El 10 de septiembre de 2017, Alejo y Muphasa decretaban vía YouTube el fin de El Quinto Escalón. El 11 de noviembre de ese año, con un cierre cargado de emociones en el Estadio Malvinas Argentinas, no solamente se terminó la competencia de rap callejero hispanoparlante más grande de la historia: con aquella final entre Wos y Dtoke también se cortó una etapa en la vida de YSY A. Así se hacía llamar ahora Alejo Acosta, quien por el hip hop y las batallas había dejado de cursar en el Huergo, convencido de que nadie podría construir su camino mejor que él. Había organizado esa competencia desde los 13, y ya todos los raperos de Argentina y el panal latino le chocaban el puño. Pero durante los últimos meses del “kingto” su cabeza ya estaba en otra parte.
El cambio fue tan drástico que aquel día no sólo decidió dedicar su vida exclusivamente a la música sino que se prometió no ver nunca más una batalla de freestyle. Ahora, YSY A apura la respuesta cuando esa palabra entra en la pregunta: “Para serte sincero, no vi nada. Nunca, nunca, nunca. No debo haber visto ni 20 segundos de corrido de la FMS, jamás. Por ahí me crucé un video en Instagram y me dio curiosidad, y a los 15 segundos me acordé por qué no miraba más”, revela.
“No comparto, no me gusta; siento que están haciendo lo mismo que cuando tenía 15 años y estábamos en la plaza. El mismo flow, las mismas rimas, la misma vibra, las mismas caras. Cuando me fui de El Quinto, cuando yo decidí que se cortaba, ya sentía que estaba todo trillado, que no había hambre en los pibes. Y lo digo sin personalizar, porque yo tampoco tenía ganas de estar ahí”, sigue el trapero de 21 años. Así empezó la segunda etapa en su vida pública, acunada entre las cuatro paredes de “La Mansión”, la casa de Parque Centenario que compartía con Duki y amigos.
Juegos, trap y dos cabezas humeantes
Publicado el 11 de noviembre de 2018 –justo un año después del cierre de El Quinto–, Antezana 247 no sólo marcó su despegue como cantante de trap solista, fue además el diario de tiempos de descontrol y creatividad junto a su amigo Duki, con quien también, sumado a Neo Pistea, formó #ModoDiablo. “Siento que se podría sacar mucho más jugo del rap en Argentina”, dice. “Hoy, a más de dos años del fin de El Quinto, invito a los pibes a que escriban música e intenten hacer una carrera. La música es algo que de verdad va a durar, y yo quiero tener discos que se escuchen por años. Escucho a Julio Sosa, al Flaco Spinetta, gente que está muerta pero cuya música va a ser eterna. El freestyle es un entretenimiento, como una pelea de boxeo. Yo apunto a hacer algo más grande todavía: un movimiento histórico”.
Una ambición gigante se desprende de las palabras de YSY A , que probablemente no esté tan interesado en las primeras líneas de este perfil como en las que retratan el presente. “Que no se malinterprete, por El Quinto guardo un aprecio enorme, fue la ventana para que muchos de nosotros tuviéramos voz y cara. Lo veo como a una esposa con la que viví un montón de años, y nos divorciamos: te guardo todo el aprecio pero no pienso más en vos, no meto más el dedo en la llaga.“
Con él como una de las cabezas más calientes, el trap argentino no sólo copó boliches, también desembarcó fuerte en la última edición del Cosquín Rock. “Buenísimo que nos integraron. Fue como decir: ‘Esto somos nosotros, ésta es nuestra ropa, ésta es nuestra voz, así me muevo en el escenario, así canta la gente mis letras. Este es nuestro mundo’”. Ni dos meses después de aquel show, para que la cuarentena no termine de cortarle las piernas, Alejo compone y busca mantenerse en forma en su casa. “Hago mucha música y después veo cuándo sacarla, soy meticuloso con los lanzamientos, no me gusta subirla porque sí, con una fotito, porque estoy manija. Puedo estar meses sin subir nada, planeando la jugada. Esta cuarentena es muy sobrenatural. Si me paso todo el día con la computadora, cuando termine el mes voy a estar como un chancho, entreno para estar a tono”, cuenta.
Trabajo, familia y búsqueda
La tercera etapa en la vida de YSY lo tiene plenamente productivo, como uno de los líderes del movimiento, habiendo editado Hecho a Mano el día de su pascua personal –el 11 de noviembre de 2019–, y consciente de que cuando le toca acariciar a la bestia, siempre lo hace a contrapelo. Aquel 11/11 de 2017, sus palabras finales fueron el germen de lo que estaba por venir: “Confíen en sus proyectos, confíen en sus cosas, transmitan buena energía, cuiden a su familia”, pidió. “Mi familia es el mejor sponsor que puede tener un artista. Con la llegada de mi hijo, hace cuatro años, me afiancé muchísimo y comparto todo lo que puedo con ellos, aprendí que los tengo que disfrutar. También entendí la diferencia entre la gente buena y la mala, aunque suene absurdo”.
¿En esa depuración hubo una clave?
--Ni hablar. Se te acercan millones de personas, de las cuales 999 mil no tenían buenas intenciones, eran amigos del campeón. Cuando estás en un boliche, o re pasado con esa gente, cuando no hacés lo que tenés que hacer, perdés esa energía. Pero si no salís un viernes a romperte la cabeza, el sábado podés comer con tu familia y disfrutarlo. Entendí que podía poner esa energía en mi música y mi familia, y le di más fuerza y madurez a lo que hago. Por eso Hecho a mano no es un disco que hable de reviente sino de estar activo, no dormido ni nublado. Quise transmitir lo que estoy viviendo.
El título y el disco como concepto, incluso la ausencia de feats, sugieren una postura poco habitual en este contexto, ¿qué hay detrás?
--Trato de ser disruptivo. Está todo muy digitalizado, virtualizado. El disco habla de estar en la calle haciendo lo que tenés que hacer, no babeándote frente al celular. Por otro lado, vivimos un momento de puros singles, de música para algoritmos. Es muy loco porque la música parece enaltecida y empoderada, pero en realidad la hacen para algoritmos, para contactos. Desde mi lado, siempre voy a buscar romper con eso y contagiar a los demás.
También cambió cómo te mostrás...
--Entendí mi postura como portavoz, no sólo en la canción uno tiene que dar sus mensajes, también en sus apariciones públicas. Si la gente me viera en Instagram todo pasado, drogado, quebrado, incitando a hacer eso, no sentiría que estoy haciendo una buena vida. Tomé el control, trato de transmitir que salgan a laburar, a hacer historia. Al principio algunos se ofendían, me decían que era un creído, un gorila; después entendieron que estaba alejado del mundo político. Te estoy diciendo, de humano a humano: “Wacho, no estés tirado en la cama con el celular una hora cuando te despertás. Lavate los dientes y salí a hacer lo que tenés que hacer”. Ahora me lo agradecen.
El trap ocupó el lugar de bandera generacional por defecto que el rock dejó vacante, ¿cómo lo ves?
--Es un cambio generacional, la música evoluciona y la gente nueva se siente representada. Me imagino que los rockeros no le preguntaban a Julio Sosa por qué el tango no atraía más a los jóvenes. Si decís que el rock es del siglo anterior y el trap es de éste, más gente va a virar hacia lo nuevo. Sumado a que estamos haciendo un buen trabajo, saciando la demanda. Por mi parte, busqué mejorar mi mensaje, mejorar qué era YSY A, qué es YSY A, qué bandera lleva, qué cartel representa, qué palabras usarías para hablar de YSY A.
¿Qué tiene el trap?
--Lo bueno del trap es que facilita las cosas para el que quiere hacerlo. Si querías ser rockero, tenías que comprarte tu instrumento y todos los aparatos, y conseguir a tres o cuatro monos que hubieran hecho lo mismo. Acá hay pibes que con una netbook del Gobierno están haciendo música, ¿entendés? Desde tu casa podés prácticamente hacer un disco y subirlo a internet, hasta lo podés monetizar. Al pibe que quiere hacer música, le presentás el trap y se vuelve loco. A los sellos multinacionales también, porque es muy sencillo explotar un nuevo artista: lo juntan con un productor y ya está. Eso hace que el cambio sea rotundo y no tenga vuelta atrás. Al trap se le va a pegar un género nuevo, porque la rueda sigue. El rock dio lo que más tenía para dar. No digo que no tenga más para dar, pero sé que no va a ser la nueva ola. Imposible. Hasta yo, que también intento hacer tango, sé que tampoco va a ser la nueva ola. Acá la nueva ola tiene que ser otra. Por ahora lo más nuevo y más predominante que hay es esto.
¿Cuándo te enganchaste vos?
--Hace unos 4 ó 5 años. Lo primero que escuché fue de Estados Unidos: Kendrick Lamar, Travis Scott, Future. Acá predominaba el freestyle y los que hacían música hacían boom bap, rap común y corriente. Había muy poca gente haciendo trap, como Neo Pistea, Obi Wanshot o Malajunta. Yo tenía 16, el rap me encantaba con locura pero sentía que ya estaba todo hecho. Cuando escuché la primera canción de trap, dije: “¡No te puedo creer, estos negros la rompieron!”. Duplicaron el patrón musical, y con eso el espacio para meter rimas. El trap es una locura, técnicamente, porque el patrón que te daba 5 segundos, ahora te da 10. Me enamoré, pero tampoco me aferro. Estoy haciendo trap porque es lo que quiero ahora, pero si en el tiempo que sea tengo la posibilidad de hacer un género nuevo y dejar el trap, lo voy a hacer. Como ya lo vengo intentando, mezclando el tango, el house, el trance, la cumbia, ahora voy a sacar unos reguetones. Hago trap porque quiero, no porque sea lo único que puedo hacer.
El trap parece tener, además, una cultura que lo respalda…
--Sin dudas. La cultura es el hip hop, el trap es solamente una evolución musical. Hablo de Argentina, porque en Estados Unidos sí fue una evolución cultural. La teoría indica que tenés que ser un negro estadounidense que vive en un barrio pobre; que tenés armas, vendés drogas, tenés putas, tenés todo. Ese sería el “concepto del trap“. Yo no estoy ahí, yo hago música trap. Sí estoy en la cultura hip hop, que es lo que me mueve desde que empecé El Quinto Escalón. La cultura del movimiento, del respeto, de la igualdad. El hip hop es lo que me mantiene, me hace estar activo, con respeto, y empoderado en la autogestión, siempre.
Antes dijiste que buscabas redefinir las palabras que usarías para hablar de YSY A. ¿Cuáles serían?
Hoy creo que son trabajo, familia y búsqueda. Si antes me preguntabas lo mismo, cuando saqué Antezana 247, sin ir más lejos, eran otras. Las letras cuentan que yo era otra persona. Estaba viviendo desenfrenadamente, a mi manera, que no está mal… no está nada mal. Si no hubiese pasado por eso, no sabría lo que sé hoy. No hay que ser ignorante, hay que aprender de todas las cosas que te pasan en la vida.