Un hombre con barbijo espera en la fila del supermercado. De fondo, las góndolas están semivacías y en el televisor la noticia omnipresente es el aumento incesante de la cantidad de infectados. Las imágenes de Tóxico, la nueva película del realizador Ariel Martínez Herrera, filmada hace tres años, son de una pavorosa actualidad y es difícil que a la luz de los acontecimientos reales, la ficción no se resignifique.
Augusto (Agustín Rittano) y Laura (Jazmín Stuart) son una pareja que decide escapar del caos de una ciudad asolada por una extraña pandemia de insomnio. Las personas deambulan por la calles en pijama, como autómatas, y la represión y la violencia policial son parte del nuevo paisaje. Frente a esa realidad, los jóvenes se suben a su motorhome, para protagonizar lo que es en gran medida una road movie apocalíptica, y que hoy convoca nuevas e inquietantes lecturas.
“El proyecto es de muy larga data. En 2008 se hizo la primera versión del guion”, comenta el director, quien estuvo acompañado por un equipo de guionistas y asesorado por un biólogo para sumar credibilidad a la historia. “La idea original era una pareja que atravesaba una larga conversación que terminaba transformando toda la relación, y que durante esa discusión no salían del cuarto. Al principio no se sabía bien por qué, pero después surgió la posibilidad de que no salieran porque había una epidemia. Y luego se nos ocurrió que no estuvieran en una casa, sino en un motorhome, escapándose. A lo largo de los años se fue construyendo todo esto, y terminamos de reescribir la película en 2016. Y ahí apareció la idea de que la epidemia fuera de insomnio”. El film, al que Martínez Herrera describe como “predicción alocada”, podrá verse el próximo jueves y sábado, a las 22, en Cine.ar TV, y a partir del viernes, durante una semana, en la plataforma Cine.ar Play.
- ¿De qué manera se asesoraron para abordar la realidad de una pandemia?
- A medida que se volvía necesario que la epidemia jugara un rol narrativo, Emiliano Aguerreberry, que es biólogo y muy amigo mío, nos asesoró en el tema, porque me parecía raro escribir sobre eso sin tener conocimientos. El estudió dramaturgia con Mauricio Kartun, hizo teatro de improvisación y también escribió una obra de teatro infantil, y en Aventuras de Corazón Roto, una serie de animación que hicimos en 2015, y que se trataba de un viaje por el interior de un cuerpo humano, ya le había pedido que me corrigiera los guiones, para que fueran graciosos pero para que también tuvieran rigor. Entonces desde ese momento su colaboración se transformó en algo muy natural. El fue una fuente de consulta, y me mostró información y me ayudó a diseñar la enfermedad y a compararla con casos reales en todas sus dimensiones. En este caso, hicimos una película de cine fantástico, pero investigamos cómo se comportaban las epidemias.
- ¿Y cómo apareció la idea de hablar de una pandemia de insomnio?
- Funcionaba como metáfora. El virus comenzó a funcionar como un personaje más en la película. Y en el 2016, cuando estábamos reescribiendo el guión para el rodaje, la idea era hablar de una bacteria que estaba en el agua, pero la guionista Luz Orlando Brennan, que estuvo a cargo del proceso de reescritura, y que armó un equipo de guionistas, encontró entre mis notas que yo había escrito que “estar despierto puede llegar a ser la peor pesadilla”. Porque creo que lo único que necesitás para volver loco a alguien es mantenerlo despierto. Yo estaba investigando y leyendo sobre epidemias, y había encontrado datos rarísimos, como el caso de una ciudad donde la gente duerme un treinta por ciento más que en el resto del mundo, y vive mucho más, y también supe que efectivamente hubo alguna vez una especie de enfermedad del insomnio. Como metáfora funcionaba bárbaro, porque la gente deja de dormir, y eso es pesadillesco y totalmente terrorífico porque invade algo que es muy íntimo y necesario. Y no es casualidad que esto toque una fibra sensible, porque sabemos que esto ya está en peligro. Y todo esto está documentado. No lo estoy inventando, sino que lo leímos. Están las estadísticas de la cantidad de tiempo promedio que dormía una persona hace cuarenta años y cuánto duerme ahora. Y resulta que hemos perdido horas de sueño vorazmente en los últimos años. Una gran parte de lo que antes eran horas de sueño ahora son horas de vigilia.
- ¿Por qué ocurre eso?
- Me parece que tiene que ver con un estado de hiperactividad, que en un punto es algo autoimpuesto, y no podemos echarle la culpa a algo externo todo el tiempo. Creo que tenemos que pensar desde qué lógicas ensamblamos lo que conocemos como una vida de bienestar. Hoy tenemos un estilo de vida, y dejar de dormir tiene que ver con esta época.
- ¿Cuál es la sensación de estrenar en este contexto?
- Para cualquier realizador independiente hacer una película es un proceso largo y áspero. Y llega un momento que te desprendés de las expectativas, y terminar el proyecto ya es un montón. Pero esto supera cualquier expectativa que pude haber llegado a tener. Estrenar esta película en medio de una pandemia real es algo que ni en chiste se me ocurrió.
- ¿Qué cambia en esta circunstancia la nueva modalidad de difusión que promueve el Incaa?
- Lo cambia todo. Yo tengo el deseo de poder estrenar en una sala de cine, y extraño eso, pero creo que esta situación genera debates que había que darlos, sobre cómo las plataformas llegaron a nuestro cine y a nuestra cultura, y sobre qué significan en nuestro hábito de consumo. También es necesario debatir acerca de cómo hacemos para generar público para el cine que producimos, porque en definitiva se trata de eso. No queremos hacer un cine que nadie vea. Tenemos una cinematografía nacional gloriosa y que deberíamos defender como el legado cultural que es. Yo estoy orgulloso de estrenar en Cine.ar Play, una plataforma federal que llega a las casas en un momento como este, con contenido producido por nosotros. Y espero que se pueda empezar a contemplar esta opción de un estreno digital, federal y gratuito no sólo como un plan de contingencia. Porque está muy bueno que podamos ver cine argentino de calidad en cada computadora del país.