Desde Roma
Si antes que se desencadenara la pandemia del coronavirus los inmigrantes que llegaban a las costas italianas eran un tema candente que aparecía casi todos los días en los medios de difusión, ahora la palabra migrantes casi no figura en la prensa. Pero ellos existen. No sólo los que viven en Italia, como refugiados o simplemente como migrantes económicos, a veces legal y otras veces ilegalmente, sino los que, luego de un período de reducción de llegadas por el invierno y por el miedo a la pandemia, ahora han retomado sus intentos de llegar a Europa.
Es que ahora el coronavirus también ha contagiado África -al menos 50 países infectados según la OMS (Organización Mundial de la Salud) - y esto, agregado al mar más tranquilo de la primavera europea, ha estimulado las partidas. Italia, con el pretexto de la pandemia, ha cerrado sus puertos. O sea que los que llegan, teóricamente no pueden desembarcar.
Unos 100 migrantes desembarcaron sin embargo por su propia cuenta -no en puertos- en esta última semana en las costas italianas. Llegaron a Lampedusa, la isla famosa por su solidaridad hacia los prófugos que llegan a ella más fácilmente porque es el territorio más cercano a Libia, y hasta a la isla de Cerdeña. Otros 150 prófugos a punto de ahogarse fueron socorridos en el mar por la nave alemana de la organización no gubernamental Alan Kurdi, a la que el gobierno italiano le ha dicho que tiene que tener a bordo los migrantes, en cuarentena al menos por dos semanas.
Pero en plena cuarentena italiana, ¿cómo son tratados los migrantes que ya viven en Italia, en distintos centros de recepción? ¿Y los que andan por las calles? ¿Tiene derecho a la salud pública? ¿Qué pueden hacer los países ricos para ayudar a los países pobres afectados por la pandemia?
A estas preguntas respondió a Página 12 el investigador del Programa Migraciones del ISPI (Instituto para los Estudios de Política Internacional) de Italia, Matteo Villa. “En Italia el acceso al servicio sanitario es garantizado, incluso a los inmigrantes irregulares, sin documentos. Estamos muy adelante en Europa en ese sentido. Claro, no está dicho que este principio sea fácil de respetar cuando hay una emergencia como la de ahora. No se ha buscado una solución en este sentido para los migrantes que están en los centros de recepción. Se trata de centros bastante grandes que son un problema cuando hay una emergencia como la de ahora, que pide mantener ciertas distancias. España ha tratado de resolver este problema dándoles incluso un permiso de residencia provisorio a los migrantes”, contó Villa.
En los centros de recepción oficiales viven unos 85.000 migrantes en toda Italia, muchos en espera de que se le acepte su solicitud de refugiado, es decir por que provienen de un país en guerra, con persecuciones religiosas o políticas. Casi 12.000 del total viven en Lombardia, unos 9.000 en Emilia Romania. En Roma cerca de 5.000. “En los grandes centros de recepción el riesgo de contagio es alto”, subrayó Villa. “Si bien todos los migrantes tienen derecho a ser asistidos en materia de salud, el problema ahora es que nadie puede presentarse en la guardia médica del hospital. Hay que llamar por teléfono y si ellos evalúan que el caso es grave, mandan ambulancia. Pero los migrantes ni siquiera saben esto”, añadió.
Y de los migrantes que viven en otros lugares o en la calle, escapando de los controles policiales, Villa precisó que “es muy difícil para ellos porque han sido cerrados muchos comedores populares que ayudaban a esta gente. Ni a nivel nacional ni a nivel local se ha hecho nada por ellos. Los italianos están concentrados ahora en la emergencia sanitaria del coronavirus”.
Hay un reciente decreto del gobierno que dice que Italia no es un puerto seguro por lo cual “éste es otro problema para las naves que salvan personas en el Mediterráneo”, comentó sobre el caso de la nave alemana Alan Kurdi. “Antes o después los harán desembarcar pero el contagio es más riesgoso si los tienen en la nave. Estamos haciendo todo equivocado, sea por la recepción en tierra como por los salvatajes en el mar, estamos tomando medidas equivocadas”, subrayó el investigador. Los salvados en el mar, según Villa, deberían desembarcar inmediatamente y estar en cuarentena en la tierra. No en el barco. “El barco es el vector perfecto para el contagio. Es una cuestión compleja. Pero si el estado no se prepara, será aún mas complicado porque los migrantes seguirán llegando. Hace algunas semanas no llegaba casi nadie, porque todos tenían miedo de Italia por el virus. Ahora es lo contrario”, indicó. En Túnez y otros países africanos, incluida Libia -centro de traficantes de seres humanos y desde donde parten la mayoría de las barcazas- ya esta presente el virus y la gente prefiere escapar. En los tres primeros meses de 2020 llegaron por mar 2.794 migrantes, según datos del ISPI. En el mismo periodo en 2019 habían llegado 524 y en 2018, 6.296. En el mes de marzo desembarcaron 241.
Es cierto que los migrantes, y los africanos en general, dicen los expertos, son más jóvenes que la media de la población italiana y por eso tienen más posibilidades de sobrevivencia al coronavirus. Pero al mismo tiempo es gente débil, cuyo sistema inmunitario probablemente está más debilitado por las persecuciones, el hambre, las guerras, y todo lo que han debido sufrir.
¿Y que podrían hacer los países ricos para ayudar a los países pobres afectados por el coronavirus? “Una cosa es lo que deberían hacer y otra cosa lo que harán. Lo que deberían hacer en primer lugar es que la investigación científica sobre el virus sea lo mas internacional posible, sea compartida y coordinada, y además compartir los resultados. Hay que probar vacunas lo más rápido posible. Y una vez que se encuentre, hay que producirlas en masa y exportarlas a todo el mundo. Porque la vacuna debe ser para todos”, dijo Villa. Otra cosa que se puede hacer, concluyó el experto, es retomar lo más rápido posible el comercio internacional controlando el costo de las materias primas.
Algunos migrantes que pasaron por Libia en estos últimos años, cuando al llegar a Italia se les preguntaba por qué se arriesgaban a cruzar el Mediterráneo en tan malas condiciones, con barcazas semidestruídas, respondían: “Es preferible morir en el mar que en Libia”. Es que los lugares cercanos a la costa líbica donde los migrantes son amontonados por los traficantes de seres humanos en espera de partir hacia Europa, han sido calificados por varias organizaciones de derechos humanos como verdaderos campos de concentración donde sufren todo tipo de violencias, desde torturas hasta violaciones, prostitución, esclavismo, para pagar lo que deciden los traficantes, si quieren partir.
Difícilmente el miedo al coronavirus europeo pueda bloquear el imperioso deseo de llegar a la libertad.