“¿Días locos? ¿Cuarentena? ¿Coronavirus? No entiendo nada, ¿de qué me estás hablando?”. Chassol levanta el teléfono en su hogar en París y ante la primera inevitable pregunta ensaya durante unos segundos su mejor pose de perdido. Enseguida larga una carcajada, entretenido con su propia ocurrencia, pero lo inesperado es de esperar con este pianista de formación clásica que desde hace una década viene desplegando una singular cruza de música académica tergiversada con trucos pop, improvisaciones jazzeras y sonidos de campo tomados de filmaciones propias sampleadas en repeticiones minimalistas. Recientemente acaba de editar su cuarto disco de estudio, Ludi, “un trabajo visual y musical acerca de la idea del juego”, cuenta, y enseguida habla del método que viene desarrollando desde sus comienzos y que dio en llamar ultrascores: composiciones basadas en sonidos de videos con las que busca, tal como él mismo afirma, “armonizar la realidad”.
“Es algo que vengo haciendo desde hace veinte años”, cuenta el músico francés nacido en 1976 con padres oriundos de la isla Martinica. “Al haber trabajado en bandas de sonido para películas estaba acostumbrado a musicalizar imágenes, y en 2005, cuando se creó YouTube, la posibilidad de usar el sonido de esos videos como material para crear música se dio de manera natural. Lo que hago ahora es como una evolución de eso, y la idea es sumar nuevos lenguajes para que siga evolucionando”. Incondicional de Morricone, adorador del progresivo alienígena de los franceses Magma, devoto de las armonías sofisticadas de Ravel y las melodías de Jobim (el nuevo disco comienza con una reversión de la línea melódica de “Samba de Uma Nota Só”) y deudor a conciencia de las intervenciones sobre diálogos en las video-óperas de Steve Reich y los Sonidos del Aura de Hermeto Pascoal (“los buenos artistas piden prestado, los muy buenos roban”, ríe), Chassol creó en Ludi una fantasía desconcertante que en las pasadas sucesivas se revela como un trabajo orgánico de instrumentación mínima: piano, Rhodes, bajo, batería, flauta y voces convergen en fragmentos de ensayos registrados en crudo con risas, erratas y juegos donde la música intenta armonizar los sonidos desprendidos de las situaciones lúdicas que filmó junto a un equipo de profesionales, todo finalmente editado en un disco doble y una película de una hora de la cual hasta ahora hay dos fragmentos en Internet, “Savana, Céline, Aya, pt. 1 & 2 ” y “Rollercoaster, pt. 1 & 2” .
“Fue un trabajo grande pero me divertí mucho. Para el sonido me interesaba algo simple, y a la vez quise registrar el proceso colectivo de los ensayos, con todas las dudas y errores que aparecieran. Para el concepto me basé mucho en el libro El juego de los abalorios de Herman Hesse y en Los juegos y los hombres, de Roger Caillois”, apunta, y agrega: “De Caillois tomé una clasificación de juegos que hace entre los de competición, los de azar, los de rol y los de vértigo, y después de juntar un equipo de producción filmé diferentes situaciones siguiendo esa lista: un montaña rusa, el patio de un colegio, un partido de básquet y un local de arcades en Tokio. Desde muy chico cuando me sentaba al piano tenía esta idea de jugar, y la idea fue que esa diversión se notara a lo largo de todo el disco”.
En 1980, con apenas cuatro años de edad, su padre, saxofonista y chofer de autobuses, lo anotó en el conservatorio: “A esa edad empecé cantando, a los cinco con solfeos y a los seis al piano. A los quince tuve como profesor a Sergio Gruz, un gran pianista nacido en Buenos Aires que me hizo conocer la música de Piazzolla”. A fines de los noventa comenzó a ganarse la vida como sesionista y escribiendo música para cine, publicidades y TV, y en 2001 viajó becado al prestigioso Berklee College of Music en Boston para estudiar composición: “Hice un curso muy bueno de composición para pequeñas orquestas y después me volví: tenía que seguir trabajando”. En 2004 tuvo su primer encuentro con audiencias masivas cuando los franceses Phoenix se lo llevaron a su gira europea como tecladista: “Son como los Beatles, los tipos más buenos del mundo. En el micro yo les pasaba cosas de Steve Reich y ellos me enseñaron algunos trucos pop muy útiles que me ayudaron a simplificar lo que hacía”, recuerda. A fines de esa década comenzó a refinar sus ultrascores: una de ellas, donde armoniza un breve momento con Obama cantando en un discurso la primera línea de “Let’s Stay Together”, de Al Green, se viralizó. En 2011 firmó un contrato con Tricatel, discográfica de Bertrand Burgalat, excéntrico músico francés que produjo a Air, Mick Harvey, April March y al escritor Michel Houellebecq en el disco Présence Humaine: “Bertrand fue la primera persona que confió en lo que yo hacía y me permitió desarrollarlo con libertad”, señala. Así fue que en 2012, con carta blanca para dar rienda a su creatividad desbordada, Chassol editó su primer trabajo solista, X-Pianos. Pronto llegaron Indiamore (2013), con viaje a India incluido (la película del disco está entera en YouTube ), y Big Sun (2015) , trabajo en el que se dio el gusto de viajar a la tierra de sus padres, fallecidos en 2005 en un trágico accidente aéreo cerca de la isla que se llevó 160 víctimas. Allí grabó con músicos del lugar y filmó escenas del carnaval que luego editó (al igual que Indiamore y Ludi) como álbum y película en conjunto.
En los últimos años, además de sus discos y las bandas de sonido para cuatro películas, Chassol trabajó con Frank Ocean, Solange, Laurie Anderson y Steve Reich, una cruza de colaboraciones con artistas de música pop, experimental y contemporánea que de alguna manera resume su esencia: “Quizás el hecho de haber hecho música para películas durante tanto tiempo me haya llevado a considerar toda la música como una sola”, afirma. Hoy la cuarentena lo encuentra en su hogar en París junto a su mujer y su hijo, enfocado desde lo creativo en una serie de armonizaciones que está realizando a partir de videos del fallecido comediante americano George Carlin. “Era un virtuoso, tenía un ritmo fascinante. La inspiración para crear viene de muchos lados, artes visuales, literatura, cómics, y como material me interesa básicamente todo lo que tenga sonido”, ríe. Y concluye: “Me fascina descubrir la música que guía esos sonidos”