En tiempos en los que el corona virus encierra a las mujeres en sus casas, a merced de los violentos, es correcto recordar cómo empezó la lucha contra la violencia sexual y familiar en el nivel oficial, del Estado y del gobierno.
El principio me lo contó Aníbal Fernández desde su escritorio del Ministerio del Interior, una mañana en la que yo había concurrido, asombradísima, a una cita con él, que había programado la doctora Silvina Zabala quien ocupaba un cargo clave en ese Ministerio.
--Mire Eva -comenzó Aníbal- el presidente (Néstor Kirchner) está furioso y preocupado por los hechos de violencia.
El hecho que sacudió al entonces presidente había sido que un sujeto había violado a una mujer y a su hija, una niña de 12 años, a la que abandonó en su fuga, dándola por muerta, al igual que a la madre. Pero la niña vivió para denunciarlo: había sido un vecino del consorcio en el cual vivían. El sujeto fue detenido.
”Entonces -continuó Aníbal- yo quiero que usted con su equipo (yo no tenía ningún equipo. Era docente en la UBA, en el posgrado de violencia familiar) forme una brigada para que atienda inmediatamente a estas víctimas; para que no las interrogue la policía sino ustedes y después inicien la causa, las lleven al hospital y les apliquen el protocolo contra el virus del sida y el riesgo de embarazo”. Yo escuchaba absorta. "También quiero que me redacte una nueva ley de violencia familiar porque la que hay no sirve y además en las provincias no se aplica”. Me atreví a abrir la boca para responder: "Yo no soy abogada… Me contestó: "Pero tendrá muchos amigos en quienes confiar. Póngase ya". Y añadió: "Y por fin cree otra brigada contra la prostitución infantil. Estamos hartos de que cuando viajamos a las provincias se nos ofrezcan chiquilinas de doce años y algún atorrante se aprovecha de eso…” Me atreví a interrumpirlo: "Eso es muy difícil. Es una lucha que continúa en el mundo porque está apoyada por los gobiernos y la policía…" Respondió: "No importa, vamos a intentarlo. Usted invente esa brigada. Tiene el apoyo de toda la policía para las brigadas que vaya a crear”. Me atreví entonces: "Ministro, lo que está haciendo falta es una ley contra la trata”. “Bueno, ¡hágala! Y empezamos”. Yo continuaba sin entender qué estaba sucediendo. Hasta que, mirando la pantalla de su computadora me dijo, mientras se ponía de pie y se calzaba el saco :”Baja el presidente para saludarla”.
Me levanté de la silla y pensé: ”No estoy vestida para recibir a un presidente”. Pero el presidente no llegaba solo, lo acompañaba Alberto Fernández con quien me abracé por una historia que habíamos compartido.
Kirchner nos observó sorprendido y luego mirándome me dijo: "¡Qué bien se la ve!” y me preguntó por mis chicos (ambos adultos). "Vea Eva, quiero decirle que no se aguanta más esta violencia, haga todo lo que haya que hacer. Ya se lo dijo este ministro a quien le pedí que hablara con usted. Y quiero todo lo que él le dijo. Vamos a ir fuerte contra la violencia”, propuso.
Al contarlo, no podría jurar que fueron las palabras textuales, pero sí que sostenía todo lo que Aníbal me había propuesto. Tenía que crear dos brigadas, una contra la violencia sexual -que implicaba la familiar dada la recreación de la ley de violencia familiar-, y otra contra la prostitución llamada infantil. También tenía que redactar esa ley e inventar una acerca de la trata de personas.
El presidente me trataba como si yo fuera una antigua conocida. Continuó una breve conversación que habrá durado quince minutos. El presidente añadió: "Vea Eva, estoy muy contento y orgulloso que ahora trabaje con nosotros, vamos a ir para adelante”. Me dio un beso (muy difícil porque era muy alto) y él y Alberto se fueron.
Aníbal se quitó el saco, Silvina y yo, nos sentamos. Aníbal me preguntó: "¿Y… qué dice?” Le respondí con la primera insolencia de las que habría de avanzarle en los años siguientes: ”¿Qué quiere que diga?... El presidente acaba de decirme que trabajo con ustedes”.
A partir de allí debo haber utilizado largamente mi imaginación hasta que me di cuenta. Kirchner había sido gobernador de Santa Cruz y yo editorializaba en el diario Río Negro, fundamental en la Patagonia. Seguramente había leido varios de mis artículos de manera que le resultaba una vieja conocida ¿por qué me llamó Aníbal? Probablemente Silvina Zabala me conocía o por lecturas o por declaraciones vinculadas con las violencias y mi nombre fue el primero que le apareció.
A partir de allí comencé a redactar el Programa Las Víctimas contra las Violencias, pero la urgencia estaba en las brigadas contra la violencia sexual y familiar que habían sido los pedidos explícitos del presidente y de Aníbal.
De manera que, con carácter de brigada, pensando en la intervención de la polícía en ambas, el gobierno, el Estado inauguraba su lucha oficial contra ambas violencias. Así fue cómo el número 137, que logré obtener como identificación para la brigada de violencia sexual y familiar, constituye un pedido de Néstor Kichner.
En la gestión anterior -entre otros obstáculos- nos obligaron a anular la palabra brigada y reemplazarla por Equipo, no fue grave.
Resultó difícil que la policía renunciase a interrogar a las víctimas, pero actualmente no pueden hacerlo si previamente no han llamado al 137 para que nos ocupemos nosotras de las víctimas.
Entonces, desde octubre del año 2006, el 137 no sólo atiende por teléfono gratuito los llamados de las víctimas. También va a buscarlas a sus casas o al lugar donde se encuentran para transladarlas a hacer la denuncia y luego encontrarle un lugar seguro para refugiarse mientras el juez dictamina las medidas para contener al violento, que pueden ser diferentes entre sí. Este número ahora federalizado mantiene su ritmo y su característica esencial: actúa en urgencias y emergencias
En estos días en los que las víctimas quedan a merced de los atacantes, el 137 transita las calles durante las 24 horas transportando un policía, una trabajadora social y una psicóloga, como fue el diseño inicial que redacté hace tantos años cumpliendo con el pedido de aquel presidente.