Un tranquilo ortodoncista de 51 años abrió fuego, por razones desconocidas, contra todos los que se cruzó en un pequeño pueblo costero de Nueva Escocia, Canadá. Gabriel Wortmann mató a 18 personas antes de ser abatido por la policía. Estaba vestido con el uniforme de la Real Policía Montada y circulaba en un auto adaptado y pintado para parecer un patrullero.
La masacre comenzó en el mínimo pueblito de Portapique, de apenas cien habitantes, y terminó a casi noventa kilómetros tierra adentro en Enfield. El evento es único en la historia canadiense, donde los tiroteos son raros: fueron doce horas de violencia, con cuerpos tirados en una línea de sesenta kilómetros de largo, cinco casas incendiadas y 16 escenas forenses. Entre los muertos se cuenta una agente de policía, una maestra de primaria y dos enfermeras.
La policía en la provincia de Nueva Escocia tardó doce horas en atrapar y matar a Wortmann, después de una persecución inesperadamente complicada por la cuarentena, que vació las rutas. No queda en claro si el tirador planeó el ataque o fue algo espontáneo, y no se encontró ni una nota o manifiesto. La policía no difundió cuántas armas utilizó, pero sí que en un momento su auto falló y siguió viaje con una cupé sport de una de sus víctimas.
Wortmann tenía dos clínicas de ortodoncia en la región y según testimonios, le iba muy bien económicamente. Sus pacientes, algunos ahora asesinados por el dentista, comentaban con humor su pasión por la policía.
Lo que hasta ahora no tiene explicación clara es la razón del ataque. No hay testimonios de tendencias violentas del ortodoncista antes de este fin de semana, ni un episodio claro que pueda ser el disparador. De hecho, una línea en la investigación es que el aislamiento forzozo por la pandemia haya jugado un rol. La policía estaba tratando de establecer si Wortman estaba pasando la cuarentena solo o en familia, y si su ataque comenzó como una discusión de familia.