En el día de Pascua, el papa Francisco envió una carta a quienes nombra como sus "queridos amigos" de los "movimientos y organizaciones populares" de todo el mundo y en la que señala que "tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan". Jorge Bergoglio sostiene que esa retribución debería ser "capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos". En la misma nota el Papa invita a los movimientos populares a pensar en el "día después" de la pandemia y a trabajar en favor de un "proyecto de desarrollo humano integral" basado en "las tres T: tierra, techo y trabajo".
En su misiva el Papa comienza recordando los dos encuentros que mantuvo con los representantes de los movimientos populares, dos de ellos en el Vaticano y un tercero en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Y señala que hacer memoria de esos momentos "me hace bien, me acerca a ustedes, me hace repensar en tantos diálogos durante esos encuentros y en tantas ilusiones que nacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hicieron realidad". Por eso, dice Francisco, "ahora, en medio de esta pandemia, los vuelvo a recordar de modo especial y quiero estarles cerca".
Aludiendo a que muchos se han referido a la pandemia con metáforas bélicas, el Papa le dice a sus interlocutores que "si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más armas que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo".
Sostiene Francisco que "a las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado. Tampoco ustedes tienen los recursos para realizar su función", a pesar lo cual, los "poetas sociales" como designa el Papa a los movimientos populares, "desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos".
Analizando la realidad de quienes integran los movimientos y organizaciones sociales Francisco reconoce que "muchas veces no se los reconoce como es debido porque para este sistema son verdaderamente invisibles" y "se los mira con desconfianza" porque pretenden "superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico".
Dice también el Papa que si bien "muchas veces mastican bronca" al ver las desigualdades que persisten para sostener privilegios "no se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común".
Se refiere Francisco además a la tarea invisible de quienes trabajan en movimientos populares "sin aparecer nunca en los grandes medios". Pienso, dice el Papa, "en las personas, sobre todo mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Tampoco (son reconocidos) los campesinos y agricultores familiares que siguen labrando para producir alimentos sanos sin destruir la naturaleza, sin acapararlos ni especular con la necesidad del pueblo".
Refiriéndose a los aislamientos forzados que demanda la pandemia del Covid-19, el Papa reconoce que es "difícil quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo". De igual manera, señala, "para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones". Y nuevamente reconoce que "ustedes (de los movimientos populares) están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas".
Al reiterar que Dios los tiene en cuenta y los recuerda, el Papa felicita y agradece "de corazón" y espera que "los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad". Porque, sigue diciendo Francisco, "ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir".
En su texto la máxima autoridad del catolicismo mundial hace una descripción de la situación de las personas que integran los movimientos populares. "Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización", dice. "No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias" y "a pesar de ello, siempre tienen que sufrir sus perjuicios", en consecuencia "los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente". Sostiene Francisco que conoce que "muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja" refiriéndose a "los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado".
Reconociendo que los trabajadores informales, independientes o de la economía popular "no tienen un salario estable para resistir este momento... y las cuarentenas se les hacen insoportables" el Papa lanza su propuesta de "un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan".
Frente a la pregunta que muchos se hacen acerca del "día después" de superada la pandemia, el Papa le recuerda a los movimientos sociales que "ustedes no son unos improvisados, tienen la cultura, la metodología pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio" y los invita a que "pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo".
En lenguaje sencillo y retomando las críticas que viene haciendo al sistema social imperante, Francisco sostiene que "nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse", para lo cual "ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable".
Según el Papa los movimientos populares "poseen una voz autorizada para testimoniar" que el cambio es posible, porque "ustedes saben de crisis y privaciones... que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades".
Francisco cierra su carta pascual pidiendo a los movimientos populares de todo el mundo que "sigan con su lucha" y se cuiden "como hermanos", rogando a Dios "que los bendiga, los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles esa fuerza que nos mantiene en pie y no defrauda: la esperanza".