La pelota gira en el aire y Gabriela Ramírez la para de pecho. Hace algunos jueguitos y patea de frente con su pierna hábil. Automáticamente, la cámara enfoca a otra jugadora que repite el movimiento. Todo el plantel de Primera División de Estudiantes se suma al challenge –la palabra más leída en Instagram durante la cuarentena–.
Desde que la pandemia causada por el coronavirus obligó a la primera camada de futbolistas semi-profesionales a retirarse del campo de juego, así entrenan y se motivan las deportistas. Conectadas a WhatsApp, reciben sus rutinas semanales de entrenamiento, planes de alimentación y hasta grillas con horarios pautados para sus actividades diarias.
En San Lorenzo, se envían cronogramas especiales para ordenar a las jugadoras. “Todas tienen que levantarse, desayunar y hacer el primer turno a la misma hora, así pueden llegar con tiempo al entrenamiento vespertino y al videoanálisis. Esto sirve para que las chicas se organicen, puedan descansar bien y no se salteen comidas”, explica Matías Giugno, el DT de las Santitas. River Plate ya está implementando entrenamientos masivos a través de la aplicación de videollamadas Zoom; y en UAI Urquiza, el último campeón del fútbol femenino, utilizan la misma plataforma para conectarse todos los días y charlar con el cuerpo técnico. El contacto diario, coinciden en los clubes, ayuda a mantener la unión de los grupos.
De un día para el otro y sin previo aviso, deportistas de alto rendimiento acostumbradas a entrenar al aire libre, en grupo y varias veces al día, quedaron encerradas en sus casas, sin mayor compañía que sus familias y con la incertidumbre de no saber cuándo se reanudará el campeonato. Por esa razón, es común que la ansiedad aparezca por momentos. En este sentido, el psicólogo deportivo y psicoanalista Oscar Mangione, opina: “El deportista es alguien muy activo, su vida está supeditada al entrenamiento, entonces esto es una descompresión brusca de su realidad social. Lo que yo creo es que, si bien es mucho más difícil hacer ejercicio puertas adentro, no es imposible. Y ese es el gran desafío ahora: cómo adaptarse a las nuevas circunstancias sin suprimir las actividades vitales”.
Cuando se decretó el aislamiento social obligatorio, varios clubes de primera división se contactaron con sus jugadoras para ver con qué espacio físico contaba cada una y qué posibilidad había para que pudieran trabajar. “A partir de eso, armamos rutinas individuales que van cambiando semana a semana. Las chicas que entrenan en un departamento, no tienen la misma planificación que las que tienen diez metros de patio”, cuenta Giugno.
Además, las rutinas son moldeables a los materiales que tienen en sus casas. Dalila Ippolito, mediocampista de UAI, comenta: “Nos vamos arreglando con lo que hay. Por ejemplo, yo no tengo una escalera para hacer coordinación, entonces me armo una con zapatillas. Para hacer saltos al cajón, uso sillas; y mismo para hacer saltos, muevo cosas medianamente altas y les paso por arriba”. No hay dudas: la clave es la imaginación.
A la hora de evaluar el trabajo, tanto en River como en San Lorenzo utilizan una aplicación para controlar la carga interna de cada jugadora y ajustar la intensidad en caso de ser necesario. Cuando termina la práctica, las jugadoras miden la dificultad del entrenamiento y eso se tiene en cuenta para planificar el siguiente. “Nosotras, además, subimos fotos y videos al grupo de WhatsApp, que grabamos mientras hacemos los ejercicios. Eso sirve por un tema de control e incluso para mantener la dinámica del grupo”, agrega la delantera millonaria Lucía Martelli.
Lo cierto es que los entrenamientos de la élite del fútbol femenino dieron un giro de 180 grados. Será tiempo de fortalecer la teoría y tratar de mantener la técnica. La verdad se verá de regreso a las canchas.
*Pibas con Pelotas