El sol quemaba en La Habana, ese mediodía de febrero de 2007, cuando el poeta César López empezó a tararear: “Sola, fané y descangayada, la vi una madrugada salir del cabaret”… Cómo se reía de esa suerte de travesura o picardía cubana de ponerse a cantar un tema de Discépolo –a su madre le gustaba el tango- mientras caminaba por las calles empedradas de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, donde se realiza la Feria del Libro, que ese año estuvo dedicada a él, una de las voces más relevantes de Cuba en la segunda mitad del siglo XX, también narrador, ensayista, crítico literario y traductor, Premio Nacional de Literatura 1999. El autor de Tres libros sobre la ciudad murió el martes 7 de abril en La Habana, a los 86 años, según informó el diario Granma.
A López –que había nacido el 25 de diciembre de 1933 en Santiago de Cuba- le gustaba repetir una frase de su admirado Lezama Lima: “La memoria prepara sorpresas”. El poeta cubano sorprendió al público cuando en el acto de apertura de la Feria del Libro de La Habana en 2007 mencionó a un puñado de escritores cubanos del exilio como Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante y Lydia Cabrera, delante de Raúl Castro y el entonces ministro de Cultura, Abel Prieto.
“Hay que reconocer que en lo que Cuba se ha llamado ‘rectificación’ significa consideración y recordatorio de los errores cometidos. Ahora bien: ¿los errores cometidos no estuvieron acompañados de grandes aciertos? Sin la campaña de alfabetización, que ahora se extiende por toda América latina, no hubiera podido realizarse esta feria. No soy yo el que pueda reivindicar; el tiempo dirá la última palabra o no dirá absolutamente nada, que es también una forma de opinar. Ahora éticamente, estéticamente, históricamente, estos creadores pertenecen a la cultura cubana y esa fue mi intención al nombrarlos. Algunos han señalado que mi discurso fue un acto de extrema valentía, pero no creo que haya sido así”, dijo el poeta cubano a Página/12.
López estudió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana y obtuvo el doctorado en Medicina en Salamanca, pero nunca ejerció porque su pasión por la literatura lo llevó a escribir y enseñar en universidades cubanas y en otros países como Escocia, Italia y Francia. Ejerció como cónsul de Cuba en Glasgow (Escocia) y también trabajó como jefe del departamento consejero para Europa Occidental en el ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba. Colaboró en las revistas cubanas Ciclón –fundada por el dramaturgo cubano Virgilio Piñera-, Revolución, Pueblo y Cultura, La Gaceta de Cuba, en la mexicana Siempre y Parva, en la colombiana Vanguardia y en la británica Poor Old Tired House.
Entre los libros que ha publicado se destacan Silencio en voz de muerte (1963), dedicado al revolucionario cubano Frank País; Apuntes para un pequeño viaje (1965), Primer libro de la ciudad (1967), La búsqueda y su signo (1971), Segundo libro de la ciudad (1971), Quiebra de la perfección (1983), Doble espejo para muerte denigrante (1991), Seis canciones ligeramente ingenuas (1992) y Paisaje, panorama (2007). “En los años ’60 hubo campos de reclusión, no solamente de homosexuales, sino también de religiosos, de personas opositoras al régimen. Muchos escritores reaccionamos y escribimos denunciando esto. En Segundo libro de la ciudad, hay un poema que denuncia la existencia de estos campos. Naturalmente, el libro estuvo prohibido hasta 1988 en Cuba, pero se publicó en España en 1971, aunque también fue censurado por el franquismo –recordaba López uno de los errores del pasado-. Hay un proceso de comprensión y de rectificación por parte de la línea cultural de nuestro país que me parece saludable. Tenemos que insistir con la verdad, pase lo que pase”.