En el sistema de salud público de la Ciudad de Buenos Aires, el escenario desatado por la pandemia de covid-19 genera situaciones que van en contra de cualquier protocolo. “La falta de personal hace que hoy obliguen a ir a los hospitales a trabajadores de la salud que son población de riesgo: hombres y mujeres mayores de 60 años con enfermedades previas, o jóvenes que tuvieron contacto con personas que llegan del exterior”, asegura Carlos Magdalena, Jefe de Neurofisiología y Epilepsia del Hospital de niños Dr. Ricardo Gutiérrez, en diálogo con Página/12. “Nosotros somos los que estamos más cerca del virus, y en vez de cuidarnos, nos dejan sin respuesta”.
Magdalena, de 62 años, padece de asma bronquial e hipertensión arterial, “algo por lo que hasta la barbarie de la dictadura me tuvo que excluir de la Guerra de Malvinas”, señala. Al formar parte de los grupos de mayor riesgo frente al virus, envió una carta a la Comisión Covid-19 –creada recientemente por el Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires y la Asociación de Médicos Municipales para manejar las licencias–, para pedir que se le permita cumplir tareas a distancia.
“A la mayoría ni siquiera nos contestaron, o te mandan una carta llena de eufemismos que solo suma confusión. No están otorgando licencias médicas, cajonean los pedidos. Y si no tenés la licencia aprobada luego te pueden descontar los días. Y a mí eso también me destruye. No puede ser que haya una comisión discrecional para manejar nuestras vidas”, explica. Además, durante la semana pasada, en el Hospital Gutiérrez Magdalena registró falta de insumos y corroboró que la situación se extendía a la mayoría de los hospitales porteños.
“Hoy en la Ciudad no tenemos los elementos de protección personal para hacer frente a la pandemia. Vamos a estar en la primera línea de batalla y nos quieren mandar con una gomera”, asegura Gabriela Nakamura, enfermera del Centro de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC) Nro. 11, dependiente del Hospital Ramos Mejía. “Necesitamos barbijos, alcohol en gel, guantes, camisolines, y el hospital dice que no tiene, que no nos puede mandar. Si esto sucede hoy, en el distrito más rico del país, no me quiero imaginar lo que pasará cuando llegue el pico. Nos quedan insumos para unos días. Apenas se terminen no vamos a poder atender a nadie más”, detalla.
Sin licencias ni recursos
Entre los colegas de Magdalena, un joven médico que prefiere no revelar su identidad -“por las represalias que seguro va a haber”– se pone como ejemplo de otra situación incierta en este contexto. “Mi pareja llegó a Ezeiza este lunes repatriada desde Canadá, con una escala de cuatro horas en Santiago de Chile. Convivimos en un monoambiente, lo cual es evidente que no permite aislamiento alguno entre nosotros dos. Por este motivo decidimos cumplir ambos la cuarentena. El viernes me llamaron desde la oficina de personal para obligarme a ir el lunes. Si bien por ahora ambos somos asintomáticos, lo que se está haciendo es forzar a ir a los hospitales a convivientes de viajeros sin siquiera hacer los tests necesarios”, explica.
La condición de trabajadores esenciales que hoy tienen los profesionales de la salud puso aún más de manifiesto las condiciones precarias en las que venían desarrollando sus tareas. “Los compañeros te dicen que te vayas, que te inventes lo que sea”, cuenta Magdalena. Entre sus colegas se replican casos de mujeres embarazadas, personas mayores de sesenta años, diabéticas, hipertensas, con cáncer, HIV, con problemas cardíacos y respiratorios que, sin licencias, siguen concurriendo a sus lugares de trabajo.
“Ningún hospital baja los datos de cuántas personas están pidiendo licencias. Lo que sí sabemos es que hoy hay un promedio de edad de 60 años, la mayoría con enfermedades a cuestas. Es una población envejecida donde son muchísimos los que tendrían que tener tareas domiciliarias”, explica Nakamura.
El reclamo de enfermeras y enfermeros
“Enfermería es un recurso humano faltante a nivel mundial. En Ciudad venimos con una pelea fuerte hace dos años para que nos reconozcan en la carrera profesional de salud. Seguimos siendo consideradas administrativas, con un promedio de veinte mil pesos menos de sueldo”, detalla Nakamura.
Las últimas noticias que ella recibió de sus compañeras, a través de los grupos de WhatsApp que comparten, es que muchas estaban siendo retiradas de los hospitales para ser llevadas a los hoteles donde el Gobierno de la Ciudad pone en cuarentena a quienes regresan de países en riesgo. “No sé qué negocio tienen con los hoteles, pero las enfermeras que están allá terminan haciendo de camareras, llevándole la comida a los que están en las habitaciones”, asegura.
Magdalena repite que lo que hoy se necesita es cuidar a quienes corren riesgo y garantizar los insumos de trabajo. “Si hay una situación de sobresaturación como es el de Italia o España, yo voy a ir a trabajar, por una ética que a mí me mueve. Pero esto es completamente distinto. Nos obligan a ir a trabajar para no tomar nuevo personal, en situaciones donde nuestras vidas corren mucho peligro y además podemos aumentar el contagio. Nosotros preferiríamos cambiar los aplausos, que emocionan un montón, por condiciones dignas de trabajo”, advierte.