Cuando pienso en recomendar cine, pienso en dos geografías: una es el terror, un género denostado, pero por el que tengo una obsesión, que quizás la arrastre desde la infancia, de los sábados en calle Córdoba con mis viejos y mi hermana mayor, sentados frente al televisor de nuestra habitación y comiendo pizza de “La dagor”. Así esperábamos las 12 de la noche para ver “Viaje a lo inesperado”.
La otra geografía, gustos que vienen con la adultez, es aquella donde la mirada es una proyección profundamente sensible del mundo, donde cada encuadre es un poema, más allá de que toda la producción lo sea. En ese territorio, entre muchas películas maravillosas, hay una que no deja de conmoverme, aún en la repetición: La vida secreta de las palabras (2005), de Isabel Coixet. Quizá la admiración de la catalana por otro faro intelectual, John Berger, la hayan dotado aún más de esa sensibilidad: en todas sus películas hay una referencia al autor. En esta, aparece en la habitación de uno de los personajes Modos de ver (Ways of seeing, 1976), un libro que revolucionó la forma de contemplar el arte, su historia y sus procesos de producción y reproducción. Y no es casual esa referencia, como nada lo es en el cine de Coixet. Hanna (Sarah Polley) es una enfermera hipoacúsica que es contratada para cuidar, en una plataforma petrolera, a Joseph (Tim Robbins) un hombre que está quemado y ciego, temporalmente, por un accidente.
Así, desde el primer encuentro hasta el último, derribando los muros del silencio y de la reticencia, entre el dolor físico y la desconfianza, se irán contando sus historias y enamorándose, tratando de sobrevivir, de compartir mundos desmoronados y cuerpos rotos, para transformarse una vez más y seguir viviendo. Como cualquiera que vuelve a ver una pintura después de conocer su historia, no será lo mismo lo que tengan por delante en el regreso al continente. Igual que Berger, existe en Coixet esa forma tersa y dulce de contar la tristeza más desgarradora, la soledad y la tragedia. De yapa, Javier Cámara, Daniel Mays, la impresionante Julie Christie y Eddie Marsan, construyen papeles sólidos, que no desentonan con el clima de melancolía y humanidad que habita la película. Una gema. Un trago de pinot noir. Una poesía visual.
La vida secreta de las palabras, disponible en YouTube.