Acabo de ver un dibujo animado checo tristísimo. En una ciudad toda gris, un viejito se despide de su mujer y sale a pescar. Al poco tiempo captura un pez amarillo que resulta ser mágico: llena la ciudad de color, devuelve la juventud al viejito y le concede una fortuna. El ex viejito devuelve el pez al agua y corre a su casa para darle la noticia a su esposa, pero la encuentra aún anciana, porque el pez no se acordó de ella. Así que todo vuelve a ser gris, la pobre mujer ya no tiene un marido sino a lo sumo un nieto, y nos mira desolada mientras una lágrima rueda por su mejilla. Fin. El autor de esta porquería que me amargó la noche se llama Tomás Horovic y ya estoy buscando sus datos y aprendiendo checo para ir a decirle que es un hijo de puta.

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Crónicas de Francia es un noticiero que se encuentra con asombrosa facilidad en cualquier colección de 16mm. Al parecer se hicieron 159 episodios entre 1964 y 1978 y seguramente se regalaban porque en la Filmoteca tenemos varias decenas, de distinta procedencia, aunque nunca les di mucha bola por falta de tiempo. Recuerdo a mi amigo Octavio Fabiano mascullando "Uh, otro noticiero francés", cuando estábamos archivando la colección de Víctor Iturralde. Hay incluso algún rollo con dos ediciones de Crónicas identificado claramente como "Noticieros franceses de mierda", aunque no sé de quién es la letra. Puede que mía.

Sucede que clasificar noticieros es muy demandante porque no se trata sólo de anotar el número de edición sino de completar una ficha para una de las cuatro o cinco notas que vienen en cada una. Hay que verlo, anotar, investigar, chequear y pasar toda la información en limpio. Cada ejemplar implica cerca de una hora de trabajo en total y uno tiende a priorizar otras cosas. Hasta hoy. Porque resulta que hoy, buscando otra cosa, descubrí en la web que entre los realizadores que trabajaron en diferentes períodos para Crónicas de Francia se cuentan Claire Denis, Robert Enrico, Georges Franju, Philippe Labro, Maurice Pialat, François Reichenbach, André Téchiné y Agnès Varda. Como si esto fuera poco, algunos guiones los escribió Georges Perec.

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Para un texto que me pidieron volví a ver La calesita (1963) de y con Hugo del Carril, uno de los films del realizador que rescaté gracias a la familia del empresario y coleccionista Alberto González. El film recorre buena parte de la historia de la Argentina a través de la figura simbólica de un calesitero que evoca sus recuerdos de ese pasado con el tango de Mariano Mores y Cátulo Castillo como leit-motiv. En parte se trata de un musical que aprovecha a del Carril como el gran cantor que fue. Pero también expresa esa vocación de solitario cronista de los conflictos sociales argentinos que el realizador ratificó una y otra vez en su filmografía. En este caso, además, el más famoso de los artistas peronistas se permitió interpretar a un mártir radical, con boina blanca y todo, cuando reconstruye el período en que el radicalismo era un partido verdaderamente popular y enfrentaba a los caudillos conservadores. En toda la historia del cine argentino, desgraciadamente, no se encontrará un gesto de similar reconocimiento en el sentido político inverso.

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Recién vi un hermoso corto soviético de 1965 sobre las granjas colectivas dedicadas a la cría de visones y zorros azules. Hay que ver el cariño que les dedican a estos animalitos y lo lindos que son. Se ven cientos de prolijas jaulas con hermosos cachorritos y todas las instancias de su cuidado, la comida que les preparan, los médicos que los atienden, la delicadeza con que se aseguran de que todas las crías estén bien alimentadas. Por suerte está púdicamente elidido el momento en el que los masacran para sacarles la piel, que era el motivo por el que se tomaban todo ese trabajo.

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Hoy me resigné a tirar los restos mortales de una copia en 16mm. de Mi prima Raquel (My Cousin Rachel, 1952), que sucumbió tras luchar varios años contra el malvado síndrome del vinagre. Es un film extraordinario, digno de Hitchcock, que poca gente conoce porque no lo hizo Hitchcock sino Henry Koster, uno del montón que por lo general dirigía comedias. De hecho, esta copia me la vendieron hace décadas como una comedia, supongo que a causa de Koster y también del título, que es fácil de asociar con el humor screwball. Muy por el contrario, el film arranca con un niño y su padre contemplando a un hombre recién ahorcado y desde allí se vuelve mucho más oscuro y retorcido. Está basado en una novela de Daphne DuMaurier (Rebeca, Los pájaros) y eso explica parte de su tremenda eficacia; la otra parte la explica una combinación de talentos que complementaron a Koster, como el DF Joseph La Shelle, el músico Franz Waxman y sobre todo el adaptador y productor Nunnally Johnson. El drama es de época y se juega de manera casi excluyente en una antigua casa aristocrática. Entre la bella Rachel (magistral Olivia de Havilland) y el joven Philip (Richard Burton) se tensa un duelo de inteligencia y pasión porque ella podría ser una mujer fatal que miente y mata para heredar una fortuna, pero también podría no serlo y lo notable del film es que no se sabe. Todo lo que Philip interpreta en un sentido podría también tener otro opuesto. Esa constante ambigüedad, que se mantiene hasta un final trágico y desolador, es lo que vuelve singular al film porque ya se sabe que por lo general Hollywood prefería certezas. Sé que se hicieron otras versiones de la novela pero no me interesan. Yo quiero recuperar esta y no cejaré hasta encontrar otra copia. Véanla y después me cuentan.

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