Las medidas del Gobierno de la Ciudad expresan su verdad inconsciente con la frase del ministro de salud Fernan Quirós ”Tenemos que anticiparnos a los problemas que vamos a tener” . Sí, los problemas que van a tener si no hacen lo que tienen que hacer en la estructura de Ciudad para enfrentar la pandemia. Pero no se hagan los futuristas previsores: la medida que, con el paso de las horas, ha sido atenuada, ha generado una constelación de protestas por lo que ya no está funcionando. Y a pesar de que Quirós afirmó hablar en nombre del Estado, su discurso apeló a la organización con las familias, el barrio, incluidos los encargados de edificios y los delivery (siempre ese look privatización, ché) . Y eso que hasta ahora el protagonismo de les vecines en los medios ha sido en la denuncia y la persecución de les profesionales de la salud en una síntesis alocada, como si dijeran “Te aplaudo por lo que estás dispuesto a hacer por mí pero ¡fuera de mi casa! ”. La construcción de una idea de vecino diferente al del ortiba que viene de la dictadura exige la organización política colectiva zonal, desde abajo (no encuentro una fórmula menos lugar común, aunque el lugar común es lo que tenemos que mantener aunque sea a dos metros de distancia) .
Me gusta un texto de Gabriela Cabezón Cámara : “ Yo pienso en una resurrección de las asambleas, en que haya una en cada manzana, en cada barrio. Una asamblea por manzana para que los gritos de la mujer del súper y de su Daisy y seguramente también de su hijito sean respondidos comunitariamente y no dependan solo de una justicia que de eso poco más que el nombre y de instituciones con poco presupuesto, nunca jamás suficiente. Una asamblea por manzana para los que viven en la calle, para buscar las casas vacías y dárselas. Una asamblea por manzana, por barrio, para hacer una democracia de verdad. Asambleas localizadas y asambleas por particularidades: una gran asamblea hecha de asambleas de travestis, de inmigrantes, de mujeres, de niños –hay que escuchar a los niños, hay que defenderlos, es urgente. Una asamblea ambientalista porque también es urgente”. No dijiste “viejes”, Gaby, pero es como si lo hubieras hecho, para eso vimos la película La vida de Brian. No dudamos de las buena intenciones de los que lejos de proponer una guerra del cerdo, moderan : “cada cerdo en su propio chiquero”. ¿Y el consentimiento?
La data en numeritos se debe difundir en relación a otras para comparar, interpretar, es decir, deslizando un margen de pregunta que permita sacar las propias conclusiones, al menos antes del Alzaimer y decidir qué hacer. El machaque sin matices de que los grupos de riesgo son los mayores de 65 años es tanato-comunicación, terrorismo prensero dirigido justamente a los que ya habían sido dados por muertos desde antes, ni productores ni reproductores, ni consumidores, ni ni ni ni ni, encima lastres tecnológicos que a lo sumo han llegado a aceptar la televisión por cable y el teléfono inalámbrico como ese Daniel Blake, el personaje de la película de Ken Loach, (lo vuelvo a citar ¿y de ahi? ) que, presionado para hacer un trámite a través de la compu, levanta el mousse en el aire y lo mueve con el mismo movimiento con que se utiliza un borrador en el pizarrón.
El hit Coronavirus proyecta dos imágenes de viejes; quienes que se agolpan en las puertas de un banco desde la madrugada porque quiere cobrar por cajero, es decir una especie de rebelde zombie sin el prestigio de un objetor de conciencia ni la picaresca de un evasor de impuestos. O la de alguien víctima del abandono de persona al/a la que se le retira el respirador para dárselo a otre ante quien perdió en una evaluación tipo La decisión de Sofía. Es decir, alguien tutelado o a quien hay que tutelar, y es justo que así sea y el Estado lo hace. Pero esa pasividad anciana es falsa como lo era para la Tania, la guerrillera de les jubilades, Norma Pla
”Abuela tu abuela” fue el slogan que acuñó la artista Graciela Taquini para romper con la imagen de la reina matriarca cuyo cetro es una lata de galletitas caseras y cuyas dádivas se distribuyen en forma de vueltos desde un monedero estampado y que en nuestro cine nacional representó durante años la actriz Amalia Sánchez Ariño.
Les viejes, llamados clase pasiva, no se reconocen a menudo como aquelles a quienes han dejado soles en la cuneta de la vida, sino que han peleado palmo a palmo su soledad última, por preservar su autonomía hasta que no pueden más, alertas como una ciudad sitiada, antes de la venida a sus casas refugio, de las figuras del cuidado y de la tutela . “Quiero morir en las calles de Nueva York “, decía la madre de una querida amiga cuando tenía casi noventa y pretendía seguir paseando aferrada a sus canadienses y a su hermana poco menor. No lo decía con tono trágico sino insurgente como un guerrillero en los tiempos de Sierra Maestra. “De acá me sacan con los pies pa delante” dictaminó mi abuela cuando mi madre pretendió mudarla del conventillo en que vivía a un departamento “No ha nacido quien me meta en un ascensor” amenazó. Era semianalfabeta, estaba casi ciega. Lo logró.
No hay soberanía en la vejez, pero si no se ha perdido la cabeza, existe la posibilidad de elegir. Ah, no se trata, por supuesto, de la gran elección sartreana como compromiso de una libertad, pero sí la de gestionar el día a día de como se quiere vivir en lo que queda por vivir.
Entonces me encontré en Facebook con un posteo de la doctora Graciela Jacob . Hay ahí unos números realistas según los que la posibilidad de salir vives de terapia intensiva y del respirador es del 50% , porcentaje que va en bajada si se es vieje. “Los médicos que están atendiendo las Unidades de Terapia Intensiva–dice–, no tendrán tiempo de averiguar mucho de la persona que ingresa, en general en situación crítica. Pero todos, absolutamente todos, tenemos la posibilidad de tener un anotador escrito de puño y letra contándole a quien nos va a atender, primero en guardia, luego en una unidad de clínica y finalmente si la suerte (o mala suerte) toca, en Unidad de Terapia Intensiva quiénes somos, cuál es nuestra estructura de afectos, con quiénes queremos una comunicación, aunque sea virtual.
También podemos escribir nuestras voluntades anticipadas que no requieren trámite legal alguno.
¿Queremos ser ingresados en un respirador? y si no quisiéramos ¿cómo queremos ser atendidos?
En mi caso escribí ya mis voluntades anticipadas que tienen mis hijas y los médicos en quienes deposito mi confianza para que se hagan cargo de mi, junto con un equipo de cuidados paliativos llegada esa eventualidad.
Esta no es una historia negra. Esta es una historia profundamente vital. Así como vivo con autonomía y lucidez quiero tener la posibilidad de morir.
Sería sola, pero no abandonada y mis queridos podrían, aún a la distancia, despedirse de mi si fuera necesario".
Fin de la cita . Ni hablar de los efectos posteriores del uso del respirador para quienes tenían de antemano más chico el futuro y ahora lo tienen en vida vivible en –que odiosa es la expresión “calidad” de vida como si fuera un producto en una góndola de super o en un shopping–. Por supuesto que, así como una ley por al aborto seguro, libre y gratuito, no obliga a abortar, se puede decidir dejar la propia vida en manos de otres. Pero la vejez , más allá del coronavirus, es la oportunidad de decidir una ética de la despedida. Claro que: Joven argentino, si tienes más de 18 años pero menos de sesenta y cinco, podés no pensar en todo esto, los de la Internacional senil te damos una prórroga.