Apenas supera los 30 y ya es una de las autoras más leídas de (y por) una generación. Si se le pide que se describa, Tamara Tenenbaum dice que le gusta explorar “nuevas posibilidades” y que todo lo que hace “tiene que ver con escribir”. Como si no quedara claro: en el último año publicó El fin del amor, un ensayo que se transformó en un éxito editorial y que ya está versionando en formato de serie bajo producción de la cadena MGM. También debutó en teatro con la dramaturgia de una obra que cuando afloje la pandemia se verá en escena en el Cultural San Martín. Ahora, tras la repercusión de su anterior libro, acaba de publicar uno de cuentos llamado Nadie vive tan cerca de nadie (emecé), un título que resuena fuerte por estos días de “aislamiento social”. “Todo formato que sea escrito me convoca a querer saber cómo se hace, aunque por supuesto tiene que haber una idea detrás que me caliente”, asegura la autora, licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires.
En rigor de verdad, Nadie vive… precede a El fin del amor, sólo que fue publicado después. El compendio de cuentos obtuvo en 2018 el premio “Ficciones” del Ministerio de Cultura de la Nación, organizado con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges. En ese momento el jurado dijo respecto a Tenenbaum y su obra: "Hay una voz singular en los relatos de Nadie vive tan cerca de nadie y una manera de terminarlos que resulta muy atractiva. Cada cuento tiene su secreto empedernido, su forma del desasosiego. Voces encerradas en un pequeño laberinto de deseo. Los personajes y las situaciones narrativas, un poco corridos, fuera de foco, están muy bien construidos".
En libro aparecen varios temas: el judaísmo, la familia, la amistad, la muerte, el amor y hasta las tareas de cuidado, tema que le interesa mucho a la autora, también militante y referente feminista. “Empecé a escribir cuando supe del consurso. En ese momento tenía un solo cuento y la frase que da nombre al título, que es una reversión de otra que me gustaba. Quería que todos los relatos hablaran de esa frase, que es rara y hasta contradictoria porque lo de cerca y lejos es relativo y siempre vivís cerca y lejos de alguien. Empecé a escribir buscando qué implicaba esa idea y así surgieron los universos del libro”, cuenta a Página/12.
-La dificultad en los vínculos que plantea el libro hacen pensar que el “distanciamiento social” que se vive por estos días es bastante previo a la cuarentena y bastante permanente…
-Es así, es algo que la precede muchísimo. Un idea que circulaba antes de la cuarentena era que las tecnologías nos hacían estar más solos, nos desvinculaban, contribuían al desencuentro. Y ahora vemos que son el único modo de contacto que tenemos. No trato en mis libros ese tema de las redes porque no me interesa, porque creo que el encuentro es algo alusivo desde siempre, antes incluso de ellas. Hay algo que de por sí es difícil y complicado desde siempre respecto al encuentro. No es que antes la gente se encontraba y ya, no, nadie lo hace. Por eso no envidio las amistades o los amores de mis padres o abuelos. La imposibilidad del encuentro es algo radical del ser humano y no tiene solución.
-¿Entonces a qué vínculos se está condenado?
-A unos en los que siempre falta algo y que no terminamos de entender. Siempre habrá cosas que no fluyen y que no suceden, y eso es por la imposibilidad de poseer y de ser el otro. A eso estamos condenados, a ese deseo que nunca se va a resolver.
-Tu anterior libro también hablaba de vínculos y fue un éxito absoluto de ventas y crítica, con siete ediciones en pocos meses y elogios por doquier. ¿Aparece alguna presión vinculada a eso respecto a este nuevo libro?
-Por supuesto que en algún lado aparece. Me siento más observada, sobre todo en la idea de que en la editorial empiezan a mirarte distinto y a tener otra expectativa, más allá de que mis editores jamás me quemaron la cabeza con el tema ventas. La realidad es que lo del otro libro me sorprendió mucho, no es algo que instalé como expectativa de mi vida porque mis ganas de escribir no tenían ni tienen que ver con vender. Claro que ayudó en lo económico, pero tengo claro que en la Argentina no es fácil ser rico por esto y que voy a tener que seguir trabajando de otras cosas para vivir. Además, este es un libro de cuentos y hace varios años que la ficción vende menos que la no ficción, así que supongo que la presión tiene peso en algún lugar pero no me interpela tanto. Escribo lo que puedo escribir y lo que me sale.
-¿Primero un ensayo y ahora ficción. ¿Qué exploraste con cada género?
-Son búsquedas re distintas. El ensayo tiene que ver con la argumentación y con organizar. Yo escribo y voy organizando mis ideas y mi cabeza, y pienso que así voy ayudando a otros también a hacer lo mismo. Se relaciona con unir lo desunido y mostrar vínculos teóricos que no se veían antes. La ficción para mí tiene que ver con lo contrario, con desorganizar, con extrañarse, con desarmar relaciones entre cosas y entre temas que siempre dimos por sentadas. Te permite ahondar en cosas cotidiana y enrarecerlas, meterte en otras cabezas, explorar ciertos sentimientos y ver hasta dónde te lleva la pluma. En definitiva, son dos formas de investigación.
-Alguna vez también hablaste de la ficción como un descanso del “yo”. Sin embargo, el último cuento del libros es autobiográfico. ¿Por qué está ahí en medio de otras historias?
-En principio, lo incluí porque cuando tenía que presentarme al concurso del cual participé con el libro no llegaba a los caracteres pedidos y no tenía más historias. Entonces agarré un pedazo de una novela autobiográfica que estaba escribiendo y me pregunté qué pasaba si convertía un capítulo de eso en un cuento. Cuando después se publicó el libro comercialmente podría haberlo sacado, porque la editorial ya no me pedía caracteres como requisito. Pero lo pensé y decidí dejarlo porque me pareció interesante contar mi historia como si fuera cualquiera, entre un montón de historias ficcionales. Incluso pienso que sigue siendo un poco un descanso del yo, porque le saco el peso a esa historia y da igual si es mía o no.