El reporte fue dado por el ministro de Salud, Luiz Mandetta, quien permanece en su cargo contra la voluntad del presidente Jair Bolsonaro y con el respaldo de los militares
. Mandetta insistió con el pedido a los brasileños de "no relajar" las medidas de aislamiento que Bolsonaro se encargó de boicotear.
Mandetta remarcó que el aislamiento es "el único método efectivo" para enfrentar la pandemia y solicitó "mantener la calma" frente a los dramáticos números de contagios y muertes. Con el control fáctico del Ejército sobre el Gobierno, el titular de la cartera de Salud señaló que se decidió que los hospitales de pequeños municipios, poco afectados por el coronavirus, quedeN reservados para pacientes "que tengan una menor complejidad", mientras que los hospitales de las grandes ciudades atenderán "casi totalmente" a los pacientes alcanzados por la pandemia.
Además, el ministro informó que el gobierno firmó el primer contrato con un grupo de empresas nacionales que fabricarán respiradores con el objeto de sustituir las compras a China, cuyas fábricas no dan abasto ante la elevada demanda mundial.
El desafío más grande del gigante sudamericano, con 200 millones de habitantes, se ubica en las favelas, donde viven millones de personas hacinadas y sin recursos para hacer frente a la pandemia. En este contexto, las mayores favelas de Brasil se vieron obligadas a contratar ambulancias, fabricar sus propias máscaras y crear una red solidaria para hacer frente a la pandemia.
En Paraisópolis, la segunda barriada más grande de San Pablo, se aferraron a la autogestión para evitar que la pandemia penetre en los sinuosos laberintos de casas de que concentran a unas 100.000 personas en condiciones muy precarias.
Los cortes de agua son habituales desde las 20 hasta las 6 del día siguiente, mientras las máscaras y el gel desinfectante se han convertido en artículos de lujo. Mientras, los contagios aumentan cada día y, según el Ministerio de Salud, lo peor está por llegar.
Ante la falta de las autoridades públicas, algunas de las principales favelas de Brasil, donde viven 13 millones de personas, 6% de la población del país, crearon la figura del "presidente de calle". Se trata de un vecino voluntario que se encarga de vigilar y dar apoyo a las 50 familias de su entorno más próximo.
Ellos son los encargados de dar la voz de alarma si alguno de los vecinos de su zona presenta síntomas de coronavirus y alertar al equipo médico contratado, según la agencia de noticias EFE. Sin embargo, los líderes vecinales no saben por cuánto tiempo podrán mantener esa estructura sanitaria, pues su costo diario equivale a unos 1.000 dólares.