En su carrera en conjunto o por separado, Michael Powell y Emeric Pressburger lograron crear una de las filmografías más sólidas, creativas y diversas en toda la historia del cine británico. Es lo que suele decir Martin Scorsese en cuanta ocasión se le presenta. Pero la relación del director de El inmigrante con la obra de la dupla va más allá de su afición cinéfila: Marty fue uno de los principales impulsores de la restauración meticulosa de dos de sus obras maestras incontestables, Las zapatillas rojas y Narciso negro, ejemplos gloriosos del uso del Technicolor en los años 40. El vínculo es aún más profundo, ya que su eterna compañera en la mesa de montaje desde los tiempos de Toro salvaje, Thelma Schoonmaker, fue la esposa de Michael Powell durante los últimos años de vida del realizador, hasta su muerte en 1990.
El patrocinio scorseseano es más que comprensible cuando se recorren los títulos de Powell & Pressburger –como suele llamárselos, casi como si se tratara de una marca– y de aquellos largometrajes en solitario que el primero realizó luego de su separación profesional y creativa. Bajo el subtítulo “Juntos y separados”, en copias restauradas de excelente calidad, la plataforma Mubi está ofreciendo por estos días tres de esas películas, pequeño muestrario diseñado como anzuelo para “entrar” en ese universo cinematográfico. Se trata del drama bélico expresionista Su peor enemigo (1949), el musical a todo color Los cuentos de Hoffmann (1951) –ambas dirigidas a cuatro manos– y la muy polémica en tiempos de su estreno Peeping Tom (1960), firmada por Powell en solitario y conocida en territorios de habla hispana con los títulos El fotógrafo del pánico o Tres rostros para el miedo.
Nacido en Hungría en 1902, Imre József Pressburger (el nombre artístico Emeric reemplazaría el nombre de pila real) comenzó su vida profesional como periodista en su país natal y más tarde en Alemania, lugar de encuentro con su profesión definitiva. Luego de trabajar en diversos roles en los míticos estudios germanos UFA, la llegada del nazismo lo empujo al exilio parisino, para reubicarse de manera definitiva en Londres, donde continuaría con una prolífica carrera como guionista, iniciada en sus años berlineses. Inglés hasta la médula, Michael Latham Powell nació en el condado de Kent en 1905 y comenzó a tener contacto con la industria del cine a mediados de los años 20, en Francia, de la mano del pionero Rex Ingram, pasando a revistar en diversos roles en los rodajes de dos films tempranos de Alfred Hitchcock: Champagne y Chantaje. Ya en 1931 comenzó su carrera como realizador y para el momento de la primera colaboración con Pressburger su filmografía sumaba más de una veintena de títulos.
El contacto entre ambos se produciría gracias a otro inmigrante húngaro, Alexander Korda, coequiper junto a su hermano Zoltan de otra de las grandes duplas del cine inglés de los años 30 y 40. Tanto Powell como Pressburger habían trabajado para los Korda –en la posición de director y guionista, respectivamente– y el resultado de ese encuentro, en 1939, permitiría el nacimiento de The Archers, la compañía que mantendrían activa hasta 1957, escribiendo, produciendo y codirigiendo más de veinte largometrajes.
Su peor enemigo (The Small Back Room en el original) llegaría después de las exitosas Escalera al cielo, Narciso negro y Las zapatillas rojas, el regreso a un blanco y negro contrastado luego de la experimentación con los colores de esos dos últimos films. No es un detalle de escasa relevancia: la historia de Sammy Rice, un civil especializado en la desactivación de bombas en plena Segunda Guerra Mundial, está marcada por las enseñanzas del expresionismo alemán y de uno de sus derivados formales más ostensibles, el film noir. El guion de Powell y Pressburger, basado en una novela de Nigel Blachin, hace foco en tres tramas que corren en paralelo. Por un lado, la infinita paciencia que tanto Rice (interpretado con intensidad por David Farrar) como sus compañeros del “pequeño cuarto del fondo” –como llaman al laboratorio de investigación balística donde prestan servicio– deben enfrentar casi diariamente para sostener su independencia.
Por el otro, la relación amorosa que el protagonista mantiene con su compañera de trabajo Susan (la actriz británica Kathleen Byron, coprotagonista del drama de claustro Narciso negro), único muelle al cual parece capaz de aferrarse ante las constantes recaídas en el alcoholismo. Finalmente, la subtrama bélica, que gira alrededor de unos engañosos dispositivos alemanes con forma de termo que han comenzado a caer del cielo y ningún militar ha sido capaz de desactivar con éxito. La poco vista Su peor enemigo no es una de las grandes películas de la dupla, pero hay en ella mucho para recomendar. La historia logra sostener todo el tiempo el interés y está coronada por una gran secuencia de suspenso explosivo (o no tanto, dependiendo del resultado final del trabajo con la mencionada bomba) y otra en la cual el concepto “expresionismo” adquiere toda su dimensión original: ante la tentación de beber ese trago prohibido, una botella de alcohol gigante y relojes haciendo tic tac a un volumen infernal persiguen al héroe como si se tratara de verdaderos demonios.
Mucho más reconocida a nivel popular, Los cuentos de Hoffmann, cuyo elenco está encabezado por el tenor Robert Rounseville y la ballerina Moira Shearer, volvió a reunir a la dupla para revisitar y llevar aún más al límite el particular estilo musical que habían comenzado a desarrollar en Las zapatillas rojas. La adaptación a la pantalla de la ópera de Jacques Offenbach –a su vez basada libremente en tres historias de E.T.A. Hoffmann– se desarrolla con un formato diáfanamente operístico y, para más datos, la banda de sonido del film fue grabada por completo en estudio por cantantes profesionales antes de que la dupla filmara un solo plano.
Muchos años antes que Los paraguas de Cherburgo, este largometraje de P&P elimina por completo los diálogos convencionales, transformando al canto y al baile en los únicos medios mediante los cuales los personajes conversan, discuten, reflexionan, disfrutan y sufren. El resultado es un film extraordinario que, con el correr de los años, sería revalorizado y defendido por nombres tan diversos como Cecil B. DeMille, Scorsese (desde luego) y George A. Romero, quien llegó a afirmar que esta fue la película que decidió su destino como cineasta. ¿Acaso el final de la primera historia, con la bella autómata desmembrada por sus creadores, influyó en el cierre de La noche de los muertos vivientes?
Cerrando el ciclo “Powell & Pressburger – Juntos y separados”, El fotógrafo del pánico, que estará disponible en Mubi a partir de este miércoles, fue la segunda película rodada por Powell en solitario luego de la separación artística de su socio. El estreno británico en abril de 1960 fue poco menos que una bomba. La historia del fotógrafo y asesino serial de mujeres Mark Lewis (enorme interpretación del alemán Karlheinz Böhm, que años más tarde se pondría varias veces a las órdenes de R. W. Fassbinder) fue leída desde la prensa especializada como un retroceso gigantesco para uno de los realizadores más prestigiosos del país. Era casi inimaginable que el celebrado Michael Powell cayera tan bajo al ponerse detrás de una historia sucia, grosera, violenta y sórdida. Asimismo, el BBFC –la junta británica encargada de calificar y censurar las películas– demandó varios minutos de cortes en las escenas sexuales y/o de violencia más explícita. El paso del tiempo, desde luego, iría ubicando a Peeping Tom en el lugar que siempre mereció tener: un relato psicológico lleno de tensión y suspenso y una inteligente reflexión sobre el poder del cine y su relación con los espectadores, todos ellos peeping toms (el término inglés para fisgón o voyeur) de las vidas y los actos desplegados en pantalla. Una película absolutamente adelantada a su época y fuente de inspiración de decenas de largometrajes del futuro.