Pasó todo demasiado rápido. En un mes les arrancaron a sus tres hijxs y varios derechos básicos: a la familia, a la salud y a la identidad. Las instituciones que deberían garantizar el acceso a una vida digna hicieron lo contrario: los trataron de locos por respetar las elecciones de sus hijxs. Carlos Ramírez trabaja como señalero en Ferrocarriles y Marina Cabrera se dedica a la astrología. Además del bebé que tuvieron juntxs, viven con lxs gemelxs que Marina tuvo con otra pareja: tienen cuatro años y desde que empezaron a manifestarse piden que las llamen en femenino y eligieron sus nombres, basados en personajes de Disney. Su identidad autopercibida no les trajo dificultades en el jardín y se las nota felices. Pero ahora la justicia decidió que ya no estén con sus padres.
La pesadilla de esta familia empezó el 14 de febrero, cuando el bebé de un mes y medio tenía fiebre y hacía un movimiento involuntario en el brazo. Llamaron a la ambulancia y los derivaron al Hospital Español de Ciudad de Buenos Aires. “Ingresa por guardia, lo estabilizan y lo pasan para terapia. Le hacen una tomografía y nos dicen que en la parte de la nuca había un sangrado o un líquido y nos preguntan si se nos había golpeado. Explicamos que no”, dijo a SOY Carlos, el papá. El bebé quedó internado y pidieron hacerle una resonancia magnética. Aunque en los análisis había salido un perfil alto de trombofilia, desde el Hospital no les mandaron en ningún momento a autorizar la orden para el estudio, algo muy común en los servicios médicos prepagos. Cinco días después del ingreso lo trasladaron al Sanatorio del Sagrado Corazón para hacer la resonancia, pero como tenía unas líneas de fiebre no la hicieron. Cuando volvieron al Hospital Español los retaron.
-¿Por qué no insistieron?, ¡era importante!
-Hicimos lo que pudimos como padres, no somos médicos...
La respuesta del hospital fue denunciarlos en la comisaría: dijeron que tenían una sospecha de maltrato porque no le encontraban la causa al malestar y podría corresponder a un “síndrome de bebé sacudido”, una lesión que se produce al agitar a un niño. La policía les hizo el interrogatorio: “Preguntaron si había se había lastimado, cómo estaba compuesta mi familia, dónde vivíamos. Les expliqué que las nenas eran trans y lo tomaron todo con mucho respeto”, dice Marina. Según Carlos cada día le daban menos información del estado del bebé. Con la entrada del aislamiento social en la clínica se vivía una tensión permanente. Había un maltrato solapado en cada pregunta que apuntaba a “sacarles información” de qué le habían hecho al bebé. “Con Marina llegamos a replantearnos si tal día que fuimos al supermercado y lo sentamos en el changuito le había hecho mal, si fue en el cochecito al subir el cordón, te replanteas todo”. Después de una punción le diagnosticaron una infección del sistema nervioso producida por un herpes. Era probable que la misma presión de la columna produjera un sangrado en la cabecita y la policía les pidió que se fueran del hospital. Que en adelante dejaran al bebé solo, que había gente que se atendía con coronavirus y podía ser peligroso.
El 27 de marzo los citaron en el Servicio Local de Promoción y Protección de los Derechos de Niños y Adolescentes de Ezeiza, donde viven. Los atendió una psicóloga asistente social y una abogada. Tenían una denuncia por maltrato. “Me preguntan cómo estaba compuesto el núcleo familiar. Les digo que el bebé es nuestro sexto primer hijo, como le decimos nosotros en broma porque yo tengo tres hijos anteriores que están con la mamá, y este es el hijo en común que tenemos con Mari. A su vez soy el padrastro de dos niñes trans que Marina tuvo con otra pareja y viven con nosotros”, cuenta Carlos. Cuando escuchó “trans” la asistente social cambió el tono. “¿Qué profesional diagnosticó esto?”. “No es necesario un diagnóstico. Hay una Ley de Identidad de Género”, respondió Carlos, que está muy al tanto de estas cuestiones desde que empezó a ir a la Secretaría de Infancias Trans de la Federación Argentina LGBT. “Sí, pero ¿por qué se llaman con nombres de princesas de Disney? ¿Si miraran Rin Tin Tin se llamarían Rin Tin Tin?”, la asistente miró a la abogada con cara de disparate. Las preguntas eran ofensivas, pero ya están acostumbrados a dar explicaciones con médicos y familiares. Carlos explicó que esto no era una enfermedad, era una manera de vivir el género. Cuando terminó la reunión, que tuvo como foco la salud mental de las nenas, lo miraban como a un marciano. Como remate le preguntaron si les niñes eran gays, como si género y orientación sexual fueran sinónimos. Luego, desde Servicio Social dejaron de atenderles el teléfono a Marina y Carlos, mientras se comunicaban con algunos familiares para ver si alguno se podía hacer cargo de les niñes. El 7 de abril la médica coordinadora del Hospital Español junto a un policía les dio una notificación judicial de que no se podían acercar a su bebé por sesenta días, extendiendo la restricción a sus otrxs hijxs. Los padres de Marina ahora tienen la tutela.
La Defensoría LGBT intervino en el caso y está pidiendo que “las medidas que deban tomarse para investigar garanticen los derechos de les niñes a su familia y del bebé a la lactancia natural”. A su vez reclaman una explicación: “Por qué si el bebé tuvo una meningitis que, de acuerdo al personal del hospital pudo haber generado la lesión -y no teniendo el bebé ningún traumatismo (de acuerdo a lo que figura en los papeles del hospital)- desde el juzgado y el servicio local dicen haberse basado en el informe para tomar la medida”. Carlos y Marina desde entonces no pueden ver a sus hijxs: “Nada de nada. Ni llamadas. El bebé fue destetado”. La Defensoría insistirá en la Justicia para que sobre todas las cosas se garantice el “interés superior del niño”, que indica que todas las medidas de instituciones públicas, privadas, de bienestar social o tribunales deben regirse en base a garantizarles los derechos a una vida plena y sin prejuicios.