“Para Wordsworth caminar no era un modo de viaje sino de ser.” Wanderlust. Una historia del caminar de Rebecca Solnit.

Le hablo por teléfono, de fijo a fijo. Cuando ella lo escucha, ya intuye que soy yo: no hay muchas personas que le hablen al fijo. El otro día me sugirió que podíamos vernos en una videollamada pero no tengo camarita en la compu, ni celu.

Le pregunto: ¿Cómo andan? ¿Cómo la van llevando?

Me cuenta que bien y, a manera de novedad, me dice: Conocí la terraza.

El año pasado cumplió treinta años y hace cuatro que vive en un departamento con su novio. Antes se había ido a vivir sola a un departamento de pasillo. Ella tiene un gato y él una gata. Ahora los cuatro viven juntos.

Qué raro. ¿No conocías la terraza?

Y no, mamá, nunca había subido.

Ellos viven en la planta baja y tienen el lujo de tener patio: es ahí donde tienden la ropa, se distraen, tienen un parrillero y una mesa de jardín.

El departamento era de la abuela de él y, con el patio, heredaron las plantas.

Las plantas de la abuela han resistido todas las modas paisajistas. Son las plantas de la infancia: los helechos, las hortensias, las hiedras, las cascadas. Mi abuela tenía una a la que le decía la “boina de vasco”.

Siempre pensé los patios como un lujo. Ni pensar en un jardín. Pero el patio se puede convertir en un jardín. Yo levanté las baldosas y armé un paraíso.

Cuando los fui a visitar por primera vez, el departamento me encantó por eso. Tenía una ampelosis que se enredaba y cubría la superficie total de los tres pisos de departamentos.

Con el tiempo se la hicieron podar: hay gente que no soporta ser abrazada por la naturaleza.

¿Y qué tal la vista? ¿Se ve el Río?

Creo que el barrio donde vive se llama República de la Sexta y está cerca de lo que antes era el Puerto. O sigue siendo.

La vista bien pero al río, lo tapan unas construcciones.

Ah, yo pensé que se veía o al menos se intuía. La otra vez fuimos a un recorrido por la Biblioteca Vigil y allí donde estaba el telescopio, desde la terraza, se veía el río.

Y ustedes, ¿cómo andan?

Bien, extrañando. A vos y al río.

También extraño las caminatas.

Pero no se lo dije.

Extraño esas largas caminatas que me servían para desenredar las ideas, ventilar la locura y relajarme. El Río siempre ha sido el mejor relajante natural.

Un amigo me prestó Wanderlust, una historia del caminar de Rebecca Solnit y tuve que dejar de leerlo porque me daban tantas ganas de caminar que me hacía mal.

Ya lo retomaré y lo leeré caminado junto al Paraná.

Bueno, los dejo, ya nos veremos.

Sí, voy a ver si alcanzo, en algún huequito de la terraza, a ver o a intuir el río y te mando una foto.

Gracias, te quiero mucho.

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