Desde París.
Lo que no pudieron plasmar ni las elecciones ni la confrontación social de pronto lo consigue la crisis sanitaria: unir a todos las izquierdas y a los ecologistas en torno a los temas que siempre fueron su identidad y cuya pertinencia se ha impuesto como nunca. Ecologistas, comunistas, izquierdas radicales y grupos alternativos están trabajando en una convergencia (siempre ardua) para que la salida de la crisis se haga por la izquierda. Desglobalización, salario mínimo universal, refuerzo del papel del Estado y los servicios públicos, renacionalización de las empresas estratégicas vendidas, congelamiento de las privatizaciones en curso de los grandes grupos estatales (Aeropuertos de París, la lotería, etc), impuesto a las grandes fortunas (prácticamente vaciado por Emmanuel Macron), giro ecológico, las ofertas de la izquierda han sido validadas por la crisis. Sus líderes trabajan contra el reloj, tanto más cuanto que, pese a las esperanzas de un cambio que zumban en todo el mundo, el liberalismo está allí, agazapado, esperando recuperar lo que el coronavirus puso en pausa.
Hace unas semanas, el líder del MEDEF (patronato francés), Geoffroy Roux de Bézieux, declaró: «lo importante es volver a poner la máquina económica en funcionamiento y reproducir riqueza en masa para, desde 2021, borrar lo que se perdió en crecimiento”. En resumen, reanudar la destrucción social y la ecología. Roux de Bézieux agregó una frase que sonó como una bomba cuando dijo que había que plantearse la pregunta de “trabajar un poco más para crear crecimiento suplementario”.
Las recetas liberales están en el congelador, pero listas a pasar por el microondas. ”Los ecocidas, los climatocidas y los estadocidas sólo esperan que el banquete vuelva a estar servido”, dice Fernand Dupont, un activo militante de la Francia Insumisa. En una tribuna publicada por el diario Libération, cuatro líderes del progresismo francés llamaron a “construir el archipiélago de las izquierdas y los ecologistas”. Clémentine Autain, diputada de Francia Insumisa (el partido de Jean-Luc Mélenchon), Guillaume Balas, coordinador del movimiento Génération·s fundado por el ex candidato socialista a la elección presidencial de 2017, Benoít Hamon (ala izquierda del PS), Elsa Faucillon, diputada del grupo comunista y Alain Coulombel, miembro de Europa Ecología Los Verdes, ven la oportunidad y también el peligro. Por ello escriben sobre la necesidad de “diseñar un camino común, una perspectiva política para que el tiempo del después no sea una copia degradada o catastrófica del tiempo de antes”.
El tiempo suspendido ha abierto un boulevard para las izquierdas arcoíris. La tragedia del coronavirus promovió sus valores sin que ello signifique una victoria adquirida, incluso si se respira un cambio sólido en la atmósfera política e ideológica. El Senador Emmanuel Maurel, fundador de la corriente Izquierda Republicana y socialista, se ríe cuando dice “todos los partidos están inmersos en la búsqueda de la izquierda del futuro”. La gauche y la izquierda de la gauche confeccionan puentes, cruces y reuniones virtuales sin que, hasta el momento, se haya plasmado una unión de todas. El presente aprieta y el futuro es una pasarela invisible en cuyo punto más lejano están las elecciones presidenciales de 2022. Esa fecha, las ambiciones personales y, sobre todo, la animadversión entre los infecundos socialistas y el partido Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, tapan aún el diseño de una izquierda compacta. ”Si no federamos, estamos perdidos”, advierte el intendente ecologista de la ciudad de Grenoble, Eric Piolle.
Es un poco vergonzoso constatar que, detrás de estas retóricas de transformación que emanan desde todas las izquierdas, los blogs de sus dirigentes rebalsan de términos agrios dirigidos a sus compañeros. ”Traidor”, ”ambicioso”, etc, etc. El ensayista y diputado europeo Raphaël Glucksmann explica con ironía: «si las divisiones resisten al coronavirus cuando, en realidad, el virus aplasta todo lo que encuentra a su paso, entonces la izquierda estará perdida para siempre”. Raphaël Glucksmann es hijo del filósofo André Glucksmann. En 2018, con la intención (fallida) de unir a la izquierda fundó el movimiento Place Publique con él cual obtuvo un escaño en las elecciones europeas. Este intelectual de acción señala que lo que se está viviendo hoy es el “acontecimiento más masivo que se haya producido en tiempos de paz”. Los viejos decorados de la división intra izquierdas aún no han cambiado. Izquierda radical, extrema izquierda de tradición revolucionaria, comunistas, trotskistas, socialistas disidentes y huérfanos de un partido hundido por los propios líderes, los insumisos de Mélenchon, el ecosocialismo, los verdes rojos y los ecologistas moderados, todo esto hace muchos actores en un mismo escenario. Culturas políticas diferentes y métodos de acción o de práctica política dispares tornan un juego de malabarismos la formación de una gran frente común.
No obstante, los movimientos están atravesados por una lucidez compartida: la pandemia les sirve en bandeja un atajo hacia la sensibilidad de los electores, tanto más cuanto que la contaminación hirió la narrativa liberal y abrió una brecha en el macronismo. Hoy en plena reinvención, el presidente Emmanuel Macron se ha corrido hacia lo que el sociólogo Michel Wieviorka definió a Página/12 como “un populismo de centro”. Piolle, el Intendente ecologista de Grenoble, exige, para empezar, “que los lazos humanos entre nosotros sean garantes de la fuerza centrípeta” (entrevista diario Libération). De hecho, el momento pos virus brilla como una tentación liberadora al mismo tiempo que despierta antagonismos que, hasta ahora, fueron insalvables. La llamada “izquierda soberana”, por ejemplo, se vio legitimada con la pandemia porque nunca como ahora la idea de soberanía y de frontera había sido tan vital. Pero la palabra desorienta a la izquierda de mercado y, por consiguiente, enturbia la convergencia.
Desde hace ya un año está circulando la idea de un Big bang de la izquierda. La crisis sanitaria y la crisis social que se avecina han bigbanizado la necesidad y mostrado la incongruencia de mantener vivas las querellas de cafetín. Con cuchillos entre los dientes o algodones en los idos, las izquierdas progresan lentamente en la selva de sus inmadureces históricas. Para ellas, es el ahora o nunca. Rara vez en la historia el enemigo está en la lona por la gravedad de lo real.
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