Priscilla Martínez tenía 15 años. La asesinaron. Su cuerpo fue encontrado ayer en un pozo de una casa en la ciudad santiagueña de La Banda. A menos de 24 horas de confirmarse el femicidio de Camilla Tarocco, volvemos a escribir casi las mismas líneas. El mismo horror con otro nombre. Priscilla estaba desaparecida desde el 23 de febrero. Por su femicidio hay dos detenidos, uno de ellos es Rubén Ávila, de 28 años, tío de Priscilla y dueño de la casa donde se produjo el hallazgo de su cadáver. El otro detenido es tío de Ávila. La coordinación de mujeres que acompañaban la búsqueda de la adolescente, informó en un comunicado, que el 24 de febrero, la mamá de Priscilla no quiso ser escuchada por la policía y le negaron radicar la denuncia porque “seguro se habría ido con su novio”. También apuntan que tampoco se hizo lugar a los pedidos de la familia, una vez iniciada la búsqueda, de rastrillar, donde finalmente fue encontrado su cadáver. En la mayoría de los casos, los femicidas son parejas, ex pareja u otros familiares cercanos de la víctima. A diferencia de la covid-19, el enemigo no es invisible ni está afuera de casa. No hay barbijo para proteger a las mujeres de los hombres violentos de su entorno.

Hace dos días el Observatorio de Femicidios “Ahora que sí nos ven” difundió su registro de asesinatos de mujeres en contextos de violencia por razones de género desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio, del 20 de marzo al 12 de abril: un femicidio cada 32 horas. Sumó 18.

La cifra ya quedó vieja.

En las últimas horas, no solo hay que sumar a Camila Tarocco --tenía 26 años, fue detenido por su asesinato su expareja, la encontraron enterrada a 200 metros de su casa, en el partido de Moreno--, también a Jesica Minaglia, de 31 años, docente en una escuela primaria, que fue hallada asesinada en su propia casa de la ciudad de Comandante Luis Piedra Buena, en Santa Cruz, a 250 kilómetros de Río Gallegos, con manchas de sangre en su ropa. Había manchas de sangre también en el piso. Su expareja, Pablo Núñez, un cabo primero de la fuerza provincial, fue quien dio la alerta en una comisaría local. Núñez y Minaglia tenían un hijo en común, se habían separado recientemente. Minaglia habría sido asesinada a golpes. La jueza que instruye la causa ordenó la detención del policía.

Hay otro presunto femicidio que se podría sumar a la dolorosa lista. Interminable. El martes murió en un hospital del partido bonaerense de Chivilcoy Soledad Carioli Lespade, de 23 años. Había ingresado el 8 de abril por la guardia con síntomas de coronavirus --pero el test dio negativo--. No la mató la covid-19. Falleció como consecuencia de una golpiza: tenía fracturas en el maxilar y costillas y un edema encefálico. Por su muerte, fue aprehendido un hombre de 35 años, según informó el portal de noticias Agenda 365.

En Capilla del Monte por estas horas siguen buscando a Gisela Basaldua. Fue vista por última vez el 5 de abril. Tiene 35 años. Encontraron su mochila y sus pertenecías.

Mientras otros delitos han disminuido durante la cuarentena, los femicidios no bajan. La covid-19 se ensaña con las personas mayores. Los femicidas, con las más jóvenes.

La violencia machista es otra pandemia, anterior a la de coronavirus. Con el encierro obligatorio, lo han advertido organizaciones feministas y organismos internacionales, los riesgos para quien vive con el agresor se potencian. Y los canales para pedir ayuda se dificultan. Las llamadas al 144 han aumentado alrededor de un 30 por ciento. Pero no es una línea de denuncia sino de asesoramiento. Desde el 144 no se dictan medidas cautelares para expulsar al violento. Y la policía, como lo hacía antes, en algunos casos, se sigue resistiendo a tomar denuncias. Como sucedió cuando Maira Alejandra Sarmiento, de Las Talitas, en Tucumán. Ella sabía que su ex la iba a matar. Tenía 22 años y dos hijos. Luis Martínez la terminó asesinado el 3 de abril.

Tiene que existir un dispositivo que dé respuesta real en el territorio mediante la exclusión del hogar del varón que ejerce violencia, además de reforzar el sistema de refugios para mujeres con niños y aquellas que están solas. También es necesario un refuerzo de los presupuestos de las áreas involucradas en las distintas jurisdicciones. Deberían incluirse los ministerios de Mujeres, Género y Diversidad de la Nación y provinciales en los comités de crisis por la pandemia de coronavirus.

Así como el presidente Alberto Fernández ha dado un mensaje contundente contra quienes violan la cuarentena y hay indicaciones a las fuerzas de seguridad para que actúen persiguiéndoles, también es necesario un mensaje claro, potente, de repudio del Gobierno hacia la violencia machista para que la policía no siga minimizando las denuncias de las mujeres, las que pueden llegar a denunciar, para que lxs vecinxs alerten al 911 con la misma obediencia que llaman al 134 cuando advierten que no se respeta el aislamiento obligatorio. El problema de la violencia machistano puede esperar a que pase esta crisis sanitaria para abordarlo con en forma integral, teniendo en cuenta la complejidad que le suma la cuarentena. A las pibas las están matando hoy.