“Usar el financiamiento monetario podría dañar la credibilidad para controlar la inflación. También podría generar una situación insustentable para el balance de la entidad y no es compatible con las metas de inflación que buscan los bancos centrales independientes”. Estas fueron las palabras de Adrew Bailey del 6 de abril en The Financial Times. Bailey es el presidente del Banco Central de Inglaterra.
La frase podría haber pasado desapercibida en otro momento pero no en medio de la crisis sanitaria mundial. Tres días más tarde la autoridad monetaria de Inglaterra anunció un programa sin precedentes para financiar en forma directa los gastos del Gobierno con emisión monetaria. La medida permite al Tesoro tener recursos en el corto plazo sin necesidad de ir al mercado a colocar nuevos bonos.
El Financial Times, el medio de finanzas más importante del mundo, dedicó una nota extensa a esta situación explicando el cambio de enfoque e intentando mostrar que el país se enfrenta a dificultades impensadas antes de la pandemia. El dinero de la emisión monetaria se depositará en una cuenta especial del Gobierno y se usará para financiar el programa de protección de empleo.
Este programa es una medida para enfrentar el impacto de coronavirus en el mercado laboral e implica que el sector público cubrirá el 80 por ciento del costo salarial de los trabajadores suspendidos. El único requisito es que la fecha de contratación del empleado haya sido previa al 28 de febrero. La medida contempla los salarios de marzo y en principio tendrá la extensión de tres meses pero podría extenderse por el tiempo que sea necesario.
La decisión del Banco Central de Inglaterra recibió elogios y críticas de distintos economistas conocidos a nivel mundial. Los ultra conservadores repitieron una frase hecha asegurando que esta medida puede convertir a la economía inglesa en Zimbawe. Los analistas con algo más de sentido común plantearon que es un recurso válido ante la magnitud de la crisis y advirtieron que el principal desafío es asignar en forma eficiente este dinero.
La idea que el Estado tiene que “hacer lo que sea necesario” (whatever it takes) para enfrentar los efectos de la pandemia se transformó en la guía de las últimas semanas. Existe cierto consenso de que esta no es una crisis normal y por ello el rol del sector público exige políticas monetarias y fiscales originales. La pregunta es cuántos (y de dónde saldrán) recursos serán necesarios.
Es posible hacer algunas cuentas simples para intentar cuantificarlo. Por ejemplo los cálculos que pueden hacerse para Estados Unidos son potentes. Se estima que la producción de marzo fue un 30 por ciento menor respecto de lo que hubiera sido en la situación sin pandemia. Puesto en otras palabras: este es el valor agregado que la economía norteamericana dejó de generar el mes pasado.
A su vez se estima que un 33 por ciento de las empresas y de los asalariados perdieron gran parte de sus ingresos a lo largo del mes. La cuenta es directa. Se necesita cubrir al menos el 10 por ciento del valor agregado de marzo en una situación sin pandemia para compensar a los asalariados y emprendedores que dejaron de recibir ingresos por el parate de la economía. El cálculo proyectado a un año implica cubrir el 10 por ciento del PIB. No es raro que las estimaciones de déficit fiscal para Estados Unidos en 2020 hayan elevado el rojo de las cuentas públicas del 4 al 14 por ciento del PBI.