Desde París
Detrás de la puerta espera otra calamidad. La primera, la de la pandemia, sigue cada día con su metrónomo devorador de vidas humanas. 424 personas murieron en las últimas 24 horas en Francia para un total de 12.210 fallecidos. Con subas y bajas irregulares de los porcentajes de personas infectadas, el confinamiento decretado el pasado 17 de marzo por el gobierno del primer ministro Edouard Philippe y prolongado luego por dos semanas más no terminará el 15 de abril, sino que será prolongado.
Recién el lunes próximo se conocerá la regulación de esta extensión. El presidente francés, Emmanuel Macron, se dirigirá por tercera vez a la nación para exponer las próximas medidas y, seguramente, ahondar más en la incierta perspectiva del futuro. Esa es la otra puerta. El gobierno francés prevé una caída del 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a lo largo de 2020 y ya admitió que el país ingresó en la zona de recesión.
El plan de urgencia inicialmente previsto para apaciguar la crisis se multiplicó ahora en más del doble: pasó de los 45 millones de euros iniciales a 100 mil millones de euros. El Banco de Francia calculó que por cada quincena de confinamiento se perdía un PIB equivalente al 1,5 por ciento. François Villeroy de Galhau, el gobernador del Banco de Francia, apuntó que este es el dato más nefasto que afecta al PIB desde la II Guerra Mundial.
Desde hace ya un par de semanas, cada hogar puede constatar lo que significan esas cifras. A partir del 12 de marzo hasta ahora, 5,8 millones de personas se encuentran en desempleo parcial, lo que equivale a una de cuatro personas que trabajan en el sector privado. Por cada trimestre en esta situación, el Estado interviene con un costo de cerca de 20 mil millones de euros. Tampoco hay en el vecindario geográfico una locomotora a la cual engancharse, ni una Europa Unida.
Alemania, la primera economía de la zona euro (Francia es la segunda) también va por el mismo camino con pronósticos que cifran en un 4,2 por ciento el descenso del PIB alemán. Sólo durante el segundo trimestre, el principal socio de Francia perderá 9,8 por ciento del PIB. No existe por el momento ninguna visibilidad. Como todos los países del mundo, los dirigentes franceses navegan en varias temporalidades distintas: la gestión sanitaria e inmediata de la pandemia, las medidas urgentes de cara a la crisis económica que ello acarrea y el trazado de alguna línea para el futuro. Como todo está supeditado a la contabilidad diaria de la pandemia, ver a largo plazo es una ficción. El ministro francés de Economía, Olivier Véran, anticipó incluso que aún no se ha llegado “a la cima de la pandemia”.
En términos tajantes, los ministerios concernidos por la crisis derivada del coronavirus estiman que la mitad de la economía está parada. El Instituto Nacional de estadísticas y estudios económicos (Insee) da pruebas de la misma perplejidad. La humanidad se confronta también a dos temporalidades: la diaria, con el aislamiento social, y el “qué vendrá después”. Hay una variable que complica las conjeturas sobre el hipotético fin de la crisis: ¿cómo reaccionarán los consumidores ?. ¿Se volcarán, al igual que antes de marzo 2020, al consumo masivo o el susto y la reflexión que hayan sacado de esta pandemia los incitarán a la prudencia ?. Julien Pouget, jefe del departamento coyuntura del Insee, prevé que “la recuperación de las costumbres de consumo no serán instantáneas”. Todos los sectores del consumo han sido castigados. El consumo alimentario, por ejemplo, pese a que antes del confinamiento hubo un alza importante cuando la gente invadió los supermercados, ahora ha perdido el 35 por ciento de su actividad. El transporte terrestre retrocedió en un 64% y el aéreo en un 94 por ciento.