River debutó en el Grupo 3 de la Copa Libertadores con un importante triunfo por 3-0 ante Independiente de Medellín, en Colombia, mostrando otra vez su mejor cara en un torneo internacional, muy distinta de la exhibida el domingo pasado ante Unión, en la reanudación del torneo de Primera División.
Los primeros veintiséis minutos fueron increíbles, porque se jugaron en un campo de juego transformado en una laguna. Nadie supo explicar por qué se empezó a disputar un encuentro que a todas luces debió suspenderse o postergarse su inicio. Obviamente que en ese lapso no hubo nada destacable. Los jugadores ponían todo su esfuerzo en mantenerse de pie y en evitar que la pelota quedase frenada y le generara una chance de gol al rival. Mientras se desarrollaba el cotejo, el técnico Marcelo Gallardo le reclamaba al cuarto árbitro, a los líneas y a todo el que tuviera cerca la suspensión del partido. Llovía copiosamente y los charcos semejaban lagos. Tarde, pero el árbitro mandó a los futbolistas a los vestuarios.
En la reanudación, poco más de una hora después de la suspensión utilizada para desagotar la cancha con una máquina e innumerables secadores y de conciliábulos varios en busca definir si se seguía o no jugando, River marcó rápido la diferencia. Alario corrió a buscar un pelotazo y Mosquera se le tiró de atrás para frenarlo. Cayeron los dos, pero el árbitro vio y dio penal. El mismo Alario se encargó de batir a David González.
Y en la acción siguiente, los de Gallardo estiraron diferencias. Hubo una infracción al Pity Martínez que ejecutó Ponzio mandando el centro al área. El arquero local salió a cortar y falló. El rebote le quedó a Driussi, quien metió el puntazo para el 2-0.
Con el marcador a su favor, River se tranquilizó y mostró un rendimiento muy superior al del conjunto colombiano, sobre todo por los buenos movimientos de sus jugadores en ataque, mejor adaptados a un campo de juego en el que costaba hacer rodar la pelota con normalidad.
Apenas arrancado el complemento, Martínez Quarta convirtió el tercero de River, a la salida de un corner, definiendo con una media vuelta de derecha. La abultada diferencia empujó al local hacia adelante, con pocos recursos, apelando a la velocidad de sus extremos, quienes invariablemente finalizaban sus intentos con centros que la mayoría de las veces encontraron muy bien parados a los defensores visitantes. Mientras Medellín buscaba con insistencia, River se preocupaba por cerrar los espacios, trabajando en bloque e intentando ser precisos, a pesar del agua.
Entre esos intentos demasiado forzados de los colombianos y la tranquilidad del conjunto argentino se fue apagando el partido, que tuvo una última emoción en su agonía, cuando Batalla cometió un penal que Quintero cambió por gol, para darle cifras definitivas al encuentro.