“Niño, deja ya de joder con la pelota”, canta Joan Manuel Serrat. ¿Y cuántos padres estarán extrañando ese reto porque significaría que sus hijos tendrían la libertad habitual? Es cierto que la sociedad está en estado de cuarentena obligatoria porque es necesario el cuidado colectivo frente a la amenaza que significa el coronavirus. Y así como hay cosas a las que no se puede jugar por la limitación del espacio, también los más pequeños pueden descubrir nuevas formas de jugar. Por ejemplo, que la competencia no sea solamente virtual sino que puedan aprender a jugar lo que sus padres se entretenían cuando eran niños: la escoba del 15, la Generala, el Estanciero, el TEG… ¿Qué pasa con los chicos en esta situación inédita que está atravesando la sociedad mundial, en general, y la argentina, en particular? PáginaI12 consultó a tres especialistas para hablar sobre niñez y coronavirus: Norma Bruner, doctora en Psicología, Magister en Psicoanálisis y Especialista en problemas del desarrollo infantil; Clara Raznoszczyk Schejtman, doctora en Psicología, y Estela Eisenberg, doctora en Psicología y profesora en la UBA, al igual que sus dos colegas.
Como se trata de una situación inédita, los padres viven la crianza de otro modo. “Los padres suelen contar con otros adultos que acompañan la crianza. Están los maestros en la escuela, abuelos, tíos, personal que va acompañando y eso descomprime y hace que puedan ejercer su lugar de padres, que también está relacionado con el mundo exterior, proveyéndoles a los chicos las cosas que los chicos necesitan”, plantea Clara Schejtman. “Entonces, acá hay situaciones que van a producir un cambio porque el chico, depende de la edad, puede entender esta situación”.
Y qué se le explica al niño es fundamental: “Es importante seguir el nivel de reflexión que tiene el niño, qué información el chico puede metabolizar. El concepto de verdad es muy interesante en psicoanálisis porque la verdad no es la verdad objetiva. La verdad que se le transmite al niño es aquello que puede metabolizar y lo que él necesita para poder responder preguntas. Algo muy importante es que los chicos pregunten", afirma Schejtman.
-En el caso de los niños, son los adultos los que median entre los hijos y la información. ¿Qué le puede ocurrir a un niño que ve a sus padres preocupados o atemorizados?
Estela Eisenberg:-La primera cuestión para tener en cuenta es que la niñez es el tiempo de la adquisición de los hábitos. Es el momento donde se levantan los diques, las barreras frente a las tentaciones, de jugar con cosas que ensucian, con manchar, con la manipulación de la comida o, incluso, con acciones que pueden causar valor para sí mismos o para un semejante. Los chicos tienen que hacer un gran esfuerzo para renunciar a las conductas que causan placer. Y se renuncia por amor, por amor al que enseña. Con lo cual, quien esté a cargo de la crianza es quien que va a tener una presencia sustancial porque, en algún sentido, hay una guía de acciones éticas. Y, en este momento, es fundamental redoblar la presencia del agente de crianza, más allá de quien sea. Entonces, la información que debe ofrecer al niño debe ser sencilla, clara. Incluso, puede investigar material que hay confeccionado específicamente para los chicos y poder establecer alguna actividad, incluso de juego.
-¿El acceso a los medios puede provocar en los chicos ansiedad, miedo o pánico como en los adultos?
Norma Bruner:-Sí, por supuesto, si los hijos ven a los padres absolutamente prendidos de la televisión como único medio. Me parece interesante como fenómeno a pensar, aunque a todos nos conmueve lo que está pasando, es que no hay una única respuesta. Esto es lo que uno tiene que darse cuenta: que los niños responden todos de manera diferente y hay que estar muy atentos a esto. O sea, en estos momentos la responsabilidad de los adultos, de los padres es poder escuchar mucho cómo van recepcionando. Y estar dispuestos a apagar la tele si se dan cuenta que determinado periodista que tiene una voz más alarmista y tremebunda, al que sus hijos escuchan, les produce angustia a los niños. El filtro tiene que ver con poder cuidar a los hijos, pero uno no puede anticiparlo. Tiene que estar muy atento a lo que va a suceder. Por ejemplo, hay pibes que tienen la tele de fondo y no le dan bolilla porque están felices de poder estar jugando en casa con mamá y papá ahí.
Clara Raznoszczyk Schejtman:-Respecto de la ansiedad, miedo o pánico que les pueda provocar el acceso a los medios, puede ser que se de. Lo que pasa es que los chicos tienen mecanismos de negación muy propios y muy buenos. Cuando la negación es excesiva tenemos problemas, pero cuando hay situaciones de amenaza, los niños tienen mecanismos de negación y de desmentida de lo que ven. Eso va a depender más del estado emocional del chico. Si es un chico que tiene recursos de regulación emocional propia, un funcionamiento reflexivo, y que puede hacerse preguntas y las preguntas son respondidas por un adulto reflexivo, puede acotar su interés a aquello que le interesa y que puede metabolizar. Ahora, si el adulto lo inunda con demasiada información o se enoja porque tienen que hacer la tarea, esto puede ser negativo. Si el adulto no siente demasiado presionado y, en cambio, trata de crear rutinas flexibles con el niño, esto puede ayudar a pasar lo mejor posible estos momentos.
-¿Los chicos captan la alarma social más de lo que los adultos creen?
C.R.S.:-Depende del chico. Hay chicos que, por su constitución, pueden estar demasiado alertas. Y hay otros que niegan más y que acotan más a su mundo infantil. La película La vida es bella provocó, en su momento, mucha discusión entre los analistas acerca de si eso estaba bien o no. El padre se lo planteaba como un juego. El desmentir. Si vos le estás negando al niño una realidad que le va a perturbar su modo de defenderse con la realidad, eso está mal, pero si el niño no tenía ninguna realidad para defenderse porque estaba adentro de un gueto, ¿qué tiene de malo que lo viva más lúdicamente? Porque al chico hay que darle las herramientas para las cosas que tiene que enfrentar en su vida cotidiana.
E.E.:-Los chicos están muy atentos a lo que le pasa al adulto, por la situación de dependencia que un niño tiene frente al adulto. Si el adulto no está en condiciones de cuidarlo, entonces, ¿quién cuidará de él? Lo que aparece es una alarma mayor frente al desamparo de que el agente de crianza no esté en las condiciones para brindarle apoyo y cuidado.
N.B.:-En esta pandemia, como el grupo etario más vulnerable es el de los abuelos, yo estoy escuchando mucho que el miedo a la muerte, que es típico y propio de la infancia y una de las preguntas constitutivas del psiquismo, en este momento es el miedo a que a los abuelos les pase algo, más que a los padres. Subrayo esto porque están en contacto con los padres pero, en la mayoría de los casos, están distanciados de los abuelos, salvo que los abuelos vivan en casa. Todo el cuidado está puesto en los abuelos.
-¿Y toda esta situación puede acrecentar ese miedo a la muerte más de la cuenta en relación a ellos, sus padres o sus abuelos?
N.B.:-Por supuesto que sí. Puede acrecentar y disparar ciertos desarrollos de angustia en diferentes formas. Por ejemplo, pánico o terrores, siempre y cuando los niños no les puedan dar batalla desde el lugar propio en que dan batalla los niños a lo que viene del otro, que es en el escenario del juego.
C.R.S.:-También depende de si tienen algún enfermo en la familia. Eso ya aumenta el nivel de ansiedad en todos. Y otra cosa es la situación de amenaza: qué puede pasar. Y también qué puede pasar respecto de las personas vulnerables que estaban en nuestra vida cotidiana y que ya no las vemos. No hay representación de la propia muerte tampoco en el adulto como categoría del inconsciente, sino que es una situación de amenaza.
E.E.:-Lo que pasa es que el agente de crianza siempre tiene una inquietud en relación a los cuidados hacia el niño. Y en este momento es mayor aun. Efectivamente se profundizan los temores que tanto los adultos y los chicos pueden tener respecto de la enfermedad y la muerte. Pero lo que me parece que es importante tener en cuenta es que lo que un chico teme es la desaparición del adulto, la ausencia del adulto porque no hay ninguna concepción acerca de la muerte. Lo que le preocupa es la ausencia y el desamparo que puede sentir si se imagina un estado donde el adulto no se encuentra presente. Por otro lado, también se juega respecto de su propia desaparición, si los padres o agentes de crianza van a estar interesados en cuidarlo, porque en algún sentido no deja de ser una pregunta por el amor. Lo que le interesa a un niño es si es amado, si es cuidado, con lo cual las preocupaciones se plasman en relación a la ausencia. Por eso, por ejemplo, aunque parezca alejado, los juegos de las escondidas, en algún sentido, recogen esta pregunta. A pesar de que parece distante del tema del coronavirus, como se juega el tema de la presencia-ausencia, hay ciertos juegos que, sin ser directamente los que tienen que haber con la situación de contagio y de enfermedad, rozan contenidos de preocupación del pensamiento de un niño. Mientras el adulto está tranquilo, el niño se siente cuidado. Cuando un adulto está preocupado, en general lo que pasa es que un niño empieza a sentir que tiene que estar atento al adulto. Se invierte. Se produce una paradoja. Cuando el adulto está intranquilo produce un efecto en el niño de sentir que es él el que lo tiene que cuidar.
-¿Pueden los chicos, a través del juego, expresar y plasmar sus preocupaciones con el fin de poder poner imagen a sus dudas?
N.B.:-Sí, de hecho es lo que esperamos que ocurra. Hay que estar atentos a que esto ocurra y que el niño durante este tiempo, además de seguir en el nivel del rendimiento esperado para él y que siga haciendo las tareas que les están dando a distancia, tenga un espacio de juego en donde elaborar y procesar justamente esto que es de otra manera. Si queda por fuera de esta posibilidad va a ocasionar cuestiones más del orden de lo sintomático, que denuncian esta falta de procesamiento psíquico. Una de las cuestiones que más investigué es la relación que hay entre el juego y el duelo. Y, sin duda, estamos todos de duelo porque todo nos cambió y no sabemos cuál es la salida de esto. Cuando se pregunta cuál es la salida de la cuarentena, cuál es la salida económica, cuál es la salida de la enfermedad, lo que estamos preguntando es por el futuro: ¿Qué mundo vamos a tener? Los niños también han perdido una serie de cuestiones: extrañan la escuela, extrañan a sus amigos, extrañan el contacto en la calle con los vecinos, extrañan seguir con la vida que tenían. Aunque puedan estar contentos de tener a mamá y papá para ellos todo el tiempo, también extrañan su mundo. Y esto, si no puede ponerse en juego -y hay que estar muy atentos a que sí lo puedan poner en juego-, no van a poder procesarlo porque el juego, al igual que el trabajo del duelo, permite darle una medida a lo perdido. O sea, "no perdimos todo", "el mundo no cayó". No perdimos el contacto humano, aunque estemos transitoriamente con esta historia del aislamiento obligatorio. Los lazos afectivos entre las personas seguirán. ¿Qué perdimos? Esa es la pregunta. ¿Qué cambió?
C.R.S.:-A través del juego los chicos pueden expresar y plasmar sus preocupaciones y es lo mejor que les puede pasar. Es lo que estamos alertando, lo que hacemos los analistas de niños. El juego es la mejor manera de elaborar el trauma. Si juega con otro, mejor; el juego de ficción, con personajes, y los otros juegos. Nosotros siempre recomendamos regular el uso de pantallas. Paradojalmente, la pantalla hoy es la comunicación del niño con el exterior. El otro día me contaban que un chico hizo un cumpleaños de veinticinco niños, todos jugando en red el mismo juego y después todos en el zoom apagando la velita. Entonces, la pantalla, que era algo que nosotros regulábamos mucho, hoy tiene otra regulación. Hay que seguir regulándola, pero hoy es interesante porque la regulan los propios chicos que no quieren estar todo el tiempo con ella. Una cosa era cuando vos la regulabas, le dabas poco tiempo porque había otras cosas pero el chico buscaba la pantalla, y otra es porque es uno de los pocos elementos de conexión con el mundo exterior. Entonces, a veces, los chicos no te quieren hablar. Yo hago sesiones con algunos niños por Skype. Los más grandes y que son muy verbales, quieren seguir las sesiones, pero los más chicos no aguantan y les produce angustia porque se quieren acercar y ven que estás lejos. Además, hay algo que estábamos haciendo de forma presencial, a lo que ahora no tienen acceso. Entonces, se angustian y se van de la escena. Vamos viendo lo que le produce a cada uno porque también les hace acordar que no pueden tocar al otro. Otro pacientito mío tuvo un cumpleaños y lo saludaba todo el mundo. Después del tercer saludo, se puso a llorar y no quiso que lo salude más nadie porque al ver que era por la pantalla y que no estaban ahí, no le gustó ni medio, no quería más saludos. Entonces, hay que regular cómo usar las pantallas y ver cuánto al chico le aumenta la percepción de presencia o cuánto le produce angustia por la ausencia.
-¿Creen que pueden incrementarse los casos de maltrato infantil en este período de cuarentena?
N.B.:-Probablemente esto ocurra. Las organizaciones y asociaciones de salud mental, los psicoanalistas, los psicólogos y todos aquellos que nos ocupamos de la infancia tenemos que estar muy atentos a los indicadores que denuncien que un niño está siendo objeto de maltrato y abuso. En este momento, al no tener la presencia directa entre los padres y los hijos de un tercero que legisle, efectivamente el maltrato queda en casa. Yo estoy en contacto con maestros que están llevando una tarea para sacarse el sombrero a través de educación a distancia. Y están muy atentos. Sería interesante transmitir también estar muy atentos porque el rendimiento escolar es un indicador de qué les está ocurriendo anímicamente, qué les puede estar ocurriendo en las condiciones ambientales de lo que viven. Lo mismo que ocurre en la escuela, también va a ocurrir ahora. Así como está ocurriendo un aumento de femicidios, probablemente también pueda estar ocurriendo esto. Si esto ocurre en niños que no presentan problemáticas en su desarrollo, ¿cuánto más puede llegar a ocurrir en niños que sí la presentan en relación a discapacidades?