Las sociedades no son meros tableros de ajedrez en los que las piezas se muevan según reglas predeterminadas.
El funcionamiento automático es sólo previsible en las maquinarias y los mecanismos.
La ilusión de la manipulación de todas las variables ha sido la ilusión de déspotas y élites desde la Antigüedad, pero siempre hubo y hay fisuras e intersticios por los que se cuela lo imponderable.
De hecho, se han derrumbado imperios que parecían eternos. Este presente de crisis mundial pone en evidencia las contradicciones con las que los jerarcas nos obligan a convivir.
Algunas mascarillas, las protectoras, son útiles ante la pandemia del Covid 19 y a la par, las máscaras de los ocupantes de poltronas gubernativas se van agrietando.
La demagogia aflora.
No falta en esta coyuntura el mandamás que clama por convocar a la población a cumplir con los tributos. Tampoco falta el cagatintas que desde su despacho incita a mantener "la normalidad" con métodos más o menos persuasivos que derivan en compulsiones.
El Estado presente, vocifera desde la TV un periodista.
También el capital y toda su maquinaria guerrera continúan presentes. Bien sabemos que esa omnipresencia deja marcas en los cuerpos. La inocultable lucha de clases no se suspende por catástrofe sanitaria.
Carlos A. Solero