La pandemia producida por el virus COVID-19 ha tenido un elevado impacto a nivel mundial. Las necesarias medidas de aislamiento adoptadas han reducido en forma drástica los flujos de personas, incidiendo fuertemente en las actividades más habituales, desde el trabajo y la educación hasta el esparcimiento. Se ha contraído la actividad económica, se han deteriorado los indicadores financieros, y también se han agravado las condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables. Además, todos enfrentamos situaciones de angustia y sufrimiento, producto de la soledad, la incertidumbre y la imprevisibilidad.

Este episodio seguramente continuará en los meses por venir y se extenderá al año próximo. Pero es esperable que ceda paulatinamente por el creciente nivel de inmunidad de la población y la eventual aparición de vacunas. Así ocurrió en pandemias anteriores.

Es prematuro anticipar qué huellas dejará en nuestra historia la pandemia del COVID-19. Desde la Cátedra Abierta Plan Fénix deseamos hacer llegar algunas reflexiones que consideramos relevantes para enfrentar esta coyuntura crítica.

Fragilidad

La pandemia ha puesto de relieve la fragilidad de las propias sociedades desarrolladas. Ello es así porque se han interrumpido circuitos productivos y culturales que son vitales para el normal funcionamiento social. Estas interrupciones solo pueden ser breves (hablamos de algunos meses, como máximo) so pena de enfrentar un colapso, con derivaciones imprevisibles. 

El elevado nivel de vida de que disfrutan los países de desarrollo alto y medio alto  -impensable hace 2 siglos- es en parte el fruto de aceitados mecanismos de coordinación y cooperación, que se renuevan permanentemente. Estos mecanismos pueden verse fácilmente mellados. Contrariamente a las sociedades del pasado, hoy somos extremamente dependientes el uno del otro.

Alguna vez se dijo “La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales”. Pero hoy se ha puesto de manifiesto que nuestra sociedad está lejos de ser un mero conglomerado al que los individuos ingresan o egresan por su propia voluntad y conveniencia. 

La pandemia nos llama brusca y brutalmente a la realidad: sólo actuando como sociedad podemos enfrentarla. Esto debe fundarse en la identidad social y la pertenencia, algo que jamás podrá surgir de la mera agregación de los individuos que persiguen solo sus intereses individuales. 

Los mercados no construyen conciencia de lo colectivo. Son otras las instancias: las formas asociativas que surgen en el ámbito de la sociedad civil y el Estado. Esto no niega el valor de la libertad individual pero sí desacredita las utopías individualistas o libertarias. Como se dijo hace mucho tiempo atrás, somos animales políticos y vivimos en sociedad.

Cuando se cierne una amenaza como la actual pandemia deben ser convocados los mecanismos de acción colectiva. La respuesta que podremos dar como sociedad será en esencia la que construirán el Estado y el asociativismo, organizando a los actores de los mercados.

Como se ha señalado repetidamente, el desmontaje de mecanismos de acción estatal, llevado adelante por muchos gobiernos en el mundo, ha quitado capacidad para generar esa respuesta. Así vemos explotar el desempleo en los países con menores instituciones protectoras del trabajo, como así también colapsar los sistemas de salud y de protección y seguridad social.

Hoy, nada menos que un país como Estados Unidos carece de un verdadero sistema de salud pública, capaz de hacer frente a la pandemia a partir de una estrategia centralizada y operable. Éste es el costo que se paga por transformar lo que alguna vez se denominaba el “Sector Salud” en un mero “mercado de la Salud”, un mercado como cualquier otro mercado.

Asistimos también azorados a discursos que una y otra vez priorizan la economía por sobre la vida en base a contabilidades que incluyen muertes como meros costos a incurrir. Se ha llegado incluso a negar que existe una amenaza seria. Estos voceros, para sostener negocios privados, hacen además hincapié en que los sectores más afectados por la desaceleración económica son los menos favorecidos. En situaciones de normalidad ellos nunca expresaron preocupación por asegurar niveles de vida decentes para toda la sociedad.

La realidad se ha impuesto a esos discursos. Hemos visto más de una vez cómo actores políticos de primer nivel que los suscribieron han debido revisar drásticamente sus posturas en plazos que se miden en semanas, reconociendo la gravedad de la situación. Es así como se han instrumentado mecanismos contracíclicos de expansión tanto fiscal como monetaria de dimensión extraordinaria.

Demanda agregada

La Argentina ha salido tempranamente a enfrentar la pandemia. Ha habido algunas hesitaciones y errores pero el curso general ha sido correcto, básicamente por la decisión temprana de limitar la difusión y aun la llegada de la infección.

Esto no impide -al igual que en otros países- que se escuchen voces pidiendo la rápida normalización de las actividades para revertir la fuerte contracción verificada en las últimas semanas. También aquí se argumenta que las restricciones para circular implican quitar el acceso al sustento de quienes no cuentan con un ingreso regular desde sus hogares y se hallan en situación de alta precariedad y vulnerabilidad.

No ignoramos la importancia de este argumento (más allá de la discutible legitimidad de algunos de sus voceros). Pero, además de que un eventual colapso sanitario también tendrá un elevado costo económico, el imperativo ético de proteger la vida debe prevalecer sin incurrir en contabilidades sombrías. 

Es el Estado quien debe trazar un camino y garantizar los medios y recursos que permitan sostener las situaciones críticas, sin afectar lo que se ha logrado hasta el presente en términos de contención de la pandemia. La vía que se ha comenzado a recorrer -el subsidio directo a los sectores menos protegidos y el apoyo a empresas pequeñas y medianas- es adecuada.

Ante la preocupación por el impacto fiscal de las medidas adoptadas -no han faltado agoreros que anticipan una hiperinflación, por la expansión del gasto- entendemos que es lícito y pertinente recurrir a una sobretasa sobre la tributación directa y en general sobre los impuestos a los sectores con más capacidad de defensa ante la actual coyuntura.

Esta vía tiene además la innegable ventaja de sostener la demanda agregada, aun cuando es menester verificar que las restricciones a la actividad no se constituyan en cuellos de botella.

La deuda

La Argentina enfrenta además, en estos días difíciles, la reestructuración de su deuda. Al respecto, cualquiera sea la vía que se encare, la prioridad no pasa por una reestructuración rápida y completa a cualquier costo. La experiencia muestra una y otra vez que estos procesos llevan tiempo y así será posiblemente en esta oportunidad. 

Una vez más, se requiere una postura firme que evite compromisos a la postre incumplibles. Los mercados financieros han sufrido pérdidas cuantiosas en estos días. Es la consecuencia de asumir riesgos y de prácticas que han llevado sistemáticamente a la sobrevaluación de activos financieros. El caso de la Argentina deberá ser entendido y tratado en este contexto. 

No está demás recordar que la Argentina no es un país pobre y no carece de capacidad de ahorro, de manera que puede lidiar con un período de escaso financiamiento externo.

Por sobre todas las cosas, el esfuerzo que haremos al enfrentar la pandemia debe ser encuadrado en una visión estratégica que apunte a la resolución de los obstáculos estructurales que han impedido que la Argentina ponga su potencial en marcha. El racional desarrollo de los cuantiosos recursos primarios y la profundización del desarrollo industrial y de los servicios modernos son ejes que deben constituirse en referencias ineludibles, enmarcando las acciones de corto plazo.

Cerrar la brecha social que genera profundas desigualdades es un objetivo central dentro de esta visión estratégica. Todas las familias deben encontrar un lugar formalizado de inserción laboral, de acceso a la salud y educación, y contar con un ingreso que les asegure la formación de alguna reserva. Además de ser un justo derecho, se mejorará su resiliencia a la hora de enfrentar situaciones complejas como la actual.

Este episodio demanda templanza y celeridad. Hemos visto hasta aquí una respuesta positiva de gran parte de la sociedad a los llamados a limitar el contagio y combatir la pandemia. Es nuestra esperanza que salgamos fortalecidos como colectivo social para enfrentar los desafíos que nos esperan cuando la pandemia haya concluido.