“La vida siempre te pone una mano en el pecho”, dispara la guionista y directora Alejandra Marino, y la reflexión, que apunta a los tiempos convulsionados que hoy se viven, también se enlaza con la temática que aborda su nueva película: Hacer la vida, donde el deseo de ser y hacer chocan constantemente con una realidad adversa, repleta de represiones e imposibilidades.
Las múltiples vidas que se revelan coexisten en un mismo edificio antiguo de algún barrio porteño. Allí, vive Lucy (Bimbo), quien desea irse lejos de Elisa (Luisa Kuliok), su madre déspota, junto con su pequeño hijo Mick. Cerca de ella, conviven Gabriela (Luciana Barrirero) y Mariano (Joaquín Ferrucci), una pareja joven pero sin sueños compartidos, y Mónica (Victoria Carreras) y Sergio (Darío Levy) que sobrellevan una tensa calma criando como un hijo a su perro Aquiles. Para ellos trabaja Mercedes (Florencia Salas), una joven humilde que de forma inesperada comienza un vínculo de amistad con La Rusa (Raquel Ameri), una inmigrante ucraniana tan frágil como leal que sobrevive vendiendo café, y que atrae a Lorenzo (Pablo Razuk), un hombre solitario y enigmático.
“Era un desafío contar historias corales. Y en este caso, todas tienen que ver con un deseo muy fuerte de conseguir libertad por algún lado, y con cosas que a todos nos pasan en la vida. Todos los personajes saben que no van a conseguir lo que quieren de una manera, entonces piensan qué están dispuestos a hacer para conseguirlo igual”, define Marino, quien empezó a gestar hace siete años este film que finalmente tendrá su estreno este jueves y sábado, a las 22 en la plataforma Cine.ar TV y luego en la plataforma de streaming Cine.ar Play durante una semana, hasta el jueves 16.
La propuesta surgió de una inquietud personal, según confiesa la directora de títulos como Franzie o El sexo de las madres. “En una ciudad tan grande como es Buenos Aires, y en esta convivencia forzada que tenemos, siempre me pregunto cuando veo a un vecino que me cruzo quince veces y no me saluda, u a otro que es excesivamente amable, qué historias hay detrás de sus puertas. Y es gracioso que las historias de la película tengan que ver con personas que, de alguna manera, quieren salir del barrio, mientras yo tengo que estrenar en estos momentos que hay que quedarse en casa”.
- A propósito, ¿qué cambia esta forma de difusión?
- Cuando se hace una película, se piensa en cierta mística que tienen las salas, con su oscuridad y con el hecho de vibrar con gente que uno no conoce. Esa es una forma de ver cine. Y hoy hay otra forma, que es verlo a través de plataformas, y tengo que explorar eso. No puedo negarlo. Yo trabajo con un encuadre que es para la pantalla grande, y en este caso, como no tuve que hacer grandes desplazamientos espaciales de cámara, porque los espacios eran muy pequeños y quería meterme bien en los personajes, algunas escenas tienen una puesta teatral, y creo que va a estar bueno ver eso en plataformas. Pensamos que si bien esta situación es un bajón para todo el mundo, también es una posibilidad de que quien se quede en la casa tenga un estreno para ver. Si una hace una película para que encuentre su público, también lo puede hacer de esta manera. De todas formas, haremos todo lo posible para que cuando esta situación termine nos den una sala para estrenar. Pero este fue el método que se encontró ahora desde el Instituto de Cine para que no se parara el cine argentino.
- Mencionó que es un desafío contar historias corales. ¿Por qué?
- Es un desafío desde muchos lugares. Primero, porque hay que generar una estructura para que la película no resulte una suma de cortometrajes pegados. Además, la idea era que los personajes se fueran imbricando y que formaran una especie de red del destino, y eso implica generar un tono que fuera común en todos los actores y actrices, siendo que cada uno viene desde distintas experiencias y crea distintas tonalidades. Además, este tipo de historias son complicadas porque requieren un presupuesto alto, ya que se necesita más tiempo para rodar.
- Armó para este proyecto un equipo con paridad de género. ¿Cómo fue esa experiencia?
- La experiencia fue sumamente productiva y creativa. Siempre he compartido el set con mujeres en roles como el de maquillaje o vestuario. También me ha tocado trabajar con alguna sonidista, y siempre trabajo con mi montajista que es Liliana Nadal. Pero esta fue la primera vez que tuve un equipo de dirección de fotografía integrado por mujeres. Y fue hermoso porque la comunicación fluía. Yo llegué al rodaje después de siete años de desear este proyecto, e iba a trabajar contenta.
- ¿Qué iniciativas vienen tomando las trabajadoras del cine para replicar esta forma de trabajo?
- Hace dos años empezamos a militar fuertemente la paridad en muchos aspectos, y desde varias asociaciones. Yo estoy en Acción Mujeres del Cine, en Género DAC y en el Frente Audiovisual Feminista que congrega a todas las colectivas. Empezamos, en un contexto muy difícil para nuestro cine con la gestión anterior, exigiendo paridad en los comités, que son los seleccionadores de los proyectos, y eso lo logramos. Y luego empezó el trabajo de empezar a conocernos entre nosotras. Porque cuando una productora grande busca a un director de fotografía, elige a alguien que tiene muchísima experiencia. Y hay muchas directoras de fotografía que como no han tenido oportunidades, no tienen esa experiencia y no pueden entrar a los proyectos. Entonces tenemos un techo de cristal. Los currículum de las compañeras siempre son más gruesos y trabajados porque tienen que demostrar todo el tiempo lo que saben. Y el trabajo no puede ser un privilegio. Se necesita una ampliación de derechos.