El cine rosarino tiene películas por estudiar. Aparece alguna más o menos olvidada, y con ella historias que producen sentidos nuevos, dibujan contextos, y prefiguran a los cineastas del presente. Por ejemplo, Al Faro. Fue una producción de Amebas Absorventes, grupo que en los ‘80 integraban Iván Marino, Pablo Rodríguez Jáuregui, Pablo Romano y Esteban Tolj. Fue rodada alrededor de 1986, con dirección de Jáuregui y protagónicos de Marcos Buchín, Iván y Gabriel Marino, Daniela Peccia, Romano y Nora Schejtman. La música y el diseño sonoro fue de Juan de Tomas, y en la supervisión general figura Pascual Massarelli. Buchín es quien la rescató y compartió en redes (https://vimeo.com/95275901?fbclid=IwAR0DyoV7dIKvFi5pMKfxP3k6PxNa7Yl4Q34hdmIeq4dZy8Qq3Qzh8TKSpqc ).
Aun cuando Jáuregui diga que “no la volvería a ver”, lo cierto es que mejor es acercarse a este film –sí, es un film de verdad: rodado en Súper-8- para encontrarse con su cine de montaje, de una textura sonora y musical sobresaliente, en sintonía con el derrotero de un grupo de jóvenes supervivientes. Están en medio de no se sabe bien dónde, con una señal de radio como guía, al encuentro de una casa abandonada. Hay destrozos, fuego, carne cruda. La violencia reemplaza a la palabra. Son los ’80, vale recordar.
Según Pablo Rodríguez Jáuregui –hoy animador de trayectoria y director de la Escuela para Animadores-, “con Esteban Tolj (también animador y dibujante de dilatada trayectoria) habíamos hecho cuatro trabajos en animación, en Super-8, desde que entramos en la IPA (Instituto Provincial de Arte “José Pedroni”, luego Escuela Provincial de Cine y TV). Con Pascual Massarelli hicimos un cuento de Enrique Medina, Las hienas, con pretensiones de denuncia social; y con Mariana Wenger también hicimos dos cortos. Pero después me toca la colimba, 14 meses en la Fuerza Aérea en Paraná. Adentro de la colimba escribí el guión de Al Faro, y en la salidas de los francos me escapaba a Rosario. Los que nos fuimos intempestivamente de la IPA habíamos armado el grupo Amebas Absorventes, donde estábamos Pablo Romano, Iván Marino, Tolj y yo. Después, cuando conseguí salir de la Fuerza Aérea, armamos el rodaje éste. Simultáneamente iba juntando rollitos de Super-8, duraban 2 minutos cada uno y la película dura media hora. Imaginate, debimos filmar por lo menos el doble”.
En cuanto a la organización de aquel grupo, Pablo Romano –hoy reconocido documentalista- cuenta que “nos habíamos ido de la Escuela de cine porque lo que queríamos era estudiar y filmar, y sentíamos que allí no podíamos hacerlo, era algo que no se pudo encontrar. No nos dejaban sacar los equipos porque nos decían que no sabíamos filmar, y nosotros les decíamos que sí, que era verdad, y que por eso los necesitábamos. Teníamos que sacar la cámara subrepticiamente, con algún docente con el que teníamos onda. ¡Esos primeros errores que cometí al filmar no me los olvido más en mi vida! Así creamos el CRAC (Centro de Realización de Acción Cinematográfica), junto al regente de la escuela, Pascual Massarelli, que también se fue. Nos juntábamos a estudiar y a filmar, así hicimos varios trabajos, y de esa manera nació el grupo Amebas Absorventes. Cuando surge hacer Al Faro y encontramos la locación, nos íbamos a filmar mientras pasábamos tres o cuatro días en una casa sin luz. Hicimos algo que hoy sería imposible, porque es una bestialidad las cosas que hicimos, como comer carne cruda. Fue una película punk. Cuando estoy subido al techo, ¡no me maté de pedo! O cuando se incendia el campo, fue un delirio. Nos enteramos de que lo iban a prender fuego y se decidió que sea parte de la historia. Nos organizamos, comenzamos a filmar, y en un momento el fuego se fue de control, el calor con el maquillaje nos hacía arder la cara”.
"Fue una película punk. Cuando estoy subido al techo, ¡no me maté de pedo! O cuando se incendia el campo, fue un delirio". Pablo Romano
De acuerdo con Jáuregui, “se filmó en el campo de un tío de Iván Marino –hoy residente en Barcelona-. Éramos pibitos de veintipico de años. El campo estaba a una hora y media de Rosario, íbamos en un bondi lechero, nos bajábamos y caminábamos dos kilómetros para adentro”. Por su parte, Marcos Buchín –hoy librero de referencia- cuenta que se unió al rodaje como actor a partir de su amistad con Romano: “hacer esa película fue una gozada total. En un campo en la zona de Casilda creo que era, en una casa vieja, vivimos allá unos días. Lo lindo del rodaje fueron muchas cosas que hicimos, como comer carne cruda o la escena de quemar un campo. El incendio hizo que el maquillaje se derritiera y terminó cercándonos, tuvimos que salir cagando. Otra vez que salimos cagando fue cuando uno se hizo el gracioso con un machete frente a las vacas, comenzaron a corrernos y nosotros con el trípode al hombro”.
“Eramos todos muy jóvenes, vanguardistas y revolucionarios, pero en las negociaciones el tema era ¿quién usa los lentes negros?". Marcos Buchín
Buchín confiesa que sí, que “éramos todos muy jóvenes, vanguardistas y revolucionarios, pero en las negociaciones el tema era ¿quién usa los lentes negros? La decisión fue: uno se queda con los lentes y el otro con Daniela (Peccia), que era la protagonista. Había una cuestión muy adolescente (risas). Pero al mismo tiempo hay recursos expresivos muy válidos. La veo ahora y no me avergüenzo de lo más mínimo. Ni siquiera es algo paródico. Se sostiene”. “Fue la experiencia punk que habíamos pensado y fue hermosa. En ese momento, a Pablo (Jáuregui) le interesaba el cine de ficción con actores. Y yo te podría decir que gracias a Esteban (Tolj) y Pablo pude conocer algunos autores que comencé a amar, como John Carpenter, Stuart Gordon y John Ford. Hubo un cine clase B que me parece inspiró a Al Faro, estábamos fascinados con eso, y yo también trabajé bastante en la producción”, agrega Romano. La referencia cinéfila, Jáuregui la completa: “En ese momento estaba viendo a Walter Hill –Calles de fuego, The Warriors-, Mad Max, me interesaba hacer ese tipo de cosas, esas cuestiones medio apocalípticas, cine de acción, de montaje, acción física, travellings y grúas, pero no teníamos ni para el bondi (risas). De los 30 rollitos de Súper-8, 15 estaban vencidos. Era moviola con cinta scotch, y como venían revelados quedaban”.
Al Faro se presentó en el festival de UNCIPAR 1987 en Villa Gesell y ganó el premio a la mejor banda de sonido original, “era como la entrega de los Oscar del subdesarrollo y de plástico. Era muy lindo el clima de los festivales, la gente se peleaba y gritaba”, recuerda Buchín. Romano es quien aporta el dato último y de relieve: la cámara con la que se filmó Al Faro fue comprada a Juan José Campanella.