Conseguir un barbijo ya era bastante difícil hace un mes, cuando la OMS desalentaba su uso masivo para prevenir la transmisión del coronavirus. Esta semana, con la recomendación oficial de utilizarlos en la calle, encontrar uno es imposible. El desabastecimiento y el aumento de los precios -un barbijo pasó de venderse a 10 pesos a 50 o 80 pesos por unidad- se impusieron sobre este insumo, estratégico en tiempos de la pandemia, y convertido por empresas e importadores en el nuevo bien con márgenes de extraordinarios de ganancias.
En esta situación, cooperativas textiles y empresas recuperadas están confeccionando barbijos y otros insumos sanitarios, como camisolines, para abastecer a los hospitales. Fabrican varios tipos de barbijos, desde los que por sus materiales son de uso médico a los de utilización comunitaria.
“En la Argentina eran productos en gran medida importados, que antes del coronavirus llegaban a bajo costo y que directamente dejaron de llegar. Nosotros nos propusimos hacerlos de manera seria, hacer un producto hospitalario, porque vimos que enseguida todo el mundo se puso a comprar y aparecieron muchos vivos… hasta nos llamó un pastor evangélico que quería comprar cinco millones de barbijos”, contó a Pagina/12 Joaquín Fernández Sancha, de la Red Textil Cooperativa.
La Red trabaja con la idea de abastecer en la urgencia al Estado. Es proveedora del ministerio de Salud bonaerense y de la gobernación de Salta. “Tenemos que llegar a producir 18 mil barbijos por día. En La Plata estamos trabajando desde el jueves de la semana pasada, vamos sumando cooperativas en La Matanza y otros lugares del conurbano”.
Certificados
La elaboración de barbijos sanitarios implicó a la Red Textil capacitarse en el uso de los insumos y en el diseño de las prendas. Para su producción, pidieron asesoramiento a los técnicos del INTI y pasaron por el proceso de controles de calidad. Sus barbijos y batas son hechos con telas certificadas; luego de terminados, los productos también pasaron por el proceso de certificación de la ANMAT, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica.
“Hay fábricas de telas que ya están autorizadas, la misma ANMAT nos orientó sobre cuáles son las aprobadas. Los vimos trabajar rápido y a la vez seriamente, porque hay que llegar al abastecimiento”.
La importación de ropa descartable dejó su marca en la industria textil nacional, donde faltan las maquinas de costura por termofusión, un mecanismo más rápido que la costura tradicional. Para resolverlo, hubo una ronda de consultas con las universidades nacionales, entre ellas la Universidad de Quilmes y la de Lanús.
De uso comunitario
En la Cooperativa 8 de enero (ex Sport Tech), empresa recuperada que durante años fue fabricante de la ropa deportiva para Adidas y Nike, los trabajadores están haciendo barbijos de uso comunitario, es decir con telas que no son quirúrgicas, como la friselina.
Fernando Castillo, presidente de la cooperativa, aborda el gran tema de las próximas semanas, cómo volver al trabajo sin enfermarse. En el caso de esta cooperativa, los trabajadores que tenían que usar el transporte público decidieron quedarse a dormir en la fábrica para no exponerse. “Viajan sólo los compañeros que pueden trasladarse en bicicleta”, dice Castillo. A los mayores de 60 les pidieron que no fueran a trabajar, y respetaron la decisión de cuidarse de otros integrantes.
Están produciendo coordinados por otra recuperada, Farmacoop, más conocida la ex Roux Ocefa, que el año pasado se convirtió en el primer caso de un laboratorio recuperado. “Sentimos que teníamos que ponernos con el abastecimiento de barbijos porque hay mucha gente que se la está jugando, poniéndole el pecho a la pandemia para ayudar a otros”, apuntó Castillo.
En estos 15 días les pasó que vieron dispararse el precio de las telas: un insumo como la friselina, que les costaba 8 pesos el metro, pasó a estar entre 45 y 60 pesos. “Obviamente, no es que aumentó su costo de producción. El argumento que dan las empresas es que es ‘una cuestión de demanda’”. Castillo razona que es imprescindible un estado regulador. “No un referí que intervenga en una pelea entre dos partes. Acá no tiene que haber ninguna pelea, tiene que haber un estado que fije el precio máximo. Llevar un insumo al doble, de 8 a 16 pesos, ya es mucho... pero ¡¡ de 8 a 60 pesos!!¿Cuánta planta quieren ganar? Estamos de acuerdo en que los empresarios quieran tener ganancias, pero no estafar”.
La Red Textil y Sport Tech no son casos únicos. Hay miles de emprendimientos productivos que, con menos recursos y desde la economía popular, se volcaron a la producción de barbijos y alcohol en gel para los comedores barriales. El sector tiene reflejos rápidos para pelear por necesidades comunitarias y un capital invaluable en mano de obra. Cuando el estado le tiende una mano, los resultados no se hacen esperar.