Aumentan módicamente la cantidad de actividades permitidas. El flujo entre la sociedad civil, las municipalidades, las provincias y la Nación arroja resultados incipientes.
Tres objetivos combinados se instalan en realidades muy diversas.
Primero: flexibilizar aspectos focalizados de la cuarentena sin relajar.
Segundo: controlar-restringir más la circulación de vehículos que creció en los días más recientes. Sea medido con las sofisticadas herramientas nacionales o con la mirada cercana de los intendentes.
Tercero: acentuar el cuidado para los adultos mayores.
Se habilitan aperturas de pequeños comercios, o la labor de profesionales independientes. Posibilitar que los laburantes que hacen changas se conecten con sus patrones resulta más accesible en localidades en la que las clases sociales viven separadas por pocas cuadras o kilómetros, transitables a pata o en bici.
La obra pública privada fue un reclamo colectivo de los intendentes del Interior bonaerense que dialogaron con el gobernador Axel Kicillof días atrás. El minicírculo keynesiano va desde el corralón de materiales hasta una obra particular. Se diseñan permisos diarios para que trabajen una, dos o tres personas simultáneamente como mucho: un arquitecto, un capataz, un maestro mayor de obras, operarios, electricistas, sucesivamente. Una variante micro de los turnos rotativos que se proponen para fábricas en otras ramas de producción. El programa Procrear, pensado para sectores medios durante el kirchnerismo, recupera bríos. Las instituciones son buen soporte para reformas, siempre. La Casa Rosada no habilitó aún este tipo de obras. De modo silvestre, se van realizando acá y allá donde no causan embotellamiento de tránsito ni aglomeración de cuerpos.
Se incentivan los delivery. Las estructuras preexistentes hacen que el primer beneficiario sean empresas medianas o grandes. Otra dificultad en ciernes: habrá pocos pesos en plaza para comprar algo más que los productos esenciales. La apertura de bolichitos cumple otras funcionalidades, ojo: recuperar la actividad, evadirse durante unas horas del día de la marmota de cuarentena, poder salir a la calle.
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Ida y vuelta: Intendentes y gobernadores piensan, mantienen contacto y diálogo permanente con la sociedad. Muchos recorren las calles con altavoces, sugiriendo cumplir las reglas, escuchando demandas de los vecinos, poniendo el cuerpo. Según las encuestas locales y la percepción ciudadana se eleva la reputación de los alcaldes presentes. Muchos se rompen la cabeza para mejorar la provisión de alimentos, de insumos para la crisis sanitaria, de impulsar algún movimiento económico.
Las presas de la cárcel de Batan producen barbijos para protegerse, hacerlos llegar a sus familias y también al personal penitenciario. Suspenden las visitas, obran pensando en todas y todos formando una comunidad parida por la peste.
Los presos de Mercedes (Buenos Aires) amasan pan en cantidades significativas para consumo de los pobladores más humildes. La intendencia procura los insumos, también intermedia entre productores de fruta que mandan la que ya no está vendible a cooperativas comunitarias que preparan dulces.
En simultáneo, a veces en un mismo paraje, autoridades y ciudadanos incurren en medidas ilegales, sectarias, paranoicas.
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Violencias y muros: En Comodoro Rivadavia se conoce al primer contagiado de Chubut. Personas enardecidas publican su nombre y domicilio en redes, hasta en algún medio convencional. El enfermo está internado, apedrean la casa familiar. Hay que ponerle custodia.
Se cierra la entrada a pueblos o ciudades, Se trunca el tránsito usual. En el norte de Santa Fe voces ciudadanas claman para que se clausuren rutas que comunican con Chaco. En Río Negro hay varias ciudades con ingresos cortados. En Buenos Aires otro tanto. Son ejemplos random, existen más. Se programan por aquí y acullá controles policiales de accesos. Obleas para pobladores cuyo domicilio figura en el DNI. Las aduanas interiores, prohibidas por la Constitución, solo alzan las barreras para dejar pasar proveedores de alimentos, fuerzas de seguridad y nativos comprobados.
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La guerrita del cerdo: Cuidate, quédate en casa. Preceptos sensatos, atentos a la gravedad del peligro. Cuando la recomendación escala a pedir que denuncies, todo toma otro color. Comunicadores de amplísimo abanico ideológico gritan incentivando a denunciar. Vociferar en el contexto de temor colectivo es, opina este cronista, desaconsejable. Ahonda la desazón, la tendencia al pánico. La promoción mediática de la denuncia tiene sus bemoles. Las cifras oficiales, parcas al respecto, sugieren que la cantidad de denuncias a infractores de la cuarentena multiplican “n” veces a las infracciones comprobadas.
La información sobre las reglas obligatorias no es conocida al dedillo por la gente común. Lógico porque es compleja, porque los medios entreveran reglas de distintas jurisdicciones, porque las normas se reforman con celeridad. Por ejemplo, los barbijos desaconsejados en numerosas provincias devinieron obligatorios, en casi todas.
En la Ciudad Autónoma (CABA) lo son para entrar en espacios cerrados, negocios o medios de transporte. No para transitar la calle. Buenos Aires es la morada de quien escribe esta nota. Cualquiera que balconee puede observar miradas de soslayo o reproches a quienes no usan tapaboca donde no es obligatorio.
Vamos a una mini digresión para volver. Se reparten alimentos en escuelas. Cerraron los comedores, por motivos sensatos. Trabajadores de la educación proveen de bolsos con comida para varios días. Facilita la distribución, tranquiliza a las familias. Protege a los docentes un poco, les ahorra intercambios cotidianos masivos. Fue demanda de los sindicatos del sector, bestias negras de la derecha nativa. Los docentes saben reconvertirse en trabajadores sociales porque su formación los habilita y porque lo hicieron en anteriores crisis.
Uno cree que es muy otra la aptitud de la policía porteña para aleccionar a mayores de 70 años a honrar la equivocada regla que impuso el Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. Un permiso adicional para salir a la calle. Se debe tramitar por única vez, llamando a un call center. La administración local tratará de disuadir a “nuestro abuelo” (ay) u ofrecerse para hacer su trámite. Uno imagina vivencias cercanas, ocurridas. Se corta la luz, el ancianito quiere comprar velas. Las personas de otra edad salen y agotan las existencias de comercios cercanos. Tras un rato de esperar nuestras líneas que están colmadas el septuagenario consigue el salvoconducto pero no oferta para su necesidad urgente.
Si sale sin la autorización, corre el riesgo de ser mirado de soslayo o regañado por terceras personas. Infringe la ley, el tabú.
Vale apelar a la responsabilidad. Es deber difundir datos preocupantes, estadísticas certeras. Pero diferenciar por edad es muy otra cosa. Dicho por un funcionario macrista ayer en este diario: se transforma al portador de derechos en objeto de cuidado, nada más. Lo solidario es ofrecerle mecanismos de ayuda, movilizar a empleados públicos o voluntariado: no obligarlo a tramitar su mediación.
Las personas mayores mueren generalmente más que las de otras edades. Antes de la covid-19 y ahora. También atraviesan existencias difíciles en muchos casos. Depresiones, aislamientos, reforzados, temores, soledades, desamparos. No salir al sol es desaconsejable para cualquiera, en especial mayores y pibes chicos, otros sujetos cuyos derechos se suspenden durante la pandemia.
Injusto dudar de las buenas intenciones de Rodríguez Larreta quien teme como tantos dirigentes que se disparen los contagios. La cautela no justifica cualquier resolución, precepto aplicable, por caso, al estado de sitio que promocionaron varios mandatarios desde el inicio, entre ellos el gobernador santafesino Omar Perotti. De nuevo: es cuestión transversal, no pasa por la bandería política.
Acertó el presidente Alberto Fernández en aquel entonces cuando objetó que se implantara estado de sitio. Erró, en cambio, cuando avaló en declaraciones radiales la movida de Larreta. La Canciller alemana Angela Merkel, que es de derecha como Larreta pero tiene dotes de estadista, fulminó iniciativas como esa.
Como los cierres de rutas, como la incitación a buchonear, esta jugada puede conseguir anuencia social, reproducirse en otros distritos. Sería una mala praxis. Inconstitucional tal como está concebida… todo indica que lo será aún más cuando se ponga en práctica.
Otra disfunción de moda: empoderar y elogiar a las fuerzas de seguridad cuyos precedentes históricos son pésimos en general. Los episodios de violencia institucional crecen y las respuestas son apartar a “la manzana podrida”, un parche ante un peligro latente o ya en despliegue.
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Incertidumbre, aciertos, variables: El esfuerzo de autoridades ejecutivas para coordinar esfuerzos y acciones es tan inédito como encomiable. Atinadas y responsables las políticas sanitarias promovidas por AF que las provincias acompañan o acentúan. Audaces las políticas sociales y económicas implantadas por el presidente y su equipo. Signadas por los objetivos de preservar las fuentes de trabajo, la capacidad instalada, los niveles de empleo. Inalcanzable de modo pleno pero valioso como rumbo.
En plena incertidumbre todo balance peca de prematuro. De cualquier modo, vale resaltar acciones solidarias, compromiso de millones de laburantes, dirigentes sociales y numerosos funcionarios que ponen el cuerpo, se arriesgan a la enfermedad. Realzarlos exige señalar las contraindicaciones. Y advertir sobre las restricciones a todo tipo de derechos. Parafraseando la dicotomía tan de moda: ni la vida ni la economía son todo.
Los médicos, las presas que mencionamos antes, el personal de Aerolíneas Argentinas… proliferan ejemplos de la sociedad.
La peste recae en un país emergente, con un Estado herido, sin recursos económicos. Y con sectores de privilegio que sacan ventajas objetivas de la situación, perversas aunque no siempre ilícitas. Los Bancos, las compañías de seguros, los acreedores externos, las grandes corporaciones patronales.
En ese contexto, las iniciativas del Gobierno nacional en el canje de deuda (ver nota aparte) , en el proyecto de impuesto a grandes fortunas topan con resistencias tremendas, atávicas, insolidarias, clasistas. El conflicto no ha cesado. Negarlo es uno de los simplismos peligrosos que encubren las menciones a la guerra.
La sensatez, los acuerdos federales son parte de la solución. El sectarismo eventualmente violento que promueve la crisis, un problema creciente. El uno por mil más rico de la población argentina o del planeta, un antagonista que supo salir ganancioso de la crisis global de 2008 y 2009 y ahora busca reverdecer esos laureles.