“Una de las diez mujeres más influyentes de la Argentina”, la caracterizó el diario Infobae apenas asumía en su función pública, en una nota en la que exhibió su curriculum como vicepresidenta del Parlamento de las Mujeres en 2012, becaria del Departamento de Estado de los Estados Unidos en 2013, fundadora de la ONG La Casa del Encuentro que “lucha contra la violencia de género” y del observatorio de femicidios Marisel Zambrano, que es el que sigue aportando los crueles números de las vidas de las mujeres guadañadas por la violencia machista. Y aunque no esté clara su influencia, lo cierto es que no la usó para denunciar la cacería de manifestantes del 8M: quince mujeres y cinco varones, a quienes se golpeó y se zamarreó dos horas después de terminado el acto en Plaza de Mayo y que sufrieron tratos vejatorios en las larguísimas horas que estuvieron detenidas y detenidos sin que se labrara ninguna acta para obligar a que todas y cada uno pongan la firma en una confeccionada horas después sin saber qué se estaba firmando. Al contrario, Fabiana Tuñez se sumó a la previa de la campaña electoral, bien peinada y toda sonrisas, en el “primer timbreo nacional de mujeres”, una acción muy al estilo evangelizador llegado del norte de América, folleto en mano y discurso bien dispuesto con tailleurs y siluetas a lo Mariu Vidal. “Cambiamos juntas”, decía su cuenta de Twitter a la vez que mostraba su foto junto a Patricia Bullrich, la misma que menos de 48 horas antes había justificado la acción policial de las detenciones arbitrarias. El gesto es, al menos, provocador y parece hecho a propósito para disputar la categoría mujer que había sido hackeada el 8 de marzo cuando otra vez las mujeres tomaron las calles a pura rebeldía. En el modelo Tuñez, la calle no existe, Ni Una Menos es parte del “acerbo cultural de todos los argentinos” -como dijo frente al comité de la Cedaw que la increpó por la falta de respuestas en muchas de las demandas de NUM y de todo el movimiento de mujeres. Sin dudas la consigna se ha metido en todas las casas y territorios, en lugares de trabajo y en las calles; sólo que no se trata de un patrimonio de la humanidad nacional ni es un recuerdo querido que nos pertenece a todos por igual sino un movimiento social en expansión, vivo, fuerte, rebelde.
Este miércoles, mientras ensayaba el discurso lavado del macrismo frente a la ONU con frases hechas como “Si bien cada sociedad tiene sus particularidades, la desigualdad de género existe en todos lados”, el noveno piso del Consejo Nacional de las Mujeres fue tomado por Karina Abregú, su hermana Carolina y miembras de las defensorías de Género de CABA y provincia de Buenos Aires. Cabe recordar que Abregú fue rociada con alcohol e incinerada por su ex pareja Gustavo Albornoz el 1º de enero de 2014, afectando el 60 por ciento de su cuerpo. Karina pasó por treinta operaciones y soportó amenazas y hostigaciones del violento que fue condenado en 2016 a 11 años de prisión por tentativa de femicidio agravado. Después de muchas idas y vueltas, entre las que se cuenta un hecho penoso en el que Tuñez exhibió públicamente la historia clínica de Abregú para defenderse de las críticas al destrato que Abregú estaba viviendo (dijo que ella quería ayudarla pero que Karina no asistía a las terapias que le ofrecía el Estado mientras su hermana cuenta hoy que “no tenía dinero ni para cargar la SUBE”) la semana pasada se firmó un acuerdo en el que el CNM se comprometía a una serie de cosas pero no cumplió ni una sola. Mientras tanto, Tuñez en Nueva York. Y las compañeras en el CNM forcejeadas, golpeadas y expulsadas de un organismo público para que algo de lo que firmó Tuñez sea un hecho, como la medicación o los vales de comida que le dieron en primer lugar y después le fueron negados.
Demasiado maltrato de una funcionaria que se jacta cuando sale al mundo de una política de Estado que tiene a la erradicación de la violencia machista como prioridad mientras ignora el Paro Internacional de Mujeres que sacudió las calles el 8M, es incapaz de pronunciarse por las masacres que últimamente se suceden como en una película de terror, como fue la de Florencio Varela y que se vuelve funcional al gobierno que la hizo funcionaria cuando responde, como lo hizo a este suplemento, cosas como ésta:
Vos reivindicás que llegue una feminista al Consejo. ¿También es importante que una lesbiana llegue al Consejo Nacional de las Mujeres?
-La realidad es que cuando llega una feminista a un lugar como este llegan un montón de voces. La diversidad de voces va a estar incluida en el Consejo sin lugar a dudas. El espacio en el Consejo Nacional de las Mujeres va a estar abierto al diálogo, a la propuesta, a la construcción, a la crítica bien intencionada que tenga que ver con proponer. La crítica por la crítica misma no contribuye en nada a la lucha contra el patriarcado. La crítica concreta de plantear alternativas sí ayuda. El movimiento de mujeres tiene un desafío enorme por delante que es la agenda de género. Tenemos que trabajar independientemente de los sectores y los partidos políticos de donde vengamos.