Stirling Moss murió un domingo silencioso, con los motores de todas las categorías del mundo apagados a raíz de la pandemia de Coronavirus, en lo que fue la última paradoja de una vida que tuvo muchas. Aun hoy el británico ostenta el record de haber sido subcampeón de Fórmula 1 cuatro veces consecutivas (entre 1955 y 1958), las tres primeras secundando a su gran rival y amigo Juan Manuel Fangio, sin jamás sumar un título. Es, además, el piloto no campeón con más victorias (16, cifra superior a la de la mitad de quienes sí se probaron la corona) y kilómetros como líder de un Gran Premio, y el segundo con más pole positions y récords de vuelta. Volante versátil como pocos, ganó 212 de las 529 carreras en las que participó, incluyendo las míticas 24 Horas de Le Mans y tres GP de Mónaco. "Estuvo maravilloso hasta el final. Simplemente se cansó y cerró sus hermosos ojos. Eso fue todo", dijo al diario británico Daily Mail su esposa Susie. Con 90 años, Moss se había retirado de la vida pública en 2018 para hacerle frente a la enfermedad causada por una infección en el pecho.
Con él se va el último baluarte de una generación conocida como "Gentlemen Drivers", la misma que llegó a la Fórmula 1 durante la década de 1950, años en los que predominaba la deportividad por sobre la idea de triunfar a como dé lugar. Como muestra vale recordar lo ocurrido en el Gran Premio de Portugal de 1958, cuando el propio Moss fue a pedirles a los comisarios que le devolvieran el segundo puesto a Mike Hawthorn luego de haberlo desclasificado por retornar al asfalto en sentido contrario tras un despiste. “Yo hubiera hecho lo mismo. Era la forma más rápida de salir de la zona de peligro en una curva sin visibilidad", argumentó ante los comisarios en aquella ocasión, aun sabiendo que dilapidaba la posibilidad de llegar a la cima del torneo. Dos carreras más tarde, Hawthorn se consagró campeón por apenas un punto. Desde entonces Moss es conocido en el mundo motor como el "Campeón sin corona", una idea que la Reina Isabel II se encargó de materializar nombrándolo Caballero en el año 2000.
Nacido en septiembre de 1929 en Londres, Moss tenía apenas 21 años cuando llegó a la parrilla de la F1 de 1951, una precocidad que se explica por haber crecido en una familia por cuyas venas no corría sangre sino nafta. Papá Alfred, por ejemplo, era dentista pero también un piloto aficionado que incluso llegó a correr las 500 millas de Indianápolis en Estados Unidos, mientras que su hermana Patricia incursionó en torneos de rally. En 1948 arrasó en el campeonato de Fórmula 3 al imponerse en doce de las quince competencias, para luego competir en la F2 durante los dos años posteriores y, finalmente, llegar a la categoría máxima en 1951. Al principio no fueron fáciles las cosas frente a colosos de la talla de Fangio o el italiano Alberto Ascari, y recién en el GP de Bélgica de 1954 subió por primera vez al podio.
El pase a una escudería de punta como Mercedes en 1955 lo llevó a conseguir su primera victoria y un par de segundos puestos, culminando la temporada detrás de su compañero de equipo Juan Manuel Fangio, con quien trabó una amistad basada en un respeto mutuo que se extendió durante décadas. "Era imbatible, pero también una persona muy especial, siempre amable y educado, un hombre muy cercano, alguien humilde que sin embargo alcanzó la grandeza. Nunca decía nada malo de nadie ni tampoco hablaba sobre lo bueno era. Aprendí mucho, y jamás hizo nada fuera de norma cuando éramos compañeros de equipo. Siempre actuaba con sentido ético, ser vencido por Fangio era más placentero que ser vencido por cualquier otro", diría el británico años después.
Retirado Fangio de la actividad a mediados de 1958, Moss sumó ese año su último subcampeonato, luego encadenó tres terceros puertos consecutivos y, finalmente, se retiró de la Fórmula 1 a fines de 1961 para continuar pilotando en otras categorías. Pero en 1962 sufrió un grave accidente en el circuito de Goodwood que lo dejó un mes en coma y otros seis meses más con el lado izquierdo del cuerpo paralizado. Consciente del peligro de la disciplina, abandonó las pistas para convertirse en comentarista de la cadena norteamericana ABC, desde donde se mantuvo vinculado al automovilismo durante décadas. Condecorado por la FIA con la Medalla de Oro por su contribución con el deporte motor, también fue, como Fangio, representante de Mercedes Benz, cuyo actual director deportivo en la F1, Toto Wolff, lo catalogó en sus redes sociales "como una figura enorme, uno de los sobrevivientes de una época en la que el automovilismo tenía mucho peligro y bravura, pero también camaradería". Luego escribió: "Pero sobre todo lo recordaremos por una deportividad impecable. No es exagerado decir que nunca más veremos a alguien como él".