Una cadena de hechos desgraciados e imprudentes provocaron la trágica muerte de Thiago Avaca, de 9 años, en la zona sur de la ciudad. Primero se pensó que era un homicidio en el marco de un ataque mafioso, pero una confesión de otro niño terminó revelando que fue un accidente, al manipular un arma que había sido dejada en el lugar por un mayor. Según lo que pudo reconstruir la fiscal de Unidad Homicidios Dolosos, Marisol Fabbro, el miércoles Thiago abandonó su casa -pese al aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia de coronavirus- para jugar con sus amigos del barrio Fuerte Apache. En la vivienda en la que se desencadenó todo lo esperaban Alexis, Brandom, Fernando, Álex, Uriel y Lucas, sin saber lo que iba a ocurrir horas después. Al hogar ubicado en Lamadrid al 1600 llegó un hombre, tío de algunos de los que estaban presentes en el lugar, y en la cocina dejó una arma en una mochila. Como si fuera una travesura, uno de los menores inspeccionó la mochila y sacó el arma. Ya con el revólver en la mano se puso a jugar frente a sus amigos hasta que en un momento alguien apuntó contra el rostro de Thiago y el arma se disparó, provocándole la muerte casi instantánea. Al percatarse del brutal desenlace, el propietario del arma les dijo que inventaran la historia del ataque mafioso. Pero toda la reconstrucción del hecho de la fiscal no encontró pruebas que avalaran la hipótesis inicial de homicidio. 

Los primeros trabajos de los especialistas sobre el cuerpo del menor -quien había ingresado sin vida al hospital Roque Sáenz Peña- indicaron que Thiago murió por una herida de arma de fuego en el cráneo y no por tres lesiones de arma como se había indicado en un principio. Una vez que se descartó la teoría del homicidio y la hipótesis de accidente por manipulación de arma tomó forma, la policía recabó dos testimonios con secuencias similares pero con diferentes protagonistas. La policía científica que trabajó en la zona sometió a un estudio de dermotest a los menores. Todos fueron trasladados hacia una policial y puestos a disposición de la Secretaría de la Niñez. La fiscal fue tras los pasos del hombre identificado como Pablo G., el tío de dos de los niños involucrados y el dueño de la mochila que contenía el arma de fuego. El procedimiento siguió cerca de la madrugada en una vivienda de pasillos ubicada en Dorrego al 5200, domicilio en el que vive el acusado, pero cuando la policía llegó al lugar nadie respondió detrás de la puerta. Pablo G. desapareció de escena y las autoridades tampoco pudieron encontrar en la casa elementos de interés para la causa, por lo que el implicado continúa prófugo.

El diputado Carlos del Frade dijo que "Thiago murió por el negocio impune del contrabando de armas. No hay balas perdidas sino un negocio mafioso desbocado y liberado. Entre enero de 2017 y diciembre de 2018, solamente en el departamento Rosario se secuestraron, oficialmente, 3.111 armas. Es decir, un promedio de 4 armas por día. La muerte de Thiago demuestra que la centralidad es la permanencia de los negocios y que la vida parece resumirse a lo que sucede a los costados de esos flujos de dinero".