Hacer la vida      5 puntos

Argentina, 2019.

Dirección y guion: Alejandra Marino.

Duración: 103 minutos.

Intérpretes: Luisa Kuliok, Victoria Carreras, Raquel Ameri, Florencia Salas, Luciana Barrirero y Joaquín Ferrucci.

Estreno en Cine.ar Play y Cine.ar TV, hoy jueves a las 22 horas.

El aislamiento social impuesto en gran parte del mundo genera nuevas dinámicas de proximidad, un cambio de paradigma en las relaciones entre pares que obliga a pensar qué hay detrás de esos seres hasta ahora anónimos que comparten las veredas del barrio. Alrededor de esa situación urbana se mueve Hacer la vida, la nueva película de la directora y guionista Alejandra Marino (El sexo de las madres, Franzie), que se verá desde hoy en la plataforma Cine.ar Play y se emitirá esta noche y el sábado (en ambos casos a las 22) en Cine.ar TV, en el marco de “Programa de estrenos nacionales durante la emergencia sanitaria” lanzado por el Incaa la semana pasada.


El epicentro físico de la acción es un edificio antiguo ubicado en algún lugar de la Ciudad de Buenos Aires. Allí confluyen varios hombres y mujeres aquejados por sus propias batallas internas y cuyos caminos se cruzan una y otra vez durante los poco más de 100 minutos de metraje, en lo que una estructura narrativa típica de los films corales. Y como suele ocurrir con ellos, el resultado es dispar, acorde al interés que pueda despertar sus maneras de enfrentar las situaciones que les tocan en suerte. En el caso de Luci, por ejemplo, a su desempleo debe sumar la responsabilidad de cargar con su hijo ante la ausencia del padre. Tampoco la tiene fácil ante una madre tarotista (Luisa Kuliok) que la oprime aun cuando no quiera.

A apenas un par de puertas de distancia vive Lorenzo, un hombre solitario y con algunos gustos sexuales que coquetean peligrosamente con la violencia de género, como bien descubrirá la Rusa (que en realidad es ucraniana). Ella, a su vez, se hace amiga de la joven Mercedes (Florencia Salas), que llegó desde su Tucumán natal con lo puesto y ahora trabaja en la casa del matrimonio compuesto por Mónica (Victoria Carreras) y Sergio (Darío Levy). La buena posición económica, sin embargo, no llena el vacío de ella ante un deseo de maternidad no concretado. Un vacío acrecentado frente al inesperado embarazo de Mercedes. Por ahí también anda una pareja joven sin demasiado en común más allá de la habitación compartida, preludio de una bifurcación de caminos que asoma en el horizonte del relato.

Marino describe estos recorridos prestando especial atención al cuidado emocional de sus personajes, a quienes les da el tiempo necesario para que expresen sus malestares tanto del presente como aquellos que acarrean desde siempre. Aunque los haya de mayor y menor importancia, todos reciben el mismo respeto de una realizadora preocupada por la suerte de quienes los padecen. El problema es el mismo que suele aquejar a una porción importante de películas corales: el desarrollo dispar de algunos personajes, la heterogeneidad en el registro de las interpretaciones, que abarcan desde la contención más introspectiva hasta el costumbrismo explosivo de la televisión de los ’90 y la inevitable mecanización de un relato que, aunque noble, no logra invisibilizar la mano de quien lo traza.