Desde hace días intento escribir por lo que estamos pasando les argentines, al igual que el resto del mundo, y observo cómo las distintas familias van pasando esta cuarentena obligatoria. Al ver la organización con la que sobrellevan esta situación, no puedo dejar de sentir orgullo, pero principalmente por dos sectores a los cuales pertenezco. Uno es el sector salud y el otro, el de las barriadas populares.
El sector de la salud pública y comunitaria, que tantas veces dijimos es el pilar de toda sociedad, hoy muestra su realidad: un país con gran porcentaje de enfermos, mal nutridos y con barrios sin agua potable, son la cara de que no es un país saludable. Tenemos a los mejores profesionales a la cabeza, pero con eso no alcanza, y no por falta de conocimiento, sino por la postergación que por años sufrió la salud pública, porque no cuentan con insumos suficientes o trabajan en lugares donde la gente se muere por desnutrición o deshidrataciones, e incluso porque no les llego el medicamento a tiempo.
También porque son profesionales de la salud precarizados que para llegar a tener un buen sueldo deben trabajar en varios hospitales, hacer guardias de ambulancias viajando horas hasta llegar a la terapia más cercana, muchas veces sin dormir y rogando que no ocurra un accidente en la ruta que les cueste la vida. Fueron tantas las veces que vi a mis compañeros médicos y enfermeros frustrarse porque no pudieron salvar una vida.
Hoy toda la sociedad a las 21 horas aplaude a este sector, pero el individualismo social sigue latente. En muchos lugares los excluyen cerrándoles las puertas porque van a trabajar a un hospital o un centro de atención primaria. Por esto sueño con un país con políticas serias para el sector salud, que cada barrio tenga su centro de atención primaria y que allí puedan detectarse las enfermedades, para que no lleguen a los hospitales con cuadros avanzados.
Y están les vecines de los barrios, trabajadores informales a los que les cuesta el triple llegar a todo. Les vecines que nos cuidamos entre nosotres, fortaleciendo los comedores y merenderos, les compañeres que se organizan para llevarles las tareas a les niñes del barrio. En esos lugares donde las medidas de prevención escasean, pero se cumplen, intentando utilizar todos los elementos posibles para que este virus no llegue a ese barrio, porque sabemos que si llega, el daño va a ser mucho por la malnutrición.
En las barriadas populares, la salud suele no llegar a tiempo y dejar a estos sectores aún más vulnerables. Entonces, cuando alguien viene y me pregunta ¿Todo para ellos? ¿Yo que trabajo tanto, nada? Mi respuesta es: hoy son prioridad. Muchas veces el que interroga de esa manera está cómodo o cómoda en una casa fresca o calentita, con internet, gas, luz y agua potable, con todas las posibilidades de salir a comprar o hacer un pedido y que se lo lleven a su casa.
La gente de los barrios populares no tiene esa posibilidad y para eso estamos las organizaciones sociales, para ayudar, estar codo a codo con ellos. Somos la voz, el grito de los últimos de la fila. Por eso es necesario ocupar espacios para que nos escuchen, para que este país hermoso sea realmente sea solidario, comunitario, para que todes tengamos los mismos derechos.
Por eso, ante el aislamiento preventivo obligatorio correctamente determinado por el gobierno nacional, los profesionales de la salud inmersos en esta comprensión, impulsamos políticas de salud comunitaria, integral, dirigidas al conjunto del barrio.
Para cuidarse el barrio, debe cuidar al barrio, por eso no hay ninguna posibilidad de aislamiento si no se continúan, y amplían, las formas solidarias de acceso a los alimentos que complementen los que pueden comprar las familias. Los merenderos y comedores están desbordados, y esa es la principal respuesta que hay que contemplar desde la salud. Por eso cada día los militantes de las organizaciones elaboran cientos de viandas que llegan a tantas familias.
El aislamiento para retardar el contagio, implica en cada barriada acompañar también en las prácticas de desinfección de espacios de ingreso y egreso de personas, y del ingreso a cada hogar, ayudando a detectar síntomas, o incluso acondicionando espacios para su aislamiento real. También la detección temprana de las personas que son población de riesgo, por su edad, por ser gestante, o por enfermedades prevalentes.
Además, la salud integral en el barrio implica lograr cercanía con las mujeres y disidencias que pueden estar sometidas a situaciones de violencia, denunciadas o no. Es decir, nos convoca a promover políticas en las que el propio barrio cuide al barrio.
No me resigno a que esto no suceda, creo que esta es una gran oportunidad para que demostremos que todos juntos podemos salir de esto, que no damos lo que nos sobra, sino que compartimos lo que tenemos. Siempre sostengo que lo mejor que tenemos es el pueblo, porque su organización es genuina en situaciones como esta. El presente nos demanda ocuparnos, dar respuesta inmediata.
En un futuro no muy lejano, deberá llegar la respuesta planificada de construir una nueva Argentina, de no correr tras los problemas sino realizar prevención que llegue de manera igualitaria a todes, de un acceso a integral a la salud. Para esto, la política deberá ser la herramienta fundamental de trasformación en un país para todes, donde confío en que nuestro presidente, a quien admiro profundamente, seguirá cuidando de todes les argentines, pero principalmente a los más vulnerables del sistema.
* Médica, diputada nacional.