decir, existen vocaciones personales y otro tipo de factores importantes, pero el auge de uno u otro campo –como puede ser la biología molecular hoy en día– no depende de los antojos personales ni mucho menos. 

–¿Y qué piensa qué ocurrirá con los científicos que desarrollan “ciencia libre”?

–Cada nación planifica su orientación científica. En nuestro caso, podemos mencionar el Plan Argentina Innovadora 2020 que marcó temas estratégicos. Sin embargo, lo que muchas veces no se dice es que pueden ser estratégicos pero no prioritarios. Lo estratégico debe ser renovado y volver a ser pensado de modo constante. He participado como directora en la conceptualización de estos puntos y pienso que es imposible realizar un hospedaje exclusivo. Hay asuntos que terminan siendo cruciales aunque no hayan sido pensados como tales. 

–En general, la historia de la ciencia y los grandes descubrimientos siguieron esa lógica.

–Exacto, en la historia científica los grandes hallazgos e inventos se constituyeron a partir de derivas que no habían sido pensadas ni planificadas. Muchísimos científicos y laboratorios comienzan por un rumbo y luego resulta que culminan en el descubrimiento de algo sorprendente pero que no tiene nada que ver con el punto de partida. Además, el otro problema es que no se reconocen los aportes si no están estrictamente enmarcados en el área de lo tecnológico. 

–Por último, ¿qué hay de las ciencias sociales?

–Los aportes de las ciencias sociales se valoran mucho menos. El análisis de las sexualidades disidentes, las dificultades que enfrentan los niños que cambian de orientación sexual, así como los estudios sobre historia medieval, revisten de extraordinaria importancia por su vertebración social y su actualidad. ¿Estos temas no son estratégicos? ¿Excomulgamos a los filósofos y a los sociólogos del Conicet? Debe pensarse que en esa reducción del 50 por ciento, las ciencias humanas quedan acotadas a un 3 o 4 por ciento de oportunidades. Esta distribución es grave, pero lo que resulta más complicado es la postura del Directorio respecto de sus responsabilidades como órgano de gobierno. Nos encontramos en una encrucijada presupuestaria muy grave y las decisiones no son acertadas.