El sector turístico, huelga decirlo, está absolutamente parado. Se trata que de un sector que genera incontables fuentes de trabajo, a la par que es uno de los principales generadores de divisas para el país.
Arrancamos el año con un significativo crecimiento del turismo interno y con una mejora sustancial de la relación dólares generados por el turismo receptivo vs. dólares que egresan por el turismo emisivo. En el marco de un proyecto orientado a la promoción del mercado interno y el control a la salida de capitales, la industria del turismo se erige en un sector altamente dinámico y merecedor de políticas estatales de promoción y estímulo.
Pero sobrevino el COVID-19 y se desplomó la actividad. Las fronteras se cerraron, los vuelos internacionales se cancelaron y los múltiples destinos turísticos quedaron desiertos. El impacto económico sobre la actividad golpea a los trabajadores del sector y al sector empresario (operadoras de transporte, hoteles, agencias de viaje, etc.).
Entendemos que se trata de una situación compleja pero transitoria. Cuando finalice el aislamiento preventivo social y obligatorio los argentinos volveremos a retomar nuestras actividades. Necesitamos que en este interregno, no obstante, el sector sufra lo menos posible y pueda atenuar el impacto de una caída del 100% de su actividad.
Es por eso que se ha tomado la decisión de incluir al turismo dentro de las previsiones del decreto 332 del PEN que concede reducción de cargas patronales, REPRO y Asignaciones Compensatorias al Salario. El concepto es claro: el Estado es sostén del sector productivo, asistiendo al sector empresario en esta situación económicamente complicada y dando sostén al efectivo cumplimiento del pago de los salarios.
Ante una situación de contracción y achicamiento, se impone la decisión de sostener desde el estado el pago de salarios, aliviando a un sector productivo que, cuando salgamos de esta situación de excepcionalidad, volverá a ser altamente dinámico y uno de los ejes de la reconstrucción en la que ya estamos pensando.
Sin industria, sin trabajo, no hay Nación. Por eso repudiamos las propuestas de reducción de salarios propaladas por los oportunistas de siempre. El shock mundial -diría Naomí Klein- pretende ser esgrimido como pretexto argumental para una nueva poda de derechos. Pero todos hemos llegado a un límite. Esas propuestas van a contramano de un mundo que piensa en un nuevo Plan Marshall, que ha aceptado tácitamente el default de las deudas soberanas de los países emergentes, que inyecta sumas varias veces millonarias para la atenuación del impacto económico del COVID-19 o que define planes de rescate para los sectores más afectados, como el aeronáutico o el turismo.
El COVID-19 nos ofrece muchas paradojas, entre ellas que quienes se atribuyen ser vanguardias de la modernidad en verdad se han convertido en guardianes de un mundo que se desplomó inexorable e irremisiblemente.
El mercado desregulado, el darwinismo económico y la liberalización de la actividad económica se han convertido en términos arcaicos de un mundo que quiere recuperar la solidaridad, el cuidado de su salud, la protección de los desvalidos y el sentimiento de pertenencia a un mismo destino. En eso andamos.
Funcionaria del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación