El martes a la noche, Paula Albarracín salió al balcón de su departamento sobre la calle Libertador y empezó a gritarle a sus vecinos, que caceroleaban reclamando que los políticos se bajasen los sueldos, "caceroleense la chota". La viralización del video y los cruces de consignas entre balcones, así como el respaldo de varios referentes de Juntos por el Cambio a la convocatoria con un claro mensaje contra el gobierno, suscitaron especulaciones sobre el fin de la calma política que había sucedido al reconocimiento de la crisis sanitaria por el coronavirus. Los cacerolazos despertaron una interna dentro de Juntos Por el Cambio y reactivaron las críticas de sectores de la oposición contra la figura de Alberto Fernández, quien venía disfrutando de una creciente aprobación pública. Sin embargo, Página/12 conversó con diferentes figuras del espectro político y todas coincidieron en que se trata de un fenómeno marginal que principalmente responde a la buena imagen que el presidente estaba teniendo en las clases medias.
"Es una respuesta al aislamiento político. Nos encontramos frente a un escenario en el que el gobierno nacional está respondiendo a la crisis por el coronavirus acompañado por un esfuerzo conjunto entre gobiernos provinciales y municipales, cosa que es muy difícil en un sistema federal. En este contexto, aquellos sectores que tienen una posición de extrema oposición al gobierno nacional se encuentran aislados políticamente, por lo que deciden reaccionar a ese aislamiento", sostuvo Marcelo Leiras, investigador del Conicet y director del Departamento de Ciencias Sociales y de la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés, sobre los cacerolazos. "Es un remanente de la campaña electoral que intenta generar una situación que favorezca a los sectores de extrema derecha de Juntos por el Cambio que, frente al eficaz accionar del jefe de gobierno de la Ciudad ante la pandemia, han quedado muy aislados políticamente", explicó.
La misma noche que Paula salió a gritarle a sus vecinos que caceroleaban en el barrio de Belgrano, la dirigente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, utilizó Twitter para respaldar la gestión de Horacio Rodríguez Larreta y remarcar que, frente a la emergencia sanitaria, "no hay lugar para oportunistas". El mensaje de Carrió expuso el enojo de un sector del Pro con algunas figuras del mismo espacio político, como la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich, a quienes acusan de aprovechar la movida contra el gobierno para ganar protagonismo. "No es el momento para este tipo de expresiones. Una cosa es impulsar expresiones de la ciudadanía que apuntan a reconocer el esfuerzo de quienes están arriesgando su vida, como a los trabajadores de salud; otra es impulsar una expresión que pretenda transformarse en una movida de protesta. No es el momento para especulaciones políticas", indicó a su vez el diputado de la Provincia de Buenos Aires por Cambiemos, Daniel Lipovetzky, a Página/12. "Existe una evidente división de intereses dentro de Juntos por el Cambio que distingue a las personas que tienen responsabilidad institucional de las que no las tienen; son aquellos que no tienen responsabilidad institucional quienes están activando estos reclamos de manera temeraria", analizó Leiras.
"Estamos hablando de una parte de la oposición que salió a reclamar inmediatamente después de que Alberto Fernández hiciera declaraciones contra los grandes empresarios que especulan con los precios y que despiden gente a pesar de contar con grandes ganancias y la espalda suficiente para sostener el empleo un par de meses más", denunció el senador Mariano Recalde, vinculando los cacerolazos al rechazo de ciertos sectores a la embestida del presidente contra el dueño de Techint, Paolo Rocca, por haber despedido a 1450 empleados. "No hay ninguna duda de que los cacerolazos estuvieron organizados por sectores de Cambiemos. Hace unas noches, cuando Rocca anunció los despidos, tuiteé que era una tremenda falta de solidaridad. A las pocas horas se me llenaron las redes sociales de trolls, todos con el mismo discurso insultante y a la misma hora, que obviamente habían estado organizados por el call center de Marcos Peña, Patricia Bullrich y esas organizaciones que coordina Darío Lopérfido", coincidió la embajadora designada para Rusia, Alicia Castro.
Efectivamente, y en paralelo a los cacerolazos, se desarrolló una fuerte ofensiva a través de las redes sociales contra quienes se oponían al reclamo de bajar los sueldos de "los políticos" como una herramienta para ajustar el gasto público e incrementar el presupuesto destinado a Salud. La ofensiva, dirigida directamente contra el gobierno nacional, impactó también sobre aquellos sectores de Juntos por el Cambio, más cercanos al jefe de gobierno porteño, que mantienen un discurso de apoyo a las políticas impulsadas por Alberto Fernández para enfrentar la pandemia. "El otro día salí a opinar sobre el tema, a decir que el camino era trabajar todos juntos y respaldar al presidente, y sufrí tal ataque de trolls que me terminaron bloqueando la cuenta", confesó Lipovetzky, quien si bien coincidió en que se trató de un ataque organizado, se negó a señalar responsabilidades. Sin embargo, tal como indicó Alicia Castro, la aparición de los trolls puso en la mira a quien los manejó hasta diciembre, el ex jefe de Gabinete Marcos Peña, y a quien había comenzado a erigirse como semi oficializada líder de Cambiemos, Patricia Bullrich.
"La popularidad del gobierno había estado creciendo geométricamente, hasta personajes como Susana Giménez comenzaron a reivindicar el manejo de la pandemia frente a la crisis. Por lo que, en un contexto de calma política, Cambiemos decidió rascar la olla hasta encontrar un discurso que le permitiera erosionar la aceptación que Alberto Fernández estaba generando en la clase media", aseguró Alicia Castro. Respecto a las personas que participaron en los cacerolazos, la diplomática del Frente de Todos opinó que "es posible que algunos incautos crean que bajar el costo de la política podría tener alguna incidencia en mejorar el presupuesto de Salud", pero señaló que también eran las mismas personas a las cuales "no les importó que Macri y Vidal cerraran hospitales, que desapareciera el ministerio de Salud, que el endeudamiento pusiera en jaque el sistema de Salud". "Son los mismos que fueron 'el campo' en el 2008 o que fueron Nisman en el 2015, sin tener idea lo que era la AMIA", finalizó.
En una línea similar, Marcelo Leiras indicó que los fundamentos del reclamo tenían un componente esencialmente "ideológico" y que, por lo tanto, el mismo probablemente desaparezca en las próximas semanas. "El problema no son los ingresos de los funcionarios públicos, sino que el problema son los ingresos de los funcionarios que representan a determinados partidos con los que esas personas no están de acuerdo. Si hubieran tenido problema con los funcionarios hubieran reaccionado de un modo muy distinto frente a los conflictos de intereses evidentes que hubo durante el gobierno anterior, como cuando ex empleados de empresas energéticas se pusieron a cargo de la política energética del país. Eso no generó cacerolazos, lo que muestra que acá el problema no son los ingresos de los funcionarios, sino la ideología de las personas", explicó, y finalizó: "La armonía política no se rompió. Porque quienes tienen responsabilidad en Juntos Por el Cambio han decidido que desviarse de la estrategia que han adoptado todos los gobiernos representa un riesgo muy alto. Lo que nos espera en los próximos días, y que estos sectores minoritarios no registran, es el dolor y la muerte de muchas personas. Frente a esto, la actitud minoritaria de un grupo de personas va a desaparecer".
Informe: María Cafferata.