Tuve la suerte de recibir a mis trece años un porta CD decorado a mano con cintex, brillos, perlas y recortes de revistas, todo pegado amorosamente. Un collage fantástico que me regalaron mis hermanas mayores a modo de iniciación. Adentro, CDs pirata grabados, de colores, y etiquetados con marcador indeleble: una letra familiar que solía leer y releer en busca de alguna pista. La música regalada era totalmente desconocida para mí. En ese tiempo, ellas ya vivían en Capital, iban a eventos en el Pacha, a lecturas de poesía, a fiestas de danza y teatro. Me parecía la mejor vida del mundo. Quería imitarlas, estar donde ellas estaban, ver lo que ellas veían, sentarme con ellas. Todavía me esperaban largos años en mi ciudad serrana de la provincia de Buenos Aires. Era una niña, lo único que tenía era ese porta CD.
Durante años fue mi tesoro más preciado. Escuchaba los CDs cada vez que podía. Ajé los pliegues y las costuras, lo gasté de tanto llevarlo y traerlo. Teníamos un noble grabadorcito gris Aiwa que usaba mi mamá para dar clases y que cuando no se lo llevaba me dejaba usarlo. Me iba al patio para estar sola y tranquila con mis discos. Miraba el estuche: me fascinaba. En la tapa tres corazones, un sticker de Patti Smith, una gema brillante en el centro. En la contratapa, imágenes de distintas mujeres pin up, un escudo de la escuela pública y el detalle de un ojo delineado con una ceja rosa que debajo dice "qué linda soy records". Presagio y primer acercamiento punky al espíritu do it yourself. Después de un rato, sí, lo abría y elegía el disco del día.
En cada compilado, canciones reunidas cuidadosamente por mis hermanas bajo distintos criterios. Recién ahora puedo notar con lupa feminista que toda la selección era de artistas mujeres. Disco verde, María Gabriela Epumer - The Compilady, escrito en círculo alrededor del borde rezaba: convierte lágrimas en diamantes. Disco rojo, canciones de Rosal, Elástica, Kelly Osbourne, Bjork & Pj Harvey. Disco blanco, Mimi Maura - Misterio, alrededor decía: más y más canciones de amor para que dejes volar tu cuerpo al compás.
Los discos giraban una y otra vez. Todas mujeres bravas, potentes, con sonidos hipnóticos. Todas me cautivaron. Cada compilado era como un racimo de uvas preciosas. Exprimía al máximo cada canción hasta inventarme a mí misma en esas letras y acordes. Empezaba a formarse adentro mío una primera identificación inolvidable, la fortaleza de la sensibilidad y el secreto de la misma, un vínculo irrompible entre el guiño que me hacían mis hermanas y cada canción que se prendía a mi alma como una flor de abrojo volviéndola más sutil, más suave, más poderosa.
Pero el mejor de todos los discos, el más escuchado, el diamante, siempre fue el disco azul. El que me iba a cambiar la mirada para siempre: Rosario Bléfari - Estaciones. Como un designio cae sobre mí toda la belleza que existe. Aprendo al desenfundar este disco que el amor tiene una dimensión desconocida y es la forma que toma cuando se vuelve una canción perfecta. La línea de bajo de "Estaciones" se clava en el ángulo de mis sentimientos. Cuando la voz entra en la escena estoy completamente enamorada. Hacer música así ahora se vuelve necesario. Rosario Bléfari tiene la capacidad de hechizarte con su voz de hielo. Sus melodías son gemas precisas. Sus letras son los poemas más hermosos que conozco. Me doy cuenta de que tengo un tesoro para siempre. Una verdad única que extraigo con cuidado como una joya del fondo del porta CD. Para cuando escucho "Viento helado" todo tiene otra magnitud en mi corazón. Los coros parecen salidos de la cima de una montaña. Me cuentan la potencia de la simpleza de este mundo. Cada oración es una historia nueva, una imagen imborrable que crea un punto en mi mente y se aloja ahí. Brilla cuando alguna otra canción se le acerca a semejante fantasía. Brilla cuando una música me emociona, brilla cuando compongo. Un guiño profundo y pequeñísimo entre la autora, la canción, mis queridas hermanas y yo. Bailamos y la cantamos a los gritos porque sabemos que es nuestra favorita desde siempre y hasta siempre. Algún día de estos… ¡a través del cielo! ¡Cada minuto cómo nos acerca! Esa promesa. La de encontrarnos, la de conocernos. La de al fin estar juntas sin tiempo ni edad, mirando la hermandad a los ojos, constantemente de su modo asombradas.
Montarosa es una cantautora nacida en Tandil. Ganadora del concurso #RADAR del CCR (2018) y de la convocatoria para grabar un simple de la Red de Mujeres Música en el Sonido (2019). Acaba de lanzar su primer disco Fuega camina conmigo de manera independiente y se puede escuchar gratuitamente en Spotify. Participa de la banda Mis Muchachos y el proyecto performático Silvia Prieto.