El 6 de marzo, Telescopios sacó su nuevo álbum de estudio, un trabajo que tenía el camino allanado para cerrar 2020 entre los discos nacionales más distinguidos. Si bien reúne un amplio espectro de cualidades para ser el mejor, mandarlo al frente así en el primer trimestre del año hubiera sido soberbio. Pero mientras ese repertorio empezaba a tomar impulso para lucir toda su frescura, cadencia y contemporaneidad, el mundo tal cual lo conocíamos desapareció a causa del coronavirus. “Le deberíamos haber puesto El disco de la pandemia”, satiriza Bernardo Ferrón, guitarrista, tecladista y cantante del cuarteto cordobés, acerca de esta producción titulada como la banda.
“A pesar de que ahora la gente lo podrá escuchar con calma, el hecho de lanzarlo y no tocarlo es frustrante. Esa incertidumbre, que viene luego de un proceso de solidez y planificación, es incontrolable. Aún me estoy haciendo la idea de la situación en la que estamos. Siento que es como un limbo”, reconoce Ferrón. Aunque su compañero Rodrigo Molina, bajista y cantante de la banda creada en 2012, rescata vía WhatsApp lo mejor de la coyuntura: “Incluso con esto, fue la salida de disco más bonita que tuvimos: con apenas tres semanas ya tiene más de 100 mil reproducciones. La gente sigue escuchándolo y compartiendo. En ese sentido, estuvo bárbaro”.
Al respecto del momento que rodea al grupo, Molina agrega: “En su expresión más elemental, el arte está conectado siempre con el contexto social. Abrimos la percepción y siempre buscamos vibrar con la época que nos tocó. No hay momentos en los que no haya algo para escuchar: en cada segundo hay una palabrita. Se está comunicando, más allá de la canción”. Mientras que Ferrón, también por WhatsApp desde la cuarentena, completa: “Nunca nos llegamos a plantear moralmente lo que hacemos, pero hay una sensación de no boludear. De eso te podrás dar cuenta en las letras y el sonido. Cuando fuimos laburando el concepto del disco, nos dimos cuenta de que todo tenía que ver con eso de combatir al enemigo. Sólo hay uno, si te ponés a pensar”.
¿Ese enemigo figura en las letras?
BERNARDO: En Doble de riesgo (2018), el disco anterior, armamos una película alrededor de un concepto y nos preocupamos porque se entendiera. Si bien nos costó mucho, en ese momento era impostergable. Se pensó todo muy a partir de cómo se escribía, más que en qué se escribía. Cuando tenés dudas, les das tiempo a las ideas para que maduren. En este caso era un vértigo y terminó quedando una cuestión medio provocadora.
RODRIGO: Parte de la energía del disco nuevo tiene que ver con cómo lo trabajamos. Fueron dos meses de laburar todos los días, metidos en el estudio, sumergidos en ese mood y sólo con eso en la cabeza. Salió bastante rápido. Antes de empezar el proceso, había una intención de hacer algo impactante, que te fuera llevando en la medida que lo vas escuchando. Eso se refleja en la instrumentación, en el conteo rítmico, en el tempo de las canciones y en que un tema esté conectado con el otro.
En la primera parte del disco, una historia se mecha con otra. ¿Es un álbum conceptual?
RODRIGO: En las tres primeras canciones hay un hilo narrativo que se percibe rápidamente. Está la idea del fuego y del silencio, que luego se sigue desarrollando. Aunque en las líricas existen sentimientos existenciales, no es un disco muy rebuscado. El foco no está en una o dos ideas sino en el relato en sí. A veces termina surtiendo más efecto la imagen que genera la frase de una canción que el concepto que está de fondo.
¿Cuál canción inauguró esta etapa?
RODRIGO: Más allá de que fue el primer single, Inhumano fue la primera canción completa que tuvo el disco, con la que empezó a ser real. Salió muy rápido. Las letras iban fluyendo de una forma visceral y veloz, al punto de que quedamos sorprendidos con esa dinámica. Y cuando hicimos No puedo creerlo, fue la canción que terminó de darle color al disco.
Telescopios y el pop como médium
Si bien el frontman del cuarteto cordobés que completan Nicolás Moroni (teclado y voz) y Santiago Ludueña (batería) admite que el universo de la banda se construye disco a disco, su decisión de titular esta tercera producción de manera homónima es una llamada de atención acerca de su identidad sonora. O una forma de reivindicarla. “El momento que atravesamos hizo que muy dentro tuviéramos la sensación de estar encontrándonos con un sonido y una forma de decir las cosas con la que nos sentimos realmente identificados y seguros”, explica Rodrigo Molina. “Por eso pensamos en la posibilidad de que el disco tuviera el nombre de la banda. Quizá sigamos haciendo muchos más discos, y nuestra personalidad y sonido continúen cambiando y madurando, pero en este momento la forma en que nos estamos comunicando y el mensaje de nuestra música es la representación más madura de lo que es Telescopios”.
Con el pop como médium, el nuevo disco sigue ahondando en uno de los elementos del identikit de Doble de riesgo: la dialéctica entre groove (a la manera cordobesa) y psicodelia. Y eso les permitió encontrar un espacio propio en la escena. ¿Cómo iban a pasar desapercibidos si hasta tienen un baterista con aspecto stoner tocando dembow? “Sinceramente, no sabíamos cómo iba a pegar. No tenemos ningún filtro al momento de meter el reggaetón en una canción súper psicodélica. Pese a que con eso no hay rollo, uno tiene sus inseguridades. Cuando tenés listo ese universo, y te escuchás así por primera vez, siempre vas a tener la duda. Pero lo que cambia es la decisión“, explica Bernardo.
¿Entonces desdramatizaron la complejidad?
RODRIGO: Tal cual. En ese sentido, los elementos musicales desdramatizaron ese universo más filosófico. A pesar de toda esa carga conceptual, es un disco que sigue siendo pop. Y por más que tenga esa cosa bailable y virtual, que es medio turbulenta y fugaz, sigue siendo un álbum de canciones.
¿Por qué tienen un sello de música urbana?
RODRIGO: Los sellos surgieron para materializar el laburo de productores que hacemos con el Bernardo. Más allá de Telescopios, producimos a otros artistas y tenemos nuestros proyectos. Dentro de esa experiencia aparecieron Las Playas, disquera que aparte de editar los discos de la banda (el último lo sacó la productora porteña IndieFolks), está detrás de los lanzamientos de Nauel, Federico y Flayaz. Y por otro lado se encuentra Flex Records, que se inclina por el palo urbano, trapero, reggeatonero y hiphopero. Más allá de los sellos, la producción enriqueció el laburo de Telescopios. También ayudó a aportar a la escena y su crecimiento porque, por razones obvias, estos emprendimientos se mueven dentro de ese ecosistema.
Goyo Degano, Hipnótica, Candelaria Zamar y Flayaz son los invitados del disco, ¿por qué ellos?
RODRIGO: No fue por ninguna razón en particular. Incluso, antes de hacerlo, habíamos jugado con conectar con otros artistas. Estamos pendientes de lo que sucede a partir de la música, a ver si hay en el universo del que somos parte una voz o varias que implícitamente estén aunadas a lo que hacemos.
Salvo por el cantante de Bandalos Chinos, el resto son de Córdoba. ¿La escena atraviesa uno de sus mejores momentos?
RODRIGO: En este último año empezamos a crecer en exposición y público, y nos dimos cuenta. Nuestras canciones no son fáciles ni accesibles, pero a veces sentimos que, a pesar de que nos cueste y corramos riesgos, aceptamos que es así porque somos así. Es una cuestión identitaria lo que se hace acá, y nos hacemos cargo. No hablamos nunca del amor no porque no estemos enamorados, sino porque todo el mundo lo hace. Estamos medio loquitos.
¿Cómo llevan el vínculo?
RODRIGO: Lo artístico está relacionado con un montón de cosas. No sólo con que te guste la misma música. Tiene que ver con absolutamente todo lo que hacés en tu vida, como sos y vivís. Así que no hay prejuicios.
¿Y qué aprovecharon de esta distancia obligada?
BERNARDO: Todos los días pensamos en algo distinto. Tenemos un montón de ideas.
RODRIGO: Desde que se planteó esta situación, y más allá de que no pueda tocar, la banda está activa. Creo que mucho antes de lo esperado nos pondremos a hacer nueva música.