El impacto de la cuarentena obligatoria se siente fuerte en los consultorios psicológicos. Una encuesta on line realizada a 303 profesionales, entre el 31 de marzo y el 7 de abril inclusive (la cuarentena obligatoria comenzó el 20 de marzo, si bien antes estaba sugerida) da cuenta que prácticamente la totalidad de los terapeutas se vieron afectados en su práctica asistencial por la cuarentena y la pandemia por coronavirus. Principalmente, porque los pacientes discontinúan el tratamiento, carecen de los recursos tecnológicos o espacios de privacidad para llevarlo a cabo, o bien se ven afectados por la situación económica (no pueden pagar o pagan menos). Si bien la atención es remota, se trata de recrear de manera más parecida la atención presencial. Por eso, el medio más mencionado de atención es el WhatsApp video. En cuanto a las principales debilidades que se le adjudican a la atención remota se mencionan dificultades tecnológicas, de conexión, la falta de privacidad, la pérdida de información corporal-actitudinal, dificultad para cobrarle a las obras sociales, a los pacientes y la disminución a la adherencia al tratamiento. También les exige una mayor adaptación al cambio de encuadre y les genera mayor cansancio.

Estas son sólo algunas de las conclusiones de la encuesta realizada por Alejandra Aisenberg, psicóloga clínica especializada en Investigación de Mercados y Opinión Pública, que dirige proyectos de investigación para diversas empresas e instituciones. “Me pareció importante hacer un trabajo de estas características, por un lado, porque soy psicóloga, atiendo pacientes y también soy paciente y la cuarentena y toda la problemática de la pandemia trajo cambios en los consultorios no sólo al nivel del material que traen los pacientes, también cambios de encuadre, de modalidad de atención. Y no sólo en los consultorios sino también en relación con las prepagas y las obras sociales. Fue un tema que nos obligó a todos a repensar un poco la atención psicológica y poder ver cómo seguir brindando servicio y soluciones”, explica Aisenberg a PáginaI12.

El perfil

En cuanto al perfil de los 303 profesionales que respondieron, el 85% fueron mujeres y sólo el 15% hombres. El 64% posee entre 36 a 55 años y el 22 % entre 25 a 35 años. Respecto de la antigüedad en su práctica, el 39% tiene menos de 10 años de antigüedad en la profesión, el 23% tiene entre 11 y 20 años, y el 27% de 21 a 30 años. El 34% reside en CABA, el 24% en GBA, 10% en Provincia de Bs As y el 32% es del resto del país. Respecto de la modalidad de atención, un 85% atiende en forma privada, un 61% mediante prepagas u obras sociales y un 17% a nivel institucional (respuesta de opción múltiple). En cuanto al tipo de pacientes que atienden, un 92% atiende adultos, el 55%, adolescentes; un 29%, niños; y un 21%, adultos mayores (respuesta de opción múltiple).


El impacto de la cuarentena

La mayoría de los psicólogos se vio muy afectada en su práctica asistencial. Casi 8 de cada 10 entrevistados consideran que la cuarentena y la pandemia por coronavirus los afectó mucho, y casi 2 de cada 10 que los afectó algo. Las principales razones entre quienes se sintieron afectados fueron: los pacientes discontinúan el tratamiento (80%), los pacientes carecen de recursos tecnológicos/espacios de privacidad (46%), los pacientes no pueden pagar/pagan menos (34%), atiende principalmente niños/ adultos mayores (28%), se le dificulta más aplicar la disociación instrumental (17%), los pacientes están más angustiados (11%), le cuesta más atender, concentrarse (10%).

Como se desprende de los datos, un gran porcentaje tiene que ver con que los pacientes discontinúan el tratamiento. ¿La gente no está acostumbrada a hacer terapia de esta manera? “Es un proceso de aprendizaje y afectó tanto a los psicólogos como a los pacientes. En todo proceso de aprendizaje hay distintas etapas. Primero, está la negación o el intento por mantener lo que uno viene haciendo, después cierta resistencia y luego cierta aceptación a este cambio y finalmente cierta posibilidad de reajuste. Pensemos que la encuesta empezó el 31 de marzo, o sea que llevábamos once días de restricciones obligatorias. Me parece que hubo un período de reajuste tanto de pacientes como de analistas. Y eso, probablemente, con el tiempo se vaya mejorando. Pacientes que quizás en un principio dijeron: ‘No puedo ir a atenderme’, después motivados por la angustia y todas las situaciones que puede generar esta situación vuelven a llamar y a reconectarse de manera remota. También hay un factor económico. Imagino que los que están sin ingresos ya sea porque realizan tareas que no pudieron seguir por la cuarentena, tengan una suspensión temporal hasta que todo se vuelva a reactivar”, plantea Aisenberg.

Modalidades

Sólo el 5% declara que pudo pasar cerca del 100% de sus pacientes a la modalidad remota. El 12% pudo pasar cerca del 75% de sus pacientes, el 35% pudo pasar cerca del 50% de sus pacientes y el 26% pudo pasar cerca del 25 % de sus pacientes a la modalidad remota. Casi el 70% declara que pudo mantener los honorarios que cobraba antes de la cuarentena y un 17% recibió nuevos pacientes (admisiones) a partir del comienzo del coronavirus.

En los medios remotos utilizados para atender a los pacientes prevalece WhatsApp video (84%) y la llamada telefónica (46%). En menor medida, se mencionan Skype y WhatsApp audio (27% y 26%, respectivamente) y WhatsApp escrito y Zoom (18% cada una).

¿Por qué en los que acceden a la terapia vía remota prefieren el WhatsApp video? ¿Permite mayor intimidad que, tal vez, una computadora que puede estar en un lugar más transitado por el resto de la familia? “Tiene que ver con el uso cotidiano. Si bien decimos que hay resistencia a esta cuestión tecnológica de la terapia, la realidad es que estamos todo el día con el teléfono celular en la mano para distintos fines. Y el tema del video y la posibilidad de ver a otra persona en un momento en que estamos muy limitados en la interacción recrea lo más cercano posible a la situación de análisis. Por otro lado, éste es un momento en que estamos restringidos en la interacción. Poder ver al otro y los gestos suma, y es sentir que estamos en contacto con la otra persona. Aparte el video lo tenés en la mano y te permite una movilidad. Me contaban colegas que atendieron pacientes que estaban con una copa de vino o fumando, por ejemplo. Se da un fenómeno que sería impensado en la clínica. Hay algo del encuadre que lo habilita”, plantea Aisenberg.

Beneficios y dificultades

Los beneficios percibidos respecto a la atención remota corresponden al orden pragmático: no tener que viajar/trasladarse es el principal (52%), no perder tiempo en subir/bajar a abrir (15%) y controlar mejor el tiempo de la sesión (14%). Un 36% declara no haber experimentado beneficios.

Las principales dificultades que se experimentan son: las tecnológicas/ de conexión (62%), la dificultad de los pacientes para encontrar un lugar donde hablar de manera privada (50%), la pérdida de información corporal/ actitudinal del paciente (39%), la dificultad para cobrarle a las obras sociales (34%) y a los pacientes (29%), la mayor adaptación al cambio de encuadre que le requiere al profesional (33%) que a su vez, se cansa más (29%). También se menciona que a los pacientes les cuesta más la adherencia al tratamiento (26%).

Comparando la atención remota con la presencial, al 47% de los profesionales relevados le está resultando similar en cuanto a dificultad, mientras que para un 37% le está resultando bastante/mucho más difícil. Solo el 15% percibe la atención remota bastante más fácil.


El efecto de la pandemia en los pacientes

En relación a la actitud de los pacientes respecto de la atención remota luego de que termine la pandemia, no hay acuerdo. El 31% de los profesionales considera que algunos pacientes la seguirán utilizando, el 28% que pocos la seguirán empleando, y el 25% que sólo lo harán los pacientes que vivan muy lejos o en el exterior.

En función de lo que escuchan en el consultorio, los profesionales consideran que la cuarentena afectó a los pacientes provocando principalmente ansiedad/angustia/desgano (87%) y preocupación por la economía/los ingresos (71%). También se mencionan la dificultad para organizarse (43%), la convivencia en el hogar/ peleas domésticas (40%), la exacerbación de los conflictos previos (36%), el temor a contagiarse (35%) y el aburrimiento (28%). El temor a salir al exterior aparece poco mencionado (17%).

Como se observa, el temor a contagiarse no es el principal miedo que manifiestan los pacientes, ni tampoco el temor a salir al exterior. Y por encima de esos aspectos se encuentran la dificultad para organizarse, por ejemplo. “En cierta medida, funciona como una defensa o una negación, como que todos seguimos trabajando”, plantea Aisenberg. “Ya está instalada la cuarentena obligatoria. También el temor a salir al exterior aparece muy poco mencionado. Pero la cuarentena obligatoria nos obliga a estar en nuestras casas. Y, por un lado, a aliviar un poco nuestro mundo interno y también con nuestro mundo familiar ya que muchas veces no estamos todo el día en nuestras casas. Entonces, aparecen estas cuestiones que tienen que ver primero con la ansiedad, la angustia el desgano; luego, con la economía y los ingresos porque se vieron afectadas la mayoría de las personas por la menor circulación. Y todos los que podemos seguir con nuestros trabajos, eso nos requiere organizarnos, ver cómo mechamos el trabajo con lo familiar, en los casos en que tengan familias, o cambiar de ámbito de trabajo y pasar a trabajar en el hogar los que no lo hacían. El menor porcentaje en el temor al contagio es parte de cierta defensa que es necesaria y útil porque si estuviésemos todo el tiempo con temor a contagiarnos no podríamos tratar de seguir con nuestra cotidianidad lo mejor posible. Y, a la vez, al existir la cuarentena obligatoria estamos instrumentando algo para tratar de evitar que se produzca ese contagio”, concluye Aisenberg.