Muchas películas se focalizan en el regreso a casa y el enfrentamiento de los personajes con un pasado que se dejó atrás, pero pocas logran plantear con una trama a priori sencilla temas tan profundos y complejos como lo hace La muerte no existe y el amor tampoco, segunda película del director argentino Fernando Salem. Desde el título ya se presenta las bases en las que se sostendrá este film que habla sobre el duelo ante una perdida, la distancia como mecanismo de defensa, las elecciones que tomamos y sus consecuencias, la felicidad y las frustraciones de la vida.
Salem pone la cámara a disposición de Emilia, la protagonista de esta historia, y a través de ella y un gran manejo del lenguaje cinematográfico irá planteando los problemas que la aquejan. Ella es una joven psiquiatra oriunda de un pueblo de Santa Cruz que trabaja en Buenos Aires y vive con su novio. Un día es contactada por el padre de su mejor amiga, fallecida hace un tiempo, quien le pide que vaya hasta al sur para acompañarlos a esparcir las cenizas de su hija. Ante esto, Emilia accede y regresa al lugar que dejó hace años, reencontrándose con viejas amigas, un padre con el que tiene poco contacto y con Julián, el novio de su adolescencia que ahora formó una nueva familia.
El guión está basado en la novela Agosto de la escritora Romina Paula pero el gran mérito del director está en despegarse de lo literario transmitiendo lo que le pasa a la protagonista a través de un gran trabajo visual y no apoyándose tanto en los diálogos. Si bien por momentos puede resultar lenta y apagada, Salem va construyendo un sendero de ideas que invitan a pensar y reflexionar, involucrando al espectador y haciéndole sentir el dolor de Emilia, una chica fría y rígida pero que, como el hielo, con un poco de calor se derrite.
En su primer protagónico, Antonella Saldicco que se las ingenia para construir un personaje difícil por lo poco que expresa verbalmente, que es el motor de la historia.
La muerte no existe y el amor tampoco. Disponible en la plataforma Cine.ar
