Por fuera del valor abstracto y de las convicciones, la política posee una mecánica propia que implica la articulación de intereses parciales y diversos que no siempre poseen fines públicamente confesables. Estas instancias complementarias requieren un saber hacer específico del ámbito político, donde se articulan demandas y acuerdos, conflictos y cooperaciones diversas en pos de obtener una negociación beneficiosa. A este tipo de acuerdos o negociaciones políticas se las suele conocer como rosca y a sus hacedores, como rosqueros.
La rosca política volvió a reivindicarse en tiempos de Emilio Monzó. En aquellos años hubo una interna dentro de Cambiemos que oponía a quienes hacían política con acuerdos tras bambalinas y quieren creían en el fuerte potencial de la redes sociales y la política del big data. El suplemento universidad conversó con Mariana Gené, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y en Sociología Política por la École des Hautes Études en Ciences Sociales de Paris e investigadora asistente del CONICET, y autora del libro “La rosca política”, para hablar sobre el oficio de los armadores políticos.
-¿De qué hablamos cuando hablamos de rosca política en la Argentina?
- Hablamos sobre todo de un trabajo cotidiano de intermediación y de generación de acuerdos entre pares. Es una labor que supone la negociación y los vínculos interpersonales entre políticos para poder lograr consensos, acuerdos y destrabar proyectos de ley o que ciertas decisiones públicas puedan sostenerse y llevarse adelante. Por eso, el trabajo de la rosca política es tan importante para la democracia. Aun cuando en general no tiene buena prensa.
-¿Cuáles son las competencias fundamentales para ser un buen armador político?
-En primer lugar tiene que tener mucho conocimiento del mundo de la política y de sus reglas formales e informales, de lo que la ley permite y de cómo se puede jugar con sus bordes o encontrarle ciertas astucias a los huecos legales. También debe conocer las reglas tacitas, aquellas que funcionan entre los políticos: lo que podríamos llamar ‘los códigos políticos’. Ese conocimiento lo da una larga pertenencia al mundo político. Una militancia iniciada en la juventud o en algunos casos la pertenencia a familias políticas.
Por otro lado, es necesaria cierta confianza de los pares, cierta complicidad por pertenecer al mismo mundo y por tener reglas de juego en común que respetan y, sobre todo, un criterio fundamental para la autoridad de los armadores políticos es la confianza del presidente. Esto es una condición indispensable para que sus interlocutores los respeten.
Otra característica importante es cierta astucia para las estrategias, la capacidad de poder pensar frente a la crisis, frente a situaciones extraordinarias o conflictivas y saber de qué manera es posible destrabar esos conflictos. En este sentido, muchos de los grandes armadores políticos de la Argentina fueron muy osados.
-¿Por qué el Ministerio del Interior resulta el ámbito de acción más importante para el armador político?
- Porque es el ministerio político. Ahí donde la negociación con las provincias es más estrecha, donde hay mucha mediación con los jefes partidarios. Hasta la reforma constitucional de 1994, cuando se creó la jefatura de Gabinete, era el ministerio político por excelencia. Ahora que existe la jefatura de Gabinete, uno podría decir que esos lugares se comparten.
-¿Se podría hacer política si todos los mecanismos de negociación estuvieran transparentados?
- No todos los términos de las negociaciones pueden ser expuestos al público en general; hay un nivel de discreción para la toma de decisiones que suele hacer falta. Ahí entramos en un punto espinoso porque se encuentran espacios para la ilegalidad y la corrupción, pero no solamente hay espacio para eso. La rosca política implica que el hecho de transparentar ciertos términos volvería más difícil para el Ejecutivo poder negociar con todos sus pares. Si todos supieran qué se negoció con cada uno a la hora de votar una ley, sería mucho más costoso poder sacar las leyes.
Desde la sociología interaccionista podríamos pensar que todos los seres humanos ocupamos distintas escenas y tenemos diversos tipos de interacciones, y en cada una de ellas imperan lógicas y reglas distintas.
-¿El triunfo electoral de Alberto Fernández es la victoria de los armadores políticos?
-Sin dudas es una situación excepcional en la historia argentina. No diría que a partir de ahora vamos a tener una sucesión de presidentes que sean armadores políticos, es casi imposible de imaginar. Sin dudas, las características de armador político fueron las que le valieron a Alberto Fernández su postulación a presidente. Su capacidad para unificar desde la confianza y el conocimiento a las distintas partes del peronismo; alguien que tenía buena llegada con los sindicatos pero que también tiene dialogo con los empresarios, alguien que no había cerrado el teléfono ante las distintas peleas en la superestructura del peronismo y que podía escuchar a sus bases. El perfil dialoguista, la importancia de la negociación y su capacidad para unificar a distintas fracciones del peronismo junto con la búsqueda de un hombre que pueda aportar gobernabilidad hicieron que los tiempos que corren demanden una figura así.