El astrofísico Neil Degrasse Tyson dijo ante la pandemia: “Estamos en el medio de un experimento masivo y mundial. Ese experimento es: ¿vamos a escuchar a los científicos?” La respuesta cambia de país en país. Pero para Estados Unidos la respuesta es un contundente “¡no!”
No fue siempre así y vale comparar la reacción de Donald Trump con lo que hizo Barack Obama durante otro posible episodio de pandemia, el ébola, una enfermedad más mortal pero de transmisión no tan fácil. El ébola empezó en los últimos días de 2013 en el pequeño país africano de Guinea cuando un nene sufrió una mordida de murciélago. Unos meses después Obama reaccionó a la noticia de que el ébola se había extendido a Liberia y Sierra Leona. Creó un equipo del Centro de Control de Enfermedades para coordinar una respuesta para el ébola. El CDC mandó mucho personal a Africa y entrenó a miles de trabajadores médicos en la región. La administración de Obama trabajó con la OMS y la ONU para poner en marcha rutas de aviación especiales para dirigir viajeros desde las zonas afectadas sólo a aeropuertos de EE.UU. y del mundo equipados a hacer tests en masa.
En EE.UU. casi 7000 personas recibieron entrenamiento, que incluyó cómo manejar una posible pandemia, y todo esto fue logrado antes de que un sólo caso llegara al país.
Hubo UN muerto de ébola en Estados Unidos y muy pocos casos.
La reacción y la política sanitaria del gobierno de Donald Trump no pueden ser más diferentes. Trump nombró como ministros de Energía y Medio Ambiente a dos tipos que antes habían pedido la disolución de esos ministerios. En lugar de científicos para ocupar los puestos en las agencias regulatorias, Trump eligió a empresarios que habían sido regulados. En áreas cruciales como salud, control de enfermedades, ciencia y tecnología, manejo de emergencias, sanidad pública, nexos con organismos internacionales y el cuerpo diplomático, Trump puso gente completamente ajena a las tareas, amigos empresarios, o simplemente no llenó posiciones.
Trump abandonó el equipo de acción contra pandemias que Obama había creado. Bajó casi 20 por ciento los fondos del CDC y cortó las contribuciones para y nuestras vinculaciones con, la OMS. Programas internacionales donde norteamericanos trabajaron en muchos países del mundo monitoreando enfermedades infecciosas fueron abandonados incluyendo en China.
El 31 de diciembre de 2019 el OMS avisó sobre el foco de coronavirus en China. Desde esa fecha, la administración Trump se ha mostrado menos efectiva en combatir la pandemia que Krusty, el payaso de los Simpson. Trump, siguió haciendo actos de campaña (cuando no estaba jugando golf) y hasta fines de febrero habló del virus como un complot de sus adversarios políticos, histeria de los medios en su contra.
El coronavirus fue visto como un problema chino, algo bueno en medio de la guerra comercial con China. El Secretario de Comercio Wilbur Ross comentó en febrero que la epidemia “va a ayudar el obrero norteamericano”. Trump no creyó en sus informes de inteligencia previendo un brote muy severo afuera de China. Cuando la enfermedad se propagó a Europa y la OMS ofreció muchos tests a su país, Trump se negó diciendo que firmas norteamericanas podría hacerlos mejor si fuera necesario. Hasta hoy Trump no ordenó a compañías de EE.UU. hacer los tests aunque tiene el poder para decretarlo.
El primer caso confirmado de coronavirus en EE.UU. ocurrió el 25 de enero, el mismo dia que en Corea del Sur. Trump dijo que fue un caso aislado y cuando sanitaristas y científicos se quejaron de la falta de reacción, él que era un complot de “los que fracasaron con el impeachment”. Ya a mitad de febrero, con docenas de casos confirmados, Trump comentó que solo había quince “y en poco tiempo reduciría ese número a cero”.
No tomaron ninguna acción para sumar más kits de prueba a los pocos que tenía, pero anunció la prohibición de vuelos a China, una maniobra más con la guerra comercial. A mediados de marzo, con la situación nacional empeorando, Trump empezaba las conferencias de prensa diarias más como actos de campañas que momentos de información al pueblo. De hecho, en muchos casos difundió desinformación. Se hizo famoso Anthony Fauci en estas conferencias como uno de los científicos confiables y unos de los pocos que tenía el coraje de desmentir las mentiras de Trump. Fauci trabaja hace 50 años como especialista en enfermedades infecciosas y es probablemente la autoridad más respetada en el país. Hoy es blanco de amenazas de la ultraderecha por supuestamente ser anti-Trump.
Corea del Sur actuó rápidamente, con muchas pruebas y estrictos controles. Hoy los surcoreanos tienen poco más de 10,000 casos con 174 muertos, EE.UU. tiene 328.861 casos y más de 9.300 fallecidos. La única mención a Corea del Sur de Trump fue para criticar el Oscar a Parasite.
Respiradoras, kits de testeo y equipos de protección para personal médico no están llegando a los 50 estados, ni hablar de las zonas calientes. Hay peleas entre gobernadores haciendo verdaderas subastas con empresas privadas para conseguir insumos esenciales. El Estado nacional simplemente no existe. Y los resultados están empezando apilarse en camiones frigoríficos en el medio de mi ciudad, Nueva York.
Le diría a Degrasse Tyson que hemos fracasado en el experimento de ver si escuchamos a los científicos.
El autor es el productor regional de ABC News en América Latina.