El amor desmedido por la comediante estadounidense Amy Bryant no es nuevo. Su humor ácido nos conquistó en 2012, cuando participó del primer sketch de tantos en Saturday Night Live. El secreto de su encanto no es el timing de sus chistes, es su desinterés por exagerar la seducción al público. No necesita hacerse la linda frente a la cámara porque sabe que lo es usando una simple camisa leñadora, como en aquel sketch donde Gal Gadot (la Mujer Maravilla) se chapa un buen rato a Kate McKinnon. Shrill, la serie de Hulu creada por ella junto a Alexandra Rushfield y Lindy West, la ubica en el centro del plano luego de interpretar varios papeles secundarios en películas y programas de televisión. No se trata solo de tener su merecido protagónico: Shrill es una obra que se ajusta a sus anchas dimensiones para resaltar sus curvas luego de padecer por más de 30 años tener solo dos opciones de ropa en un set de filmación por ser gorda.

La serie, basada en las memorias de Lindy West, nos hace parte de la rutina de Annie Easton: una joven alegre que debe tolerar día a día las opiniones y sugerencias gratuitas de lxs otros sobre su cuerpo. ¿Cuán agresivo puede ser que unx desconocidx te recomiende la última dieta mágica para eliminar sobrepeso? No sobra el peso, lo que sobra son las opiniones. En el primer episodio, Annie entra a un bar y observa en una cartelera un volante que publicita las clases de una profesora de gimnasia: “Tonya Tonificada”. Como en una película de terror donde el psicópata te respira en la nuca, Tonya Tonificada se le para enfrente y sujeta con fuerza las muñecas de Annie. “Tus muñecas son pequeñas. Tienes una pequeña persona adentro que se muere por salir”, le escupe con impunidad. “No se supone que debas cargar todo ese peso extra. Sé que puedo ayudarte”, agrega reteniendo a su presa. Annie no tiene complejos con su cuerpo, coge, baila, lo disfruta; sin embargo su entorno le hace creer que sí. En los treinta minutos del primer capítulo se expone la pregunta que recorre las dos temporadas de la serie: ¿por qué unx gordx no puede estar feliz con su cuerpo, y debe pedir disculpas a los demás por tener un culo enorme?

A diferencia de otros relatos que profundizan sobre el tema de la gordofobia, Shrill no traiciona a su personaje. Annie no se humilla para hacer reír al espectador ni hace chistes sobre usar bombachas grandes. Eso ya no es gracioso diría Hannah Gadsby. Una de las ideas revolucionarias de la serie es mostrar en pantalla una moda para cuerpos XXL. La diseñadora de vestuario Amanda Needham crea todos esos vestidos, lencería erótica y mallas sexys que mujeres con cuerpos no hegemónicos jamás consiguen en un local de ropa. Amy Bryant contó más de una vez cómo sufría cuando al grabar en Saturday Night Live el elenco tenía cincuenta variantes de prendas para salir a escena pero de su talle solo había dos. Shrill no pierde oportunidad en remarcar esa discriminación social como una cuestión política, proponiendo el cambio desde la misma serie. La protagonista desfila con estampados llamativos, colores chillones, telas brillantes forradas con lentejuelas y trajes de baño de dos piezas que contornean su panza. “Soy yo la que tiene un culo gordo y las tetas grandes, así que yo decido qué hacer”, le grita un día a su amante, quien la obliga a salir por la puerta de atrás de su casa para que no la vean sus compañeros de piso. En uno de los primeros episodios, Annie queda embarazada por accidente. Ella cree que es un error de la prueba de embarazo porque anteriormente tomó la pastilla del día después. “La pastilla del día después es solo para mujeres que pesan menos de 80 kilos”, le dice la farmacéutica con frialdad.

Shrill denuncia sin caer en el golpe bajo ni abrazar la solemnidad la falta de consideración que hay desde las políticas públicas y privadas a los cuerpos gordos. Sin embargo, la protagonista no tarda en rechazar al sistema que la rechaza. Annie descubre pronto que no tiene por qué agradecer consejos que no pidió y que si la gente no se ubica será ella quien lxs ubique. Es ahí donde la serie saca su discurso más aguerrido y necesario: el personaje debe aprender a mandar al carajo a lxs demás para descubrir que no necesita cambiar su cuerpo sino los vínculos. Y cuando se entera de que puede modificar su mundo comienza a planear revolucionar el mundo entero a través de su rol de periodista. Hablando por primera vez del derecho a ser gordx y feliz a pesar de que moleste tanto.