En el video de Ficcionar, quinto tema de Abanico, el nuevo disco de Weste, aparece una bailarina con saco a cuadros, hombreras y melena rulosa a lo Jennifer Beals, la actriz de Flashdance que hacía zapatear a los miembros del jurado en la escena final de la película. Pero la que baila es Clara Trucco, compositora de Weste junto al uruguayo Ignacio Pérez. “Hombreras, trajes... estábamos re ochentas, buscándolo desde el sonido”, describe la cantante.
“Somos dos personas muy reservadas, no subimos muchas cosas a las redes. Por ahí no tenemos tanta sed de pegarla. La prioridad siempre es hacer lo que nos gusta, pero también teníamos que abrir un poco”, admite Trucco cuando se le pregunta por qué recién ahora, con este tercer disco que mixtura soul y pop con ritmos latinos y electrónicos, se lanzaron a darle más difusión a este proyecto. “Antes había algo de 'hasta acá'”, insiste.
La cantante nació en San Martín de los Andes, donde sus padres se mudaron a finales de los '70. A los 17 se vino a vivir a Buenos Aires para terminar el secundario. “El choque cultural fue enorme”, se acuerda. Al poco tiempo empezó a hacer apariciones esporádicas –primero bailando– con el grupo Fémina, que completan su hermana Sofía y Clara Miglioli, hasta sumarse en forma estable en percusión y voz. Con ellas se formó artísticamente (“Fue mi escuela”), aprendió a tocar y cantar casi como se lo había imaginado.
En paralelo a la carrera con Fémina, en 2011 conoció a Ignacio Pérez, que venía de la Mushi Mushi Orquesta, un ensamble uruguayo con links a la música balcánica, rock, jazz y chingui chingui del Río de la Plata. “Ellos empezaron a venir a tocar a Buenos Aires y ahí nos conocimos; al principio componíamos a la distancia pero Ignacio se enamoró de una amiga mía y después se quedó a vivir acá”, cuenta Trucco. Desde el vamos fue una mixtura curiosa entre una cantante que venía del rap/hip hop/fusión y un músico con mochila rioplatense. “El mix nace de investigar y nadar en otras aguas; siempre fuimos muy curiosos a la hora de escuchar música y componer”, sostiene.
“Cuando escribían sobre nosotros nos ponían la etiqueta de folklore electrónico y es verdad que coqueteábamos con ese mundo –su segundo disco, Huestes, fue coproducido por Chancha vía Circuito–, pero no era algo buscado deliberadamente”, explica la cantante. En el último álbum, en cambio, se acercaron a un plan más groovero, un hip hop a tempo suave y el clima pancho del soul casi en todo momento.
El año pasado, Weste se presentó en varios festivales (Futurock, Konex, Buena Vibra) y le venían dando buen rodaje a Abanico, con prensa y todo, cuando arrancó la pandemia. “Antes no nos salía mostrarnos tanto; no tenemos esa cabeza, estábamos re canutos”, se ríe. Y entiende que Weste es “un poco más complejo” y quizás tiene una llegada un poco menos popular que Fémina. “Somos una banda mutante, que nos permite jugar con muchos aspectos distintos, y con Abanico fue como llegar al sonido que estábamos buscando, más maduro, más enfocado a nuestra identidad”, concluye la cantante.