Pertenecen a dos mundos distintos. Representan dos maneras diferentes de concebir el objetivo social con que se fundaron los clubes. El primero es una sociedad anónima: el poderoso Manchester City. Tiene un dueño mayoritario, Mansour bin Zayed Al Nahyan, miembro de la familia gobernante en Emiratos Árabes Unidos que lo compró en 2008 por 360 millones de euros y ahora vale 4.360 millones. Un jeque cuya fortuna supera los 30 billones de dólares según el diario español Marca. El otro es Lanús, una asociación civil sin fines de lucro made in Argentina, alejadísima de los valores con que se maneja la Premier League. Sus dueños son los socios: un empresario, un docente o el almacenero del barrio. Unos 27 mil que hoy pagan su cuota. El coronavirus puso a prueba cómo se gestiona la solidaridad en tiempos de pandemia. Ese valor que conserva un significado indiscutible aun en el capitalismo más salvaje. Los que menos tienen suelen dar más.
Mientras el propietario de la SA inglesa le cobraría una suma millonaria al estado británico por utilizar su centro de convenciones londinense donde se montó un hospital, al sur del Gran Buenos Aires Lanús armó en sus propias instalaciones un centro médico de reserva a costo cero para el municipio local. Por ahora colocó sesenta camas donde antes estaba su histórico gimnasio de básquetbol y un microestadio más moderno. Es tan solo una parte de lo que hace, como centenares de instituciones deportivas en la Argentina que no olvidan sus orígenes y los objetivos para el cual fueron creadas.
El dueño del Manchester City y sus accionistas estarían ganando entre dos y tres millones de libras esterlinas mensuales con el alquiler del Centro de Exposiciones ExCel ubicado en los docks situados al lado del río Támesis en un predio de 400 mil metros cuadrados. Se lo ceden al estado inglés que lo utiliza a través del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido como un hospital provisorio de 4 mil camas. La información fue divulgada por el diario The Sunday Times en una nota especial que firman cuatros periodistas.
El uso del potencial para referirinos a la noticia que dio el medio británico – y que muchos otros replicaron durante los días siguientes – se debe a que la Compañía Nacional de Exposiciones de Abu Dhabi (ADNEC, por sus siglas en inglés), la propietaria del ExCel, desmintió que le cobrara al gobierno de Boris Johnson por la cesión del predio. “Para que quede claro, el beneficio siempre ha sido lo más alejado de nuestras mentes”, comentó Humaid Al-Dhaheri, el director gerente de ADNEC. El Manchester City es primo hermano de esta sociedad. El 14 de febrero pasado la UEFA lo castigó con dos temporadas de inactividad en las copas europeas y a pagar una multa de 30 millones de euros por violar el fair play financiero. Inflaba los ingresos de patrocinio y le inyectaba al club dinero cuyo origen no podía acreditar.
Las miserias que muestra en tiempos de pandemia la Premier League, dejan en una zona gris la propia desmentida de la compañía que pertenece a la familia de Mansour bin Zayed Al Nahyan. Según el periodista Chas Newkey-Burden de The Independent, los cráneos de la liga más rica del mundo ya están planeando para el verano europeo un mega-evento de TV a puertas cerradas. No quieren devolver 762 millones de libras esterlinas en derechos que ya cobraron y tienen en sus tesorerías.
También aporta dos datos más: que el presidente multimillonario del Tottenham, Daniel Levy, un economista egresado de Cambridge y con fama de tacaño anunció que les reduciría el 20 por ciento del salario a 550 empleados que tiene en su club en abril y mayo, aunque él embolsó 7 millones de libras esterlinas en 2019. Liverpool licenció a sus trabajadores – los que no juegan – para reducir gastos, pese a que sus dueños del Fenway Sports Group presidido por los estadounidenses John Henry y Tom Werner se la llevaron en pala en 2019. Lo consiguieron gracias a la Premier League que ganó el equipo de Jürgen Klopp y al éxito de los Red Sox, el equipo profesional de béisbol estadounidense con sede en la ciudad de Boston y que logró la serie mundial de 2018, sancionado por la MLB de EE.UU porque la obtuvo con malas artes.
Separados por un abismo de las SA
Las coordenadas para entender cómo funciona el fútbol inglés de las SA son de una galaxia que no se corresponde con el mundo más terrenal de los clubes que se extienden por el mapa de Argentina. Lanús es un exponente de las capas medias en nuestro popular deporte. No integra el grupo de asociaciones civiles de mayores ingresos (Boca, River y el resto de los grandes), pero tampoco está en el lote de abajo. Se caracteriza por el orden de sus cuentas y la obra social que despliega en su zona de influencia.
Durante la pandemia y en plena cuarentena cuando todos los clubes ven sus ingresos reducidos a casi nada, Lanús transformó su gimnasio Arturo Rellán -donde jugó por décadas al básquetbol- en un hospital de campaña. Por medio de la fundación del club, la empresa de insumos eléctricos Genrod, que colabora con aquella desde hace años, donó ochenta camas. Unas cuarenta y cinco ya se colocaron en el centro sanitario provisorio montado en la sede social, Lanús le donó veinte al hospital vecinal Narciso López y quince empezaron a ponerse en el microestadio Antonio Rotili, el más grande de los dos que tiene la institución.
El club no empezó ayer a colaborar con este nosocomio de Lanús Este. Lo hace desde 2017. Recaudó 4 millones de pesos para el sector de neonatología en noviembre pasado durante una gala solidaria. Juntó a unas quinientas personas en el complejo polideportivo donde se encuentra su estadio de fútbol La Fortaleza. El mismo predio que hoy está completamente vacío y donde no quedaron ni los pibes de las divisiones inferiores que vivían en la pensión y hoy están en sus casas. El presidente del club Nicolás Russo y el de la Fundación homónima, Alejandro Marón, coinciden en que “el compromiso del club Lanús en este delicado momento es total y absoluto”. También lo es en otras instituciones como Rosario Central, Newells, River, Boca, Racing, San Lorenzo, Huracán, Banfield y las que sumaron su aporte solidario después de que empezó la cuarentena. En la ciudad de Luján se unieron cuatro clubes del partido para juntar alimentos y repartirlos entre los más necesitados: Flandria que juega en la Primera B, Luján de la C, Luján Rugby Club y el Luján Tenis Club.
Las asociaciones civiles sin fines de lucro son campeonas de la solidaridad y no necesitan los millones de las SA para demostrarlo. Están siempre dispuestas a ayudar y eso incluye a los clubes de barrio, el eslabón más débil de la cadena. Dan de comer a chicos y abuelos, juntan ropa y alimentos, contienen a los vecinos, cobran una cuota social apenas simbólica y encima sobreviven con nulos ingresos. “En Europa no se consiguen” decía Rubén el Ratón Ayala en una publicidad de 1975. El goleador de San Lorenzo tenía razón aunque se refería a una marca de botines de la época.
Los clubes argentinos no se venden, contribuyen a la comunidad y cuando fueron administrados por una SA, terminaron como Blanquiceleste. O sea, en manos de Fernando Marin el empresario amigo y funcionario del ex presidente Mauricio Macri que se asoció con una offshore inscripta en Liechtenstein y también un jeque. Se llama Mohammed Hussein al Amoudi, pasó por Racing como una sombra y tiene 73 años. Es etíope y, como Mansour bin Zayed Al Nahyan, el dueño del Manchester City, billonario.