“Hubo que superar miedos, angustias, tristezas mías y del equipo, para darnos cuenta de que lo que hace la gente de la Línea 137, como dice el budismo, es transformar el veneno en medicina”, dice la realizadora Lucía Vassallo. Línea 137 es su segundo documental, y se estrena en Cine.Ar (a partir de hoy hasta el viernes 24, gratis) y en Cine.Ar TV (mañana a las 20).
Con la atención puesta en la tarea desempeñada por el programa “Las Víctimas contra Las Violencias” --servicio que mediante la línea gratuita 137 atiende en violencia de género y familiar y frente a denuncias de violencia sexual--, la película de Vassallo propone un recorrido entre historias fragmentadas y entrelazadas, como un retrato social urgente ante el machismo y su violencia, cuya pericia narrativa tiene complemento en el guión e investigación de Marta Dillon. La línea 137 opera sólo en cinco ciudades del país, entre ellas CABA y Resistencia, ámbitos por donde transita el film. Como señala Vassallo a Rosario/12, “quizás una de las cosas que más me costaba entender era que a muchos lugares este programa no puede llegar. Una de las cuestiones que me tocó enfrentar, fue la impotencia al escuchar determinados relatos y saber que hasta ahí el estado no llega con un dispositivo móvil, que simplemente hay que dar una contención telefónica, como lo hace la 144”.
Como si se tratara de otro día más dentro de la tarea a la que sus trabajadoras y trabajadores se dedican, Línea 137 se adentra en una cotidianeidad que el espectador deberá vivenciar: las llamadas telefónicas, los viajes en auto, los pasillos de juzgados y salas de hospital, las voces que se quiebran, las decisiones que tomar, con los rostros de las víctimas siempre por fuera del cuadro. “Cuidamos mucho a las víctimas, no era necesario revictimizarlas ni mostrar determinadas cosas que no ayudan. Creo que ya es suficiente con sus relatos. Hay cosas bastante más feas que preferí no poner, porque me parece que con lo que se ve y se escucha alcanza y sobra como para dimensionar la tragedia que se puede llegar a vivir”, agrega la directora.
--De acuerdo con el montaje, pareciera un día a día sin horario por parte de las y los trabajadores.
--Hay algo de eso en ellos, pero por suerte tienen herramientas, son psicólogos, son trabajadores sociales, y se pueden defender de maneras que nosotros no. Pero sí, es verdad, están como en un loop de situaciones graves. Yo les preguntaba, ¿cómo hacés para desconectar, para irte a dormir, para no quedarte pegado o pegada con determinada persona, saber si entró o no el agresor a su casa, saber cómo salió de ese hospital? Me decían que si no podían aprender a desconectar no podrían hacer este trabajo, no podrían seguir ayudando a la víctima que viene. Si no aceptan que ayudaron hasta donde pudieron, si no recargan energías, no podrían seguir avanzando.
"Tienen herramientas, son psicólogos, son trabajadores sociales, y se pueden defender de maneras que nosotros no. Pero están en un loop de situaciones graves"
--Es notable, cómo la cámara elige sus rostros mientras escuchamos los relatos de las víctimas.
--Hacen duplas entre psicólogos y trabajadores sociales, tratan de que uno de ellos sea quien más empatice y llegue a la víctima, mientras la otra contiene un poco toda la situación. Es un trabajo de contenerse entre ellos y ellas mismas dentro de la misma guardia y el mismo caso, porque hay determinadas temáticas que a uno le pegan más que a otros. Hace unos años atrás había diferentes equipos, y había quienes sólo trabajaban en lo que se llama violencia sexual y otros en lo que se llama violencia familiar. Algunos sólo hacían teléfonos y otros hacían solamente campo, porque hay quienes pueden atender el teléfono, calmarse y ayudar, y otros no, se desesperan; lo mismo desde el terreno. Pero durante la gestión de Macri el programa se achicó mucho, y los pusieron a todos a hacer todo. Algunas personas no lo resistieron y renunciaron, y esos lugares no fueron repuestos. Fue una manera de ahorcar el programa.
--En lo personal, ¿cómo fue enfrentar el rodaje?
--Me di cuenta de que necesitaba convocar a un camarógrafo (Fernando Marticorena), porque no podía hacer cámara. Con sólo mirar el visor de la cámara y saber que podía venía un agresor armado por detrás mío, mientras se trata de contener una víctima, fue como si no hubiese dimensionado mucho el dispositivo ni hacia dónde íbamos. Lo mismo me pasó con la jefa de producción de las primeras jornadas, alguien muy capaz, pero en un rodaje muy atípico: filmar de noche, ponerse un chaleco antibalas, no saber si se iba a estar en el medio de una balacera. Ella tiene hijos chicos y me dijo que no podía continuar, y estaba bien, tenía razón. La sonidista, Mariana Delgado, escuchaba las 12 horas ininterrumpidas de jornada, porque las operadoras estaban microfoneadas todo el tiempo. Teníamos permisos para entrar en comisarías, hospitales, juzgados. Yo le decía, “cuando no aguantes más, cortá, descansá”, nos teníamos que cuidar porque hay un límite. Lo mismo con Fernando, con la cámara, “si sentís que no querés entrar, que te da miedo, lo que sea, nos volvemos al auto”. Pero usamos mucho el humor, y eso es algo que aprendí de la gente de la línea 137, es la herramienta que más usan, porque de algo te tenés que agarrar.
"Usamos mucho el humor, y eso es algo que aprendí de la gente de la línea 137, es la herramienta que más usan, porque de algo te tenés que agarrar"
--Resolver el montaje debió ser complejo.
--Revivir las imágenes y los audios es bastante agotador, porque genera angustia. Después de estar unos meses sola viendo las imágenes y los textos empecé a ayudarme con un montajista. Ayuda mucho trabajar en equipo, aliviana un poco la angustia.
--Cómo fue el trabajo con Marta Dillon y con Juana Molina (encargada de la música)?
--Con Marta somos amigas, la conozco de la militancia, y fue un trabajo muy cercano. En los documentales uno escribe un guion tentativo, al que yo traté de respetar, pero después hay que terminar de armarlo en la sala de montaje, con el material que se consiguió. Pero Marta estuvo presente en todos los procesos. A Juana la tuve siempre como referente, me gusta su música y es muy amiga de Marta. Me propuso trabajar y me pareció muy bueno, porque Juana trabaja mucho lo que son los climas sonoros, la música incidental, no siempre hace canciones. Eso era un poco lo que quería pensar para esta película.