De la boca de un perro de ojos celestes tan claros que impresionan sobresalen colgajos color carne. Otro perro eviscerado yace en un auto desguazado. Hay un lobo envuelto en harapos, y más autos despedazados que alguna vez fueron alta gama. Asoman esqueletos de cosechadoras y de máquinas. Una extraña paloma se posa junto a una copa y un vaso donde se limpiaron pinceles. En un espacio monumental, los huesos de un dinosaurio cortan el aire con una forma inverosímil que alguna vez fue columna vertebral. En ese universo apocalíptico, desde la ventana de un avión asoma una composición fabulosa. Acaso una visión. Son imágenes imborrables del magnífico libro Extraño gobernante para un corazón, que compila las obras realizadas por Carlos Huffmann entre 2003 y 2018. Hoy, al verlas uno no puede dejar de vincularlas con la pandemia causada por el coronavirus.
En algunas obras, Huffmann pone el foco en la tensión entre abstracción y figuración; en la frontera entre materia y representación; en el límite entre línea y figura o diagrama y dibujo. “Esos campos supuestamente antagónicos están funcionando en simultáneo” dice el artista en diálogo telefónico con Radar. “Muchas de mis piezas –añade– conectan algo de lo natural con lo humano como categorías que se disuelven en mi cabeza. Pienso en esos autos cuyo motor se está transformando en algo orgánico, biológico”.
Una operación conceptual de este tipo se evidencia en su gran escultura pública realizada en la Semana del Arte el año pasado, cuando coincidió con Art Basel Cities: Buenos Aires. Un armadillo descomunal deviene figura ecuestre imponente montada en un auto destruido. Huffmann tensiona y subvierte las categorías relativas a lo humano, lo animal y lo inanimado. “Es interesante visibilizar las formas en las que el humano es un animal y en las que las actividades del ser humano son actividades de la naturaleza. Uno podría pensar que lo que hacemos no es muy diferente de la forma en la que las abejas hacen panales o los castores represas”, dice Huffmann. Y agrega: “Cuando en mis trabajos aparece lo animal y la ruina mecánica, es un poco para pensar esa especie de zombie híbrido entre nuestros aspectos animales y nuestros aspectos más vinculados con el lenguaje, lo más particular de lo humano”.