No eran su culpa el cine sin continuidad, las fantasías de los directores, la brusquedad de los guiones, la musicalización solemne, la tecnología en desarrollo. Todas esas cosas por las que, en general, las películas eran malas y Demi nunca parecía mejor actriz. Ella solo quería ser audaz. Progresar a pesar de la dificultad. Contribuir culturalmente. Y para eso jugó el juego completo. Hizo lo que ninguna otra número 1. Puso el cuerpo y soportó la adulación y el escarnio. Su último protagónico en ese lugar fue hace 23 años, pero su libro de memorias –Inside Out: Mi historia, publicado en septiembre pasado– se convirtió en bestseller antes del mundo en cuarentena. Eligió para la portada un retrato en blanco y negro de aquella época, justamente, aunque parece hecho para esta ocasión: la ropa negra, el pelo recogido, el medio perfil con la mirada tranquila a cámara y los brazos en cierta actitud de autoprotección.
No parece sacado de una producción periodística por el estreno de Striptease, la película que la convirtió en la actriz mejor paga de la industria y supuestamente destruyó su carrera al mismo tiempo. La foto original es apenas más amplia y se nota la nueva musculatura: antes y después de ese thriller erótico con toques de comedia, siempre estuvo La teniente O' Neil. Fue la convicción de Demi por el personaje de la imaginaria primera mujer aspirante a Navy SEAL (la élite de soldados de la Marina de Estados Unidos), una historia que ella misma le presentó a su director preferido, Ridley Scott, lo que terminó elevando más el caché –ya había cobrado diez millones por la voz de Esmeralda en El jorobado de Notre Dame– para filmar antes Striptease. Antes del rapado, de ensanchar los brazos y el cuello, como ya se veía al momento del estreno: quedó la foto en la alfombra roja, ella de sandalias bajas, Bruce Willis platinado para El quinto elemento.
Debe ser el caché más divulgado de la historia de Hollywood –la película fue noticia antes de empezar a filmarse–: doce millones y medio, lo máximo que había ganado una mujer hasta 1996. La prensa la apodó “Gimme Moore” (dame más), con el obvio doble sentido ya que el nuevo personaje coronaba una serie de chicas tentación que había interpretado en los '80 y en los recientes fenómenos de taquilla Propuesta Indecente (1993) y Acoso (1994). Claro, la parte de que la protagonista estaba peleando por recuperar a la hija no era necesario construirla a los ojos del viejo modo de filmar. Directamente se plantaba una situación delirante pero clara –el padre de la nena, un delincuente adicto, le hace perder su trabajo como secretaria en el FBI, y ella por quedarse sin trabajo pierde la custodia y empieza a bailar en un strip club–, y acción. En el libro, como en su momento, Demi defiende la situación del personaje pero no entra en detalles técnicos.
Lo que queda claro es que, para ella, la expectativa era La teniente O' Neil, estrenada un año después. Este guión tenía más elementos, porque la teniente no solo atravesaba el mismo esfuerzo físico que los hombres, también el mental de soportar la burla y la subestimación en la convivencia; pero además, O' Neil descubría que la posibilidad de integrarse a los SEAL era mentira, una operación política para vender progresismo, lo que ocasiona además una lucha burocrática para ella, finalmente tan excelente que termina liderando una operación en Medio Oriente. A excepción de una protagonista mujer, La teniente O' Neil tiene todo lo de una buena película de acción, pero además con una transformación de personaje novedosa. Pero no. Demi Moore soldado fue demasiado para la crítica y el público no la vio.}
Sola y en silencio
El libro de memorias, que trabajó con la periodista Ariel Levy –staff de The New Yorker, autora del ensayo Chicas cerdas machistas (2005), sobre la autosexualización vista como empoderamiento, y del exitoso libro autobiográfico Vivir sin reglas (2017)–, se divide en tres secciones: "Supervivencia", "Éxito" y "Rendición". Los relatos sobre Striptease y La teniente O' Neil cierran la segunda parte. “Nunca se me pasó por la cabeza charlar con alguien para desahogarme y explicarle todo lo que estaba sufriendo. De hecho, ni siquiera pensé que se me permitía sufrir, o que podía decir en voz alta que tenía un problema. Creía que debía gestionar todo eso yo sola y en silencio”, dice Demi.
A ese sentimiento, cuenta, le siguió una epifanía: tenía que dejar en paz a su cuerpo. Hacía dietas rigurosas y entrenaba obsesivamente desde 1991, cuando la contrataron para Algunos hombres buenos, con el ícono Jack Nicholson, a ella que estaba en pleno posicionamiento después de Ghost, la sombra del amor (1990), y el boom que fue la portada en Vanity Fair, un retrato histórico de Annie Leibovitz donde posa desnuda embarazada de la segunda hija, con la primera a upa y Willis abrazándola detrás. Tenía 29 años.
Que la llamen para trabajar con actores respetados, o como en Ghost, no tener que pasar casting, que la quieran específicamente –un coach le enseñó a llorar: en su vida nunca lloraba–, empezaban a darle más confianza en su actuación. Pero después pasaba, por ejemplo, que en esa nota de tapa consagratoria la periodista cite a una de las guionistas de ¿Te acuerdas de anoche? –una comedia que protagonizó en 1986–, quien a modo de elogio –“es perfecta para los papeles que le dan”– dice que los mejores papeles de mujeres no son complicados: “Dos o tres notas”.
En la misma entrevista Demi dice que la sola idea ir a clases de actuación “y ser juzgada y fracasar” la aterraban. Tampoco había tiempo: había que ir directo por el objetivo. Y el suyo fue tener lo que vio en Nastassia Kinski al borde de la pileta del edificio donde fueron vecinas un tiempo –Demi le leía los guiones–. Cuando tenía quince años y una madre con adicciones y bipolaridad que pronto iba a llegar a entregarla a un hombre por dinero. Es la principal revelación del libro. Toda la sección "Supervivencia" es una película: qué pudor podía darle en adelante actuar en historias imposibles con lo que había sido la suya.
Llama “golpes de suerte” a sus primeros trabajos –debutó en 1982 en la serie Hospital General: ocupó el lugar de una actriz morocha con voz ronca–; e Intervención divina a St. Elmo, punto de encuentro (1985), ya que para filmar la película el director la obligó a rehabilitarse. Joel Schumacher la eligió al verla bajar las escaleras de Universal y subirse sin casco a su Kawasaki, el pelo por la cintura: “Era como un caballo árabe de carrera”. A los 22, Demi estaba limpia de alcohol y cocaína.
Con Willis construyeron su fortaleza en Hailey, un pueblo de montañas y río en Idaho. Quisieron que las hijas –la tercera nació en 1994– se críen en un entorno tranquilo. Los paparazzis siempre fueron letales con Demi –como con cualquiera en su lugar, pero ella además tenía una madre que podía vender fotos y declaraciones e incluso llegó a posar desnuda para alguna de esas revistas, parodiando su portada en Vanity Fair–. La inversión en Hailey fue nivel: directamente montar una empresa de bienes raíces. Además, mantenían una casa en Malibú y un pent house frente al Central Park. Son los años de Pulp Fiction, 12 Monos, Duro de Matar 3. Se movían en un jet propio que siguieron compartiendo después de firmar el divorcio en el 2000. Tal el escenario al que llegó el joven actor de comedia Ashton Kutcher en 2003.
Demi se convirtió en actriz con el mismo método que aprendió a vivir: entender la situación, los roles, lo que tenía que hacer. Eso no la hacía menos ambiciosa de progresar, solo más decidida a buscar historias por sus propios medios y colaborar para que los proyectos se hagan. Fueron las películas sin repercusión Pensamientos Mortales (1991), sobre dos amigas y el marido alcohólico golpeador de una (Willis), que intenta violar a la que no es su esposa, y ésta (Demi) le raja la garganta, quiere llevarlo al hospital pero la esposa lo deja desangrar; o La letra escarlata (1995), basada en la novela de Nathaniel Hawthorne, una historia situada en el 1600 donde Demi interpreta a una joven condenada a llevar una A de adúltera colgada en el cuello.
En 1996, poco después del estreno de Striptease, salió por HBO la película Si estas paredes hablaran, tres historias paralelas en años distintos de mujeres cursando embarazos no deseados. Demi fue una enfermera viuda en 1952, embarazada del cuñado. Ahí está la número 1 de Hollywood intentando abortar con una aguja de tejer, en una escena en tiempo real que duele mirar. Fue un proyecto que compartió con Cher, la primera vez dirigida por una mujer. “Fue genial. La relación con la cámara es distinta. No digo que sea mejor o peor, pero hay algo muy distinto entre lo que hace un hombre con la cámara y lo que hace una mujer, una especie de feminismo”, declaró en el momento.
Debajo de todas las piedras
Ella no hace la relación, pero fue Drew Barrymore produciendo una nueva película de la serie Austin Powers quien años después la convenció de volver al ruedo. Después de La teniente O' Neil. De dejar el entrenamiento pero adelgazar. De llegar a perdonar y asistir a la madre en sus últimos días. De otro rechazo de la crítica –al drama psicológico Pasión por vivir (2000)–. De noviar con un instructor de artes marciales. “Estaba buscando una respuesta pero no sabía dónde encontrarla. Leí todos los libros de autoayuda que encontré en la biblioteca. Me reuní con un monje tibetano. Trabajé con un chamán de Nuevo México. Hice venir a una experta en medicina cheroqui para que oficiara una ceremonia en mi casa. Viajé hasta Bután para recorrer montañas y contemplar paisajes increíbles. Organicé un fin de semana en casa con talleres para explorar el poder de la intuición y la intención. Estaba abierta a encontrar la verdad se ocultara donde se ocultara, y busqué debajo de todas las piedras espirituales que encontré en mi camino. Mi trabajo consistía en conocerme, en entenderme, en encontrarme”, recuerda en Inside Out (de adentro hacia afuera).
Llegó el trailer de Los ángeles de Charlie: Al límite (2003), y fue la imagen de su cruce de era, a los 40 años: Demi en bikini subiendo a una Ferrari en la playa, la típica delgadez tonificada de los 2000, el tratamiento de blanco en los dientes. Para Ashton Kutcher, de 25, significaba el regreso a la pantalla de su crush de la adolescencia. Solo que ahora la podía conocer. Y la conoció: era sensible, le gustaba mirar deportes, hacer el tonto, vida social. Él se integró bien a la dinámica ex marido Willis, hijas en edad de ser sus fans, el jet de ciudad en ciudad. Demi estaba convencida de que para entonces veía las cosas con claridad y se conocía perfectamente. Y ahora sentía que estaba con su alma gemela. Se sentía protegida. Llegaron a bromear con la diferencia de edad en Saturday Night Live. Demi lo dice claro: “Retrocedí en el tiempo y empecé a vivir una juventud a su lado, algo que no había podido hacer cuando tenía veinte años”. Se casaron en 2005.
"Rendición", la última sección del libro, es el relato de los años con Kutcher, que incluyeron un embarazo que llegó hasta los seis meses. Es el período de la vida que más disecciona, en honor a todas las terapias de apertura y decodificación que ha hecho. Como tratando de ubicar el karma, ahora que vivía en consciencia: cómo había llegado, a los 50, al estado de inercia, sufrimiento, soledad y sensación de fracaso del que parte en el prólogo. La respuesta son estas memorias, que cerró pasados los 55: su historia, la lógica de su vida. “Conocí a mi mamá por el libro”, dice la hija más chica.
Mientras, en el cine, Demi puede aceptar un protagónico en una comedia gore, y producir una película de Tabrez Noornani sobre dos hermanas caídas en la trata en Mumbai. Pronto aparecerá, con un personaje muy ella, en una serie basada en Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. También le sientan el de la madre gluten free y el de hija temerosa de hacerse cargo de la madre vieja. Y aunque nunca nos cansemos de verla en la escena del torno con Patrick Swayze, o en tacos en una alcantarilla buscando diamantes perdidos, Demi ha demostrado, como en Otro día feliz (2011), a los tonos que puede llegar cuando es tratada con delicadeza.